Los clubes swinger me dan un chingo de curiosidad. Desde la primera vez que vi “Ojos bien cerrados”, del director Stanley Kubrick, quise estar en una casa con hombres y mujeres desnudas. Arriba de la mesa, rodeados de libreros, con máscaras -o sin ellas-, lo importante era mezclarme con desconocidos.
Es bastante contradictorio pero, aún con ese deseo, mi cabeza se aferra a pensar que en CDMX las parejas que se lanzan a este tipo de lugares son, en su mayoría, gente grande, y díganme aburrida, o lo que sea, pero la diferencia entre Becky G y yo es que a mí no me gustan mayores. Nunca intenté lo suficiente.
Raúl, mi pareja, y yo hemos tratado de ser lo más honestos con nosotros mismos desde que empezamos a salir “seriamente”. Los 2 usamos Tinder y si alguien nos propone trío o intercambio; órale va. Así de fácil, así de sencillo.
“Qué onda, nena. A mi novio y a mi nos gustaron los 2. Vamos a conocernos pronto.”
Eso fue suficiente para que “Ana” tuviera mi atención -O sea, eso y sus fotos en casi tanga que mostraba en la app para ligar-. Nos pasamos whats y en menos de 10 minutos su novio (Mau), ella, Raúl y yo ya estábamos cachondeando por mensajes instantáneos. Casual.
Me mama cuando las cosas son directas y honestas. Tal cual fue la conversación que tuvimos los 4 en el chat al que llamamos “Ah, keyico”.
El ingenioso y miserable Bukowski escribió en alguno de sus relatos cortos que la vida es tan agradable como te lo permitas y, ¿porqué pinches lo voy a contradecir si es un genio en las letras y mi -casi- guía espiritual? 2 días después de cyberconocer a Ana y Mau, nos vimos en el depa que habitamos Raúl y yo.
A mi mejor amigo (Raúl) y a mi nos gustan los juegos de mesa. Ese día estábamos tan nerviosos que decidimos incluir nuestro favorito “UNO” en la cita cuatruple.
¿Pero qué onda, chavos? ¿Ustedes tienen reglas o algo? –preguntó Mau.
No pues, realmente lo único es condón súper obligatorio y pues, todo consensuado..
Nos sentamos en la mesa y empezamos a jugar con las cartas. Obvio pusimos castigos hot para ir calentando la situación. La primera sanción fue de Ana para mí, era un comodín +2.
Te toca lamerme.
Uuuuy, claro que sí– le contesté –y pasé mi lengua por su cuello olvidando la pena que sentía al principio.
Previo a comenzar el sensual partido, trajimos unas cervezas del OXXO, en el depa teníamos whisky para embriagarnos chido o por lo menos, hasta que nuestro cerebro produjera la oxitocina suficiente para olvidarnos del miedo y entrarle con todo al flirteo.
Después de varios besos, bailes, lamidas y ya cuando estábamos casi desnudos y pedos, cojimos.
Las escenas clasificación C comenzaron con un comodín. Me tocó castigar a Ana, le puse que besara a Raúl y aquello pasó de un besito a unas agarradotas más antojables que una michelada en plena cruda.
Ella empezó a tocarle los brazos, a chuparle el cuello y él, sentado, le agarraba las nalgas. Se las apretaba como lo hace siempre conmigo.
Mau estaba sentado junto a mi y no se veía muy familiarizado con la situación; además estaba pachequísimo. Era hora de que yo actuara. De fondo sonaba alguna canción de Plan B, le baile. No pasaron ni 3 minutos y ya estaba arriba de él.
Ya me lo imaginaba, ver a Raúl coshandose a otra morra me pone en estado Tigresa del Oriente para adultos.
En algún momento los 4 estábamos en el sillón y, supongo por algo acordado entre ellos, Mau me pidió cambiarme con Ana porque ya iba a terminar. No me sorprendió que fuera tan rápido, la neta, la situación era una fantasía para cualquiera.
Mientras Ana y Mau terminaban, Raúl y yo nos dimos como sólo nosotros sabemos. Tenemos bastante química sexual y nos conocemos lo suficiente para hacerlo con ritmo. Además, me encantan sus manos.
Los 4 sabíamos bien que estábamos ahí para darnos placer y, aprovechando el super poder que tenemos las mujeres de ser multiorgásmicas, Ana regresó con nosotros.
Raúl y yo estábamos en el suelo y Ana empezó a tocarme. Ella quería cogerme y me lo dijo después de un par de shots durante el juego. Con sus besos, más es el alcohol y mis ganas, en corto empezamos nos acomodamos para hacer lo que sabemos con nuestras vulvas.
El sexo entre morras es tardado y normalmente sólo una de las dos termina bien satisfecha pero esta vez la cosa era tan complaciente que Ana, Raúl, Mau y yo quedamos como gordito después de 1 kilo de hot cakes.
Todo esto sucedió en la sala, rodeados de libros, sobre el sillón y el taburete. No traíamos máscaras pero ella usaba medias como alguna de las actrices de “Ojos bien cerrados”. Fue como un club swinger pero en chiquito y a nuestra manera.
El mismo Bukowski dijo: la relación sexual es darle patadas en el culo a la muerte mientras cantas y justo así me siento cada que cojo, me encanta.
Por Vania Castaños