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Víctor Hugo Ortega: “el futbol es una metáfora de la vida diaria”

Por: Adán Medellín 05 Jun 2018
Hoy en día creo que los arqueros son los más literarios. Cuando conocí la historia del arquero brasilero del Maracanazo, Moacir Barbosa, me quedó dando vueltas lo trágico que puede ser ese puesto, más que ningún otro; el error por más sutil que sea, lo convierte automáticamente en villano.
Víctor Hugo Ortega: “el futbol es una metáfora de la vida diaria”

El periodista, escritor y profesor chileno Víctor Hugo Ortega es un amante del futbol. Conversó con nosotros en torno al balón y su libro recién publicado en México, Elogio del Maracanazo (Librosampleados, 2017), un compendio de relatos panboleros amenos y entrañables que te sacude el corazón en estos tiempos mundialistas.

 

Elogio México, Víctor Hugo

Fotografía de Chepo Sepúlveda Egaña

 

PLAYBOY: ¿Cómo surgió este volumen de cuentos unidos por el futbol?

ORTEGA: Surgió en el año 2012 después de publicar mi primer libro Al Pacino estuvo en Malloco, donde había un cuento relacionado con fútbol que me gustó. Decidí que el siguiente libro sería con relatos en los que el fútbol estuviera presente como algo principal o muy secundario, pero que estuviera ahí. En esa época también había hecho un viaje a Uruguay junto a mi amigo Gonzalo Requena para conocer al futbolista uruguayo Alcides Ghiggia, pero en un principio este viaje no tuvo una relación con el libro. Finalmente, por todo lo que pasó en Uruguay con nosotros buscándolo, decidí que esa historia debía ser parte del libro e incluso darle el título. El resto de las historias no se anexan directamente con esta historia principal, pero sí lo hacen desde el punto de vista de las sensaciones, emociones y consecuencias que tiene el fútbol en un hincha común y corriente.

PLAYBOY: Ni Chile ni México han ganado un Mundial. ¿Qué hay en la cancha que nos mueve a recuperar el patriotismo, la lealtad, incluso la fe cuando rueda el balón?

ORTEGA: Tu compatriota Juan Villoro dice que “El fútbol mejora la infancia que tuvimos, del mismo modo en que los sueños permiten que seamos diferentes”, y creo que un partido de fútbol y sus consecuencias tiene mucha relación con la niñez y con el soñar. El fútbol estuvo presente desde siempre en mi casa, escuchando partidos por la radio, viendo partidos por la TV y comentándolos. Y más allá de que el fútbol se ha convertido en un producto de marketing extremo, en que el punto máximo es este mundial en Qatar (2022) que ha despertado sospecha y desconfianza en el público; cuando empieza ese partido que nos importa, sólo importa el partido. El fútbol es un juego muy bonito y poético, un juego colectivo, de estrategia, de hazañas individuales que cambian la historia, de trampas y lealtades, entonces pareciera que como metáfora de la vida diaria funciona perfectamente. Las industrias creativas han tomado muy bien al fútbol como eje de su producción, que nos hace reflexionar sobre sus distintos elementos y que además nos hace recordarlos una y otra vez hasta que forman parte de nuestra memoria. Por otra parte, el fútbol es herencia: nos gusta el fútbol porque a nuestros padres les gusta (o gustaba) el fútbol y crecimos viendo sus reacciones frente a los resultados. Entonces ahí el fútbol también es experiencia en común incluso con los que han partido, porque el recuerdo está asociado a algo tan grande y popular en una sociedad, que también nos salpica a nosotros en nuestro recuerdo íntimo.

PLAYBOY: ¿Cuál te parece la posición futbolera más literaria? ¿Por qué?

ORTEGA: Hoy en día creo que los arqueros son los más literarios. Cuando conocí la historia del arquero brasilero del Maracanazo, Moacir Barbosa, me quedó dando vueltas lo trágico que puede ser ese puesto, más que ningún otro; el error por más sutil que sea, lo convierte automáticamente en villano. Y eso es una trama muy literaria. Ya adulto supe que el escritor Albert Camus había sido arquero semiprofesional en su juventud. Por supuesto, como admirador de Camus, comencé a poner el ojo en los arqueros como espectador.

PLAYBOY: El cuento “Elogio del maracanazo” narra las peripecias de dos chilenos para encontrarse con la leyenda mundialista de Uruguay, Alcides Ghiggia. Conocemos su travesía, pero nunca sabemos de qué hablaron los tres. ¿Hay cosas que, de tan grandes, simplemente no pueden contarse?

ORTEGA: Sí, nunca sabemos lo que pasa en ese momento del cuento cuando se cierra la puerta y todo se resuelve con un punto aparte. Siempre fue comentario de los lectores esa opción, desde que el libro se publicó por primera vez en Chile en 2013 y también cuando se editó en México el año pasado. Ahora, creo que no se podía contar porque el libro en su todo, más allá de ese cuento, se adhiere a esa idea de que no todo se puede contar o mostrar, que es algo que yo pensaba en esa época y que pienso ahora también. En el cine, por ejemplo, me gustan mucho las omisiones, eso que está insinuado, pero no mostrado explícitamente. También Alcides era una persona que no hablaba de todo, se guardaba algunas cosas y nos hizo saber que le complicaba hablar como penúltimo sobreviviente del Maracanazo (en esa época era el único sobreviviente del equipo titular; también estaba vivo Aníbal Paz, el arquero suplente, que moriría en marzo de 2013).

PLAYBOY: En una sociedad global, tecnológica, cambiante, y sin embargo tan desigual y problemática como la latinoamericana, ¿los futbolistas son la versión más depurada y visible del heroísmo en el siglo XXI?

ORTEGA: Difícil pregunta. Cuando yo era niño seguro que pensaba algo muy parecido a lo que me preguntas de un futbolista como Iván Zamorano. Su historia era muy atractiva para mí, la superación de la pobreza, la muerte de su padre, el sobreponerse a la adversidad y llegar a triunfar en el Real Madrid, después de que Valdano lo propusiera como el último de la lista. Los tiempos han cambiado y uno está más dubitativo a la hora de encontrar el heroísmo, porque vas entendiendo que no existe el héroe perfecto.

PLAYBOY: “A nosotros nos cuesta mucho ganar, siempre que ganamos es justicia divina”, dice un personaje en “El tiempo de Zamorano y de Salas”. México también tiene sus frases sobre la derrota en momentos importantes. ¿Por qué hay países que elaboramos toda una mitología alrededor de la derrota?

ORTEGA: ¿Será porque históricamente hemos tenido más derrotas que triunfos? La derrota da paso a la crisis y la crisis todo lo remueve, en el ámbito del fútbol y también en lo personal. De la derrota futbolera se sacan lecciones, de la derrota amorosa también. La referencia a la “justicia divina” es un guiño a un periodista chileno muy famoso, Julio Martínez, que alguna vez usó esa expresión de forma muy visceral en el relato del partido por los cuartos de final del mundial de Chile 1962, luego que el árbitro cobrara una falta dentro del área como tiro libre y que igual terminó siendo gol de Leonel Sánchez desde fuera del área. La frase en el contexto del cuento asume que siempre que los chilenos ganábamos en el fútbol era en un contexto muy sufrido y de injusticias. Pero los más chicos tienen otra visión de la derrota, ya que han crecido con un Chile campeón de dos Copa América, lo que no es poca cosa. Para mí generación, la historia era distinta, crecimos con papelones, goles en el último minuto y árbitros que nos perjudicaron. Los tiempos han cambiado.

PLAYBOY: ¿Hay que tener alma de niño para disfrutar del futbol?

ORTEGA: Quizás sí, aunque eso no quiere decir que alguien que está lejano a su niñez no podría disfrutarlo. En mi caso personal, el fútbol está vinculado a mi niñez y a mi parte infantil. Pero la experiencia del fútbol está abierta para todos, creo yo. Todos viven la experiencia del juego a su manera. Incluso los que lo ven como una interacción de estrategias. Seguro que lo disfrutan a su manera.

PLAYBOY: ¿Quién es tu futbolista favorito? ¿Por qué?

ORTEGA: Andrés Iniesta, lejos. Hace el gol con el que su selección gana una Copa del Mundo y se lo dedica a su fallecido amigo Dani Jarque. Después en la entrevista post partido se le quiebra la voz cuando dice que se acordó de su amigo. Estas tres acciones lo definen como futbolista y como persona. Es un tipo profesional, talentoso, noble, humilde y muy seguro de sus capacidades. No es necesario que diga a los medios que desde niño quiso ser el mejor del mundo. Simplemente lo fue.

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