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Sueño guajiro: El político que se relaja con Tokio

Por: Pepe Treviño 08 Ago 2025
Tuve un sueño guajiro, una alucinación tan fumada que se convirtió en una pesadilla, donde yo era el clásico hijo de político que se relaja con Tokio.
Sueño guajiro: El político que se relaja con Tokio

Tuve un sueño guajiro, una alucinación tan fumada que se convirtió en una pesadilla, donde yo era un servidor público, un gánster de poca monta recién egresado de la escuela de la corrupción, el clásico hijo de político.

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En dicha quimera me sentía exhausto de sentarme en mi curul, de extender la mano para recibir billetes. Por eso decidí realizar un modesto viaje a Tokio, Japón y reservar unas noches en uno de los hoteles más picudos de la ajetreada capital japonesa, The Okura Tokyo.

Tenía un poder omnipresente y omnipotente, como si fuera el hijo de Dios de “la nueva izquierda” y no dudé en aprovecharlo para mover mis influencias hasta lograr encontrar una tarifa miserable, de apenas 7,500 pesos por noche ¡Una ganga! Además, con desayuno incluido.

Así, con ese descuentazo llegué a “La ciudad que espera para morir”. Tenía planeadas muchas cosas, como hacer shopping en tiendas de lujo para aprovechar los precios bajos onda Temu -porque según mis asesores el peso mexicano tenía más valor que el yen-, pero también para saciar mi apetito en restaurantes fancy y por supuesto, aprender algo de la cultura nipona para apantallar a mis colegas con el ¿Sabías qué? A mi regreso a la capital del taco.

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Pero antes hice el check-in en el aposento donde descansaría en mi catre personalizado. Allí admiré un impresionante vestíbulo, un espacio que transmitía paz y armonía, perfecto para los que tenemos la conciencia tranquila, con un hall tan grande como las aspiraciones políticas que tenía en esa historia mafufa, solo interrumpido por un pequeño jardín zen justo en medio del pasillo.

El diseño del complejo hotelero parecía un museo dedicado al florecimiento de Japón de la década de los 60, toda una analogía de la vida del personaje que yo había encarnado, porque se supone que estaba en pleno florecimiento, esperando que el mundo entero presenciara mi ascenso a la escena política.

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Un complejo casi presidencial

El lobby estaba atestado de empresarios y políticos de nueva generación, todos posando en el vestíbulo como si estuvieran haciendo cabildeo, entre muebles diseñados por Charles Eames y Finn Juhl, muy onda Mad Men.

Todo el personal del hotel, siempre elegante, saludaba a los huéspedes con una reverencia japonesa; me sentía en casa, porque así lo hacían mis súbditos en México, aquellos que me debían algunos favores, milagros, transas, moches.

Y es que este hotel fue uno de los más prestigiosos de Tokio, inaugurado para recibir a diplomáticos y espectadores internacionales durante los Juegos Olímpicos de 1964, los primeros Juegos televisados a nivel mundial.

Cincuenta años después, el Okura, que en su día fue el paradigma del brillante futuro de Tokio, se reinventó, incluso demolió, para volver a ser el centro de atención para el mundo diplomático. Incluso en mi historia había un espía que me tomaban fotos con sus teléfonos para captarme infraganti, ya sea comiendo con la boca abierta o haciendo compras en tiendas en donde ningún mexicano promedio puede comprarse ni siquiera un llavero.

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Hambre insaciable

Los restaurantes eran fantásticos, allí no había ni tlacoyos ni pejelagarto. Pero sí los tradicionales menús kaiseki y el teppanyaki, este último me hizo recordar al que aparece en la peli “El lobo de Wall Street”, de nombre Benihana, donde lavan dinero del narcotráfico a través de transacciones millonarias… Porque “El que en pan piensa, hambre tiene”.

Tuve un desayuno incluido en Orchid, un buffet que incluye carnes frías, plancha para pedir huevitos al gusto, menú de charolas calientes con diversas proteínas, pan dulce y salado, hot cakes y otras especialidades japas que nunca existirán en los Comedores para el Bienestar.

Entre bocado y bocado pude ver al chivato que me había tomado fotos anteriormente, el espía, según yo, seguía mis pasos. Quizá era alguien inspirado en el James Bond de Sean Connery, actor que fue hospedado en este hotel. O buscaba a alguna celebridad, porque aquí también pernoctaron la princesa Diana y el príncipe Carlos, Barack Obama y el hijo de

un ex presidente de México que al igual que yo vacacionó para descansar de sus “extenuantes jornadas de trabajo”.

En este sueño me sentía agotado, porque el político se cansa de no trabajar, pero los lugares místicos que hay en Japón llenan de poder a cualquier hijo de tlatoani, incluso logré caminar por el exclusivo barrio de Aoyama para despejar mi mente en boutiques de lujo y, por supuesto, pasar la tarjeta de crédito (las del Bienestar no eran aceptadas) para llevar un poco de Tokio a casa.

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Harakiri mediático

A mi regreso a México la filosofía Zen que había adquirido en la “Tierra del Sol Naciente” se desmoronó. Hubo un “linchamiento político” y mediático debido las fotos que “mis adversarios e hipócritas conservadores” filtraron a las redes sociales, donde todos los mexicanos descubrieron quién era yo realmente. Conocieron parte de mis excesos y lujos, además de señalar la ausencia en mi trabajo. Un momento álgido que me impulsó a cometer la peor estupidez que puede hacer un servidor público: escribir una arrogante carta para defender lo indefendible, un escrito que me hundió, más, hasta sumergirme en la oscuridad total, en el abandono y el olvido. La peor pesadilla que le puede suceder a cualquier político.

Desperté exaltado, con la respiración y el pulso cardiaco acelerados. Eran las 3:00 am, momento de gran actividad paranormal, demoníaca o de apertura a lo espiritual según la creencia popular. Solo me quedó agarrar el rosario que me regaló mi mamá y ponerme a rezar para que nada de esto me sucediera en la vida real.

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Foto perfil de Pepe Treviño
Pepe Treviño Escritor Soy un periodista de investigación que se sirve de los siete pecados capitales para abordar diversos temas, soy un apasionado travel writer que ha explorado el planeta para compartir historias singulares. En cada rincón del planeta hay gente y experiencias que pueden influirnos para cambiar el rumbo de nuestras vidas, para inspirarnos, para dejar de ser turistas y convertirnos en viajeros.
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