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En boca abierta: Sin Rumbo fijo

Por: Mauricio Flores 15 May 2019
  Una gran mayoría de quienes salieron a las urnas el pasado primero de julio, pareciera decir: “cualquier cosa es […]
En boca abierta: Sin Rumbo fijo

 

Una gran mayoría de quienes salieron a las urnas el pasado primero de julio, pareciera decir: “cualquier cosa es buena con tal de ya no seguir por el mismo camino”. Esto, en relación con el modelo político y económico que la clase gobernante aplicó durante más de tres décadas en el país. Hoy, que el actual presidente ha decretado la expedición del “acta de defunción” de esa estructura de gobierno llamado “neoliberalismo”, surge la pregunta, entonces, ¿sobre qué nuevo modelo tiene en mente que deberá regir la vida pública de los años por venir?

En marzo pasado se llevaron a cabo foros en varias entidades del país para determinar el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2019-2024 y “escuchar” a los diversos sectores en cuanto a lo que requiere México para salir de la situación en que se encuentra. Si nos atenemos a lo expresado por López Obrador en torno al nuevo modelo que aplicará su administración, entonces éste tendrá que “irse ajustando” a las necesidades del país. El titular del ejecutivo le llamó a esta nueva etapa el “postneoliberalismo”, pero nada más.

Algunos analistas han pronosticado que podríamos regresar al “nacionalismo revolucionario”, que enarboló el Partido de la Revolución Mexicana en 1940 al término del mandato de Lázaro Cárdenas, y que se prolongó con el viejo PRI, surgido en 1946, o virar hacia una economía que “mezcle” al mercado con el control gubernamental sobre las principales decisiones políticas y financieras del país. Lo cierto es que nadie en su sano juicio podría hoy definir con claridad hacia dónde se dirige la nación; el rumbo que tomará el país en los próximos años.

Muy lejos quedaron ya las declaraciones de López Obrador cuando en su calidad de “presidente electo” afirmó a principios de septiembre del año pasado que recibiría “un país más fuerte que hace seis años. Afortunadamente, nuestro país no pasa por una crisis económica o financiera y hoy es más fuerte”, diría a su llegada a Monterrey por aquellas fechas.

Si nos basamos en los 11 lineamientos esbozados recientemente por el presidente en relación con la creación de una nueva “política postneoliberal”, el panorama se torna aún más incierto: honradez y honestidad; no al “gobierno rico con pueblo pobre”; economía para el bienestar; el mercado no sustituye al Estado; igualdad entre hombres y mujeres; “primero los pobres”; no hay paz sin justicia; no más migración por hambre o por violencia; democracia, ética, libertad y confianza.

Son demasiadas generalidades como para encontrar en ellas el nuevo camino que debe seguir el país para superar los problemas que se gestaron desde hace ya varios años. La falta de definición de lo que podría ser el nuevo modelo político y económico a seguir por México en las próximas décadas abona al clima de incertidumbre que se “respira” en el país.

Lo cierto es que las acciones emprendidas por el ganador de las elecciones de julio pasado desde los primeros días, incluso, de haber obtenido la victoria, no están —por lo que observamos ahora— dentro de lo que podría ser el nuevo “andamiaje” sobre el cual deberán construirse las bases de un nuevo país. Y no lo están porque sencillamente hasta el día de hoy no está definido el modelo a seguir, según el resultado obtenido de dichos foros para “planear juntos la Transformación de México”.

Es decir, el retraso en la definición del modelo a seguir para los próximos años necesariamente le afecta al nivel de adaptación del país a los nuevos tiempos que vive el mundo, en los que la velocidad de los cambios obliga a sus líderes y sus sociedades a estar en alerta permanente para no rezagarse en el concierto mundial. No son las “visiones aldeanas” de los gobernantes las que salvan a un país de la inacción social frente al avance de aquellos que conforman el llamado “primer mundo”, hoy dueños de la tecnología y de los primeros lugares del desarrollo.

Lamentablemente, la violencia social en la que está sumergida la sociedad mexicana no terminará de un día para otro. Fueron años de descomposición y serán años de “restauración” hasta llegar a los niveles de paz y desarrollo que tuvimos antes de los años 70. Sin la erradicación del clima de encono que prevalece en estos tiempos del país, será imposible regresar a la senda del crecimiento nacional por más buena voluntad que exista entre quienes toman las decisiones más importantes de la vida pública nacional.

Urge definir qué rumbo tomará el país para los próximos años. De lo contrario, los años perdidos nos seguirán pasando la factura.

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