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Sexo, sexo, poder y poder; el lado erótico de la política

Por: Mauricio Flores 14 Sep 2018
Una cosa va de la mano de la otra. Una posición privilegiada en la sociedad sin lugar a dudas nos asegura llegar mucha más pronto a la alcoba
Sexo, sexo, poder y poder; el lado erótico de la política

El emparejamiento sexual, ya sea con fines reproductivos o lúdicos está asociado, desde que esta civilización es tal, con la posesión de riqueza material y ascendencia jerárquica: desde La Epopeya —en tramos lujuriosa— de Gigamesh, los apasionados versos de El Cantar de los Cantares del Rey Salomón, la obra literaria de Pablo Neruda u Octavio Paz, o las anécdotas hechas canción por sus satánicas majestades The Rolling Stones, reflejan ese impulso primario que se puede magnificar cuando se poseen algunas de las características del poder… y de preferencia todas juntas, es decir: riqueza, fama, ascendencia política o cultural, con las que el placer y la multiplicación de los genes propios se convierten en un estilo de vida e incluso una forma de distinción social.

La frase que mejor sintetiza cualquier explicación del vínculo entre poder y sexo es aquella dicha por Henry Kissinger: “El poder es el mayor afrodisiaco”, lo que deja fuera de toda discusión que los hombres y mujeres poderosas tiene mayor proclividad y recursos para multiplicar sus contactos sexuales que pueden conseguir sin necesidad de sojuzgamientos o acoso a otras personas si así lo desearan. Sin embargo, la institución matrimonial y su liga con las herencias de cuantiosos bienes materiales, junto con una moral judeocristiana y sistemas jurídicos que sólo avalan la monogamia, son límites a veces reales, costosos, y otro tanto sólo estuches formales que ocultan la doble vida (hay quienes dicen doble moral) en los países con reglas del liberalismo occidental.

Pero para todos aquellos que no tienen grandes riquezas ni poder ostensible para multiplicar sus parejas, en un mundo en donde el 10 % de la población con mayores recursos posee 62 % de la riqueza, y el 50 % de la población más pobre sólo accede a 3.5 % de la riqueza (Oxfam, Foro de Davos 2017), las alternativas a la sexualidad se han ido “democratizando” y comercializando por canales formales y tradicionales, informales e incluso criminales que se han convertido en negocios multinacionales de la trata de personas que curiosamente suele abastecer de personas a los sistemas de prostitución de “alto nivel”.

La lógica indicaría que a menor cantidad de recursos, el número de personas en pobreza se reduciría, porque no tendría los recursos para la reproducción. Hasta 2010, Ecatepec era el lugar de México con la mayor tasa de madres solteras y a nivel latinoamericano de mayor crecimiento poblacional. Esta aparente contradicción se puede explicar por dos factores convergentes: por un lado, la conducta natural de los seres vivos a multiplicarse cuando se encuentran en situaciones de permanente escasez y probabilidad de morir joven a fin de trasmitir sus genes a la siguiente generación (Richard Dawkins, El Gen Egoísta), y los sistemas de bienestar social desarrollados en el siglo XX para contener el descontento que amenazó con revoluciones y guerras civiles a los países capitalistas desde 1910 hasta la caída del Muro de Berlín (1989).

La globalización del comercio y las inversiones, junto con la revolución tecnológica que tomó fuerza en las dos últimas décadas del siglo pasado incorporó a millones de personas a la clase media y media alta, pero desplazó a trabajadores especializados del sector manufacturero y primario hacia los servicios con salarios reducidos en buena parte de Europa y América. Las nuevas clases medias se vieron de repente ante el posible hedonismo que puede proporcionar el excedente económico y no vacilaron en usar todas las herramientas para lograrlo, incluyendo Internet donde el mayor tráfico de información sigue siendo el contenido sexual.

Entre los empresarios de tamaño medio y grande el sexo es una parte especial del status quo. Sin intentar se concluyente o sistemático, envié una consulta entre algunos amigos y amigas que se dedican a los negocios, prósperos e innovadores, cuya edad oscila entre los 40 y 60 años de edad.

Todos ellos, hombres y mujeres en ese rango de consulta, aceptan tener fantasías sexuales que van desde el tradicional y onírico encuentro en una playa solitaria, en un helicóptero o en motocicleta a alta velocidad. No deseo ser concluyente, pero próximamente les compartiré resultados más completos de esta consulta sobre una actividad en la que todas y todos concluyen: lo importante es el “final feliz”.

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