Por Sergio Sepúlveda (@sergesepulveda)
Eso implica llevar a mis hijos a la escuela todas las veces que pueda, trabajar en proyectos que me gustan y disfruto –con el estrés y la gastritis que incluyen–, ir a comer a casa la mayoría de las tardes, comer una manzana diario y tacos al pastor los viernes, descorchar una buena botella de vino tinto sin algún pretexto importante, cine semanal, consentir a mis hijos con una hamburguesa de comida rápida, asolearme una vez al mes, hacer lo necesario para escuchar la voz de mi esposa y mis hijos diciéndome “te amo”, emborracharme con los amigos y tener que vérmelas con la resaca –como canta Fito Páez– , reencontrar a quienes he dejado de ver por mucho tiempo, lavar mi auto y saber que no hay otro igual aunque tenga ya seis años con él, escuchar música, reflexionar alguna frase célebre del Twitter, leer revistas, libros, cómics, periódicos, tomar fotos y revisar los álbumes que ya acumulan miles de momentos felices, llamar diario a mi madre, abrazar a quienes quiero, valorar mis logros cuando me siento frustrado, hacer menos corajes y perdonar más, ponerme en los zapatos del otro y no esperar que se pongan en los míos, disfrutar el futbol en el estadio y el americano en la tele, reconocer el trabajo de mis compañeros, comprarme zapatos, gafas y no usar reloj, andar descalzo en mi hogar, levantarme temprano el fin de semana para trabajar en ideas nuevas, menos Whatsapp y más plática, almacenar en mi cabeza datos curiosos y contarlos de la mejor manera, ejercitarme como diversión y no como una obligación sin descanso, nadar, correr, comer fritangas, impartir conferencias, charlas que retroalimentan mi espíritu y me dan un sorbo de la fuente de la eterna juventud, atreverme a lo nuevo desde mi posición de ser tradicionalista, escaparme a otro país, ciudad o pueblo cercano y viajar seguido al diccionario, ordenar mis cosas sin reprocharme que en muy poco tiempo estarán de cabeza de nuevo, beber Jack Daniel’s con coca light y agua de chía con limón, atender con gusto la obligación de comer más verduras, decirle a mis hijos que lo han hecho bien y yo esforzarme por ser mejor padre de la forma en que yo lo entiendo, seguir diciendo la verdad con todas las incomodidades y con el tremendo alivio que genera ser honesto, usar la misma loción que me hace sentir interesante desde hace más de quince años, consentir a mis pies, muslos, nalgas, brazos, hombros, cuello, rostro y cuero cabelludo con un masaje, ir a los grandes momentos de mi pasado con The Beatles, Joaquín Sabina, U2 y Soda Stereo.
Porque disfruto todo lo anterior, no me hago un solo propósito aunque debo aceptar que más sexo a nadie le cae mal, y si el orgasmo es un final feliz, entonces revolquémonos en la dicha. Que el 2015 los llene de satisfacciones al levantarse de la cama y al volver a ella.