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ELIXIR DE LA VIDA

Por: Sargento Hardcore 31 May 2018
Caminaba por los pasillos de un hotel en la playa, eran cerca de las 4 de la mañana, no había […]
ELIXIR DE LA VIDA

Caminaba por los pasillos de un hotel en la playa, eran cerca de las 4 de la mañana, no había casi nadie, solo algunos vigilantes y de vez en cuando jóvenes regresando de la fiesta.

Esa madrugada caminé hacia la playa y me quedé disfrutando de la brisa del mar, casi no había luz por lo que me perdía entre las sombras. Pasaron algunas horas y a lo lejos se escuchaba las risas de dos mujeres enfiestadas, las vi correr hacia la playa sin que se dieran cuenta de mi presencia. Bastaron algunos segundos para que se quitaran la ropa y bailaran completamente desnudas.

 

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Me acerqué poco a poco tocándome mis partes, no podía con tanta belleza, sus pechos eran hermosos y se paseaban libremente como invitándome a jugar con ellos. Con mucha cautela me acerqué, tratando de hacerme notar para no espantarlas de golpe. Ellas reaccionaron a mis ruidos y se miraron asustadas, pero seguían jugando como esperando a que me hiciera presente.

Estábamos a unos 20 metros de distancia, fue ahí cuando comencé a palpitar mientras me excitaba cada vez más, ellas ahora sonriendo con intensión de que me uniera. Comencé a quitarme la ropa, hasta quedar completamente desnudo, solo con mi miembro erecto listo para entrar en acción.

Las dos chicas, al verme se acercaron, cada paso me excitaba más y mas, hasta que las tuve hincadas frente a mi miembro, ambas comenzaron a probarlo y cada vez lo hacían con más fuerza, como si fuera el último pene que probarían en su vida. El mejor sexo oral que había recibido en mucho tiempo.

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El sentir sus labios me llenaba de morbo, el introducir mi pene en sus bocas me llevaban al paraíso, ellas estaban deseosas y en voz sutil me decían: “no te corras, por favor”.

Ninguna quisieron que las penetrara, solo deseaban probar mi miembro por horas hasta dejarlo inconsciente. El momento estaba por llegar y aunque no quería terminar, inevitablemente dejé fluir mi semen, ellas seguían probándolo y como si solo fuera una máquina sexual continuaron haciendo oral hasta dejarme agotado.

Ellas siguieron teniendo sexo en plena playa, ahora yo solo observaba, veía como una a la otra se daban placer de todos los modos posibles. Comencé a caminar, alejándome de aquellas hadas del deseo que por una noche me hicieron sentir la gloria.

 

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