Sargento Hardcore: cóctel de sexo anal

La temperatura llegaba a los 32 grados, yo caminaba por el puerto tratando de conectar con alguna hembra que quisiera pasar un momento inolvidable. El sudor hacía que mis deseos de sexo aumentaran poco a poco, hasta aceptar cualquier mirada pecaminosa para invitarla a mi habitación.

Mujeres deslumbrantes con figuras de diosas, esculturales tentaciones que me incitaban a portarme mal. En algunas ocasiones el sudor hacía de las suyas y dejaba ver algo más que sus senos. La mayoría solas o acompañadas de sus amigas, todo un paraíso tropical.

Al distraerme con tanta belleza, tropecé con una piedra y caí en los pies de la mujer más ardiente del lugar. Desde abajo podía ver sus caderas y sus frondosos senos no me dejaban ver su rostro. Me levanté, al mismo tiempo que me disculpaba, ¡era una diosa encantadora!

Ella no dijo nada, estaba de la mano de su amiga y ambas solo me sonrieron. Fue cuando decidí invitarlas a bailar, a lo cual aceptaron de inmediato. Dos hermosas dominicanas, no pude tener mejor suerte ese día.

El calor no disminuía, así que me dejé llevar. Llegamos a un lugar para bailar salsa, todos bailaban con movimientos muy sexuales, tal vez era el encanto del lugar. Samantha era el nombre de una de ellas, la chica que me invitó a bailar, apenas había bebido un mojito cuando ya estaba pegando su cuerpo al mío, rozando poco a poco y muy suavemente sus pezones con mi pecho. Como era de esperarse, reaccioné y la abracé fuertemente para que sintiera mi miembro en su pelvis. Ella sonreía y me apretaba más y así seguimos por horas.

Cuando terminamos de bailar, era el momento perfecto para lanzar la propuesta indecorosa. Nos fuimos de ahí directo al hotel y cuando cerré la puerta ella se puso de rodillas y comenzó a chupar mi miembro que estaba más duro que una roca. Sus movimientos eran mágicos, nunca antes alguien me había hecho algo así, era única. Su lengua se amoldaba a mi pene como si lo conociera de siempre. De pronto ella se detuvo y me dijo con voz suave:

-¿harías algo por mí? –

-¡Claro! Le respondí de inmediato.

Nunca me hubiera imaginado que por cuenta propia me pediría con tanto fervor que la penetrara por detrás ¡Fue una grata sorpresa! Desde luego que accedí y poco a poco comencé a lamer todo su cuerpo hasta llegar a esa zona tan delicada pero que me produce tanto placer.

Una botella de vino estaba abierta y a la mitad. La noche anterior había tenido otro ardiente encuentro, así que comencé a bañar a Samantha en vino, el sabor era excepcional, único. Toda ella impregnada de vino y yo con ganas de comerla entera.

Ya en el piso, acostados de lado, comencé a frotar mi miembro en su ano, despacio y suavemente para no lastimarla. Sólo podía escuchar su voz que cada vez cobraba más fuerza al decirme que la penetrara.

Poco a poco fui introduciendo mi pene y mientras más se adentraba en aquella fuente de placer, más era la sensación de deseo. Ella jamás se quejó, al contrario, en todo momento pedía nunca terminara. Sus gemidos eran mi motivación.

Cada vez que aumentaba la velocidad, la besaba, mordía sus labios y apretaba sutilmente sus senos. Era mía, mi diosa dominicana. Así duramos varias horas, descansábamos y volvíamos a repetir la rutina cada vez más salvaje.

Al terminar, ella me dijo que era virgen, por eso solo me dejó penetrarla por detrás. Nunca olvidaré su nombre ni los encantos de la bella Samantha…