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Redes Ocultas: Las pruebas de embarazo y los negligés que están en subasta

Por: Iván Montejo 30 May 2019
Cada año las noticias son invadidas con subastas ridículas, platos desechables, pruebas de embarazo e incluso inodoros, ¿por qué?
Redes Ocultas: Las pruebas de embarazo y los negligés que están en subasta

 

Recientemente un plato desechable del que comió Kurt Cobain y que tenía un setlist de Nirvana se vendió por 22,400 dólares. El pedazo de cartón que alguna vez sostuvo la pizza del cantante no fue el único objeto, en el mismo lote se subastó en 75 mil dólares el suéter que Kurt usó en su última sesión de fotos para la banda.

Como si fuera el Rey Midas del mundo real, por sólo haber respirado de la esencia de Kurt Cobain, un suéter y un plato alcanzaron un valor casi ridículo, un precio que parece salido de la imaginación de un novelista.

Historias de “postguerra”

No es extraño que Philip K. Dick en su novela El Hombre en el Castillo, nos presente al señor R. Childan, el dueño de Artesanías Americanas, S A., una tienda de venta de antigüedades de la Guerra Civil estadounidense.

Objetos que en algún tiempo habían sido simples posters o armas inservibles, pero que tras el triunfo de los japoneses en la Segunda Guerra Mundial habían alcanzado un valor incalculable. Los nipones amaban las cosas de los tiempos en los que Estados Unidos era libre, por lo que estaban dispuestos a pagar lo que fuera con tal de tener un vestigio de ese pasado.

Con el tiempo se revela que la mayor parte de ese mercado es una farsa: grandes empresas, como la Compañía W-M, se dedicaban a inundar el mercado con réplicas exactas para satisfacer a los demandantes japoneses.

 Era un mercado perfecto:

nunca se les habría ocurrido preguntarse si los llamados objetos de arte históricos que se vendían en las tiendas de la costa Oeste eran o no genuinos. Un día quizá lo pensarían, y entonces la burbuja estallaría de veras, y el mercado se vendría abajo, aun para los objetos auténticos. Una ley de Gresham: las falsificaciones quitaban valor a lo verdadero. Y por eso, sin duda, nadie investigaba ahora. Al fin y al cabo todos eran felices. Los industriales que aquí y allá, en distintas ciudades, fabricaban los objetos. Los comerciantes al por mayor que los llevaban a las tiendas. Los vendedores que los anunciaban y exhibían. Los coleccionistas que ponían el dinero y se llevaban las cosas a sus casas, felices, para impresionar a sus socios, amigos y amantes.

Ficción y realidad

Con este tipo de subastas estamos ante un mercado similar, objetos que en principio no tienen ningún valor, pero que se vuelven reliquias casi sagradas cuando son ligadas a un personaje famoso.

El inodoro de J.D. Salinger por un millón de dólares, el anillo de Lee Harvey Oswald (el asesino de John F. Kennedy) por 108 mil dólares, el negligé de Monica Lewinsky por 2, 500 dólares, la prueba de embarazo de Britney Spears y el  pañuelo usado de Scarlett Johansson por 5 mil dólares. Todo tiene un precio exorbitante en este mercado inflado por la adoración que algunas personas tienen por los famosos.

Al igual que en el mundo de El Hombre en el Castillo, se trata de un mercado donde el precio no reside en el objeto, sino en la idea e importancia que el comprador le da. Para muchos el estatus  y el fanatismo no es barato, razón por la cual hay que gastar algunos miles de dólares con tal de hacerse de una réplica o un plato desechable usado.

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