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Redes Ocultas: la sangre mueve a la tecnología

Por: Iván Montejo 03 Jul 2019
El mundo de la tecnología está en constante cambio, pero pocas veces se habla de la violencia que mueve a ese progreso: la explotación minera en África
Redes Ocultas: la sangre mueve a la tecnología

Para occidente, África se ha visto con ojos de explotación, desde personas, animales, diamantes y madera. Cualquier elemento de ese continente es valioso y cualquier medio es justificable con tal de explotar la riqueza que esconden sus junglas, estepas, montañas, ríos y ciudades. Esta historia parece parte del pasado, pero no puedo evitar pensarla cada vez que veo el anuncio de un nuevo Smartphone.

Más valioso que el diamante

Pensamos en las historias de los diamantes de sangre, aquellas piedras preciosas que son vendidas para financiar conflictos armados y guerras civiles, y el marfil que está acabando con toda una especie. No obstante, existen metales menos conocidos que actualmente están creando una tormenta de violencia alrededor de las minas que guardan a los valiosos elementos.

Naturalmente el oro sigue siendo uno de los protagonistas, pero a él se la han sumado minerales menos conocidos como el cobalto, el coltán y el estaño. A diferencia de la antigüedad, ya no se trata de elementos para producir valiosas joyas; ahora cobran una importancia diferente al ser centrales para la producción de cualquier aparato electrónico.

Por ejemplo, el precio del cobalto —determinante al ser un elemento central en la creación de las baterías de autos eléctricos y otros dispositivos—en tan sólo un año precio incrementó entre 8 % y 10 %. Este valor fue tal que Estados Unidos se comenzó la extracción de este mineral en 2014, la primera vez desde hace cuatro décadas.

La toma de conciencia de nuestro vecino del norte no es nueva. En 1946 aprobó la Strategic Minerals Stockpiling Act¸ una medida con el fin de acumular la mayor cantidad de cobalto posible. La carrera por estos minerales había comenzado y el corazón de África sería el centro de la nueva “fiebre del oro”.

La tragedia de ser rico

La República Democrática del Congo, o RD Congo, se convirtió en la tierra prometida de los grandes complejos mineros del mundo. Esto debido a que en sus tierras residen la mayor parte de los minerales necesarios, e incluso tiene el 64 % del coltán del mundo, elemento central para crear nuestros aparatos electrónicos.

Esta riqueza desde 1996 ha provocado la muerte de más de 6 millones de personas. Una constante lucha regional por el control de los minerales que ha provocado la intervención de Ruanda, Uganda y Burundi; países que en dos guerras invadieron a RD Congo con el fin de controlar sus recursos.

Las intervenciones por años han sido financiadas indirectamente por el Reino Unido y Estados Unidos, quienes brindan ayuda económica y militar a los regímenes de Uganda y Ruanda, mismos que financian la creación ilegal de minas artesanales en el territorio congoleño.

Violencia artesanal

El problema no sólo se acaba en los conflictos bélicos. La extracción de los minerales en la mayoría de los casos es ilegal, por lo que las minas se han convertido en una especie de esclavitud moderna.

Se estima que un quinto de la población congoleña trabaja en estos lugares. La mayoría lo hace en condiciones que no están reguladas y los niveles de trabajo infantil son bastante altos. Al tratarse de extracciones ilegales, muchas veces lo hacen bajo la vigilancia de grupos militares, como lo demuestra Deutsche Welle al citar un informe de la International Peace Information Service (IPIS), organización que visitó 2 mil 400 sitios y encontró el 69 % de las minas tenía a grupos armados presentes junto a los mineros.

Además de las terribles condiciones de explotación en las que viven, la extracción afecta directamente a los pulmones de los trabajadores. Noticia lo suficientemente grave para un adulto, pero catastrófica si se toma en cuenta que muchos de los trabajadores son mujeres que laboran cargando a sus hijos en la espalda.

Por si fuera poco, los mineros viven en una constante incertidumbre. Ninguno recibe un salario estable y únicamente se le paga cuando encuentra un mineral, lo que a la larga puede significar una deuda impagable. Graves consecuencias a cambio de un futuro incierto.

Medias insuficientes

A pesar de toda esta violencia, estamos ante un mundo tecnológico que vive una constante carrera para lanzar sus próximos productos. Lejos quedaron esas ferias internacionales donde se presentaba la forma en que se vería el mundo en el futuro; ahora vemos una falta de innovación, donde parece que lo único que se puede mejorar es la calidad de imagen, las cámaras y los gráficos.

Este mundo ha exigido cambiar la forma en que se explotan los minerales de África. Desde 2010, Estados Unidos realiza una revisión de la importación de estos elementos para que estén “libres de conflictos”. Todo con el fin de reducir la violencia que ha provocado la industria minera.

A pesar de estas regulaciones, los conflictos continúan. En 2014 Prnewswire reportó que Ruanda era el mayor exportador de coltán del mundo, a pesar de que las reservas de ese país son ínfimas con respecto a las de RD Congo. El tráfico ilegal continúa.

La forma en que continúa la extracción se puede ver con otro mineral. Public Radio International (PRI), reporta que el gobierno del Congo estima que entre 20 y 30 toneladas de oro son extraídas a través de minas artesanales cada año y tan sólo 300 kilos son oficialmente exportados.

En este sentido, Deutsche Welle cita a Obima Faustin, un “experto” en el oro congolés que asegura que no es difícil esconder el oro: si son cantidades pequeñas un bolsillo es suficiente, y en el caso de los envíos grandes recuerda que en África las fronteras no se vigilan. Una vez que los traficantes locales cruzan la frontera de otros países, como Uganda, pueden realizar el papeleo para legalizarlo, con lo que “limpian” el metal sin revelar su lugar de procedencia.

Estamos ante un tráfico que se ha encargado de financiar un genocidio silencioso, una violencia movida por los procesadores de nuestras computadoras y nuestros smartphones, ¿hay algo que podamos hacer?

En lo personal, amo la tecnología, constantemente veo los anuncios de la industria y me emociona comprar las innovaciones. Sin embargo, algo debe cambiar, debemos dejar de ver a la tecnología como cajas coloridas de cereal con una corta vida útil, tomar en cuenta que son bienes que utilizaremos por años y no objetos que desecharemos cuando el nuevo modelo esté disponible.

La estabilidad de un país y la sangre de generaciones están en nuestro bolsillo. Hay que ser más conscientes de las miles de personas que murieron, que fueron explotadas y que sufren de enfermedades respiratorias con tal de que tengamos el último iPhone en nuestras manos.

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