Redes Ocultas: Cuando entretener importa más que la verdad
Data Pop acaba de mostrar una radiografía de las prioridades que tenemos como medios. Tras darse a conocer varias noticias sobre violaciones cometidas por policías, las páginas digitales dedicaron menos de 40 notas para cubrir los hechos que hubieran sido un escándalo nacional en otros países. En contraste, en cinco días las palabras metrobús, reportero, graffiti y Ángel casi llegaron a las 140 notas.
La misma violencia de siempre
A los ojos de la mayoría de los medios, los eventos del viernes borraron la relevancia de la terrible situación que viven las mujeres en nuestro país. A pesar de tener un compromiso con la información y la verdad, los medios digitales e impresos buscan aumentar sus números, y en esta lucha por los clics la violación no vende.
Cada feminicidio, violación y acoso normaliza la violencia hacia las mujeres. Las primeras noticias generaban una indignación generalizada, pero tras miles de historias similares el público deja de interesarse, necesita de nuevas historias.
Las mujeres violentadas se convierten en cifras, historias perdidas en un mar de sangre y abuso. Una masa que no se puede explotar, se necesitan eventos “novedosos” para captar la atención, hechos únicos como la agresión a un periodista en cámara y la pinta de un monumento histórico.
Entretener en lugar de informar
La situación se agrava cuando se toma en cuenta que los portales de noticias se están convirtiendo en una ventana de entretenimiento más. Las redes sociales han colocado a las noticias en el mismo lugar que a los videos de gatos, fotografías de familiares, memes, marcas e Influencers.
De esta manera, informar ya no es el único trabajo de los medios, deben entretener a costa de todo: ya sea con notas sobre la última foto que subió Yanet García o con titulares que omiten información para generar clics.
Hace más de cuarenta años la película Network (1976) nos brindó una advertencia sobre el peligro que significaría el matrimonio entre la información y el entretenimiento. La cinta se centra en Howard Beale, un conductor de noticias que un día sufre un colapso nervioso y comienza a decir todas las verdades en televisión. Su episodio de locura resulta ser un éxito para el público y la televisora decide realizar un programa alrededor de aquella furia que tanto incrementa al rating.
El odio era la clave del éxito del The Howard Beale Show, un enojo que dejaba atrás a los hechos para ponderar en la víscera que tanto atraía al público.
El odio como entretenimiento
En una realidad donde las aplicaciones muestran por igual la noticia de la violación de una niña que las fotografías de borrachera de un amigo, la información se ha banalizado y los medios deben ir más allá de los hechos.
Charles Duhigg investigando las raíces del odio en Estados Unidos citó al director del Berkeley Social Interaction Lab, que asegura que nuestros cerebros se ven similares cuando experimentamos odio y alegría, estamos en control y nuestra capacidad de tomar decisiones aumenta.
Antes se veía al odio como un vestigio ancestral que las sociedades más avanzadas debían suprimir; pero ahora forma parte de nuestra cultura, dejó de ser una catarsis, se convirtió en un estilo de vida.
La violación de una chica por parte de cuatro policías ya no genera el enojo que se espera de una audiencia, se trata de un caso que hemos aprendido a lidiar con tantos ejemplos similares. La situación cambia con una agresión en cámara a un reportero, la destrucción de una estación de metrobús o la pinta del Ángel. Son presentados como hechos indignantes para causar un impacto en el público, un enojo que no es posible de encender cuando se habla de “conceptos” tan generales como feminicidio, violación y acoso.
Ante esta realidad debemos exigir a los medios que ante la gravedad de los hechos contra las mujeres es necesario ponderar la información que los clics.
