Queridos Reyes Magos: “que en el 2019 no nos falle”
Hace 25 años, en 1994, sucedieron una serie de eventos políticos, sociales y económicos que afectaron todas las dinámicas de México. Hagamos memoria.
El 1 de enero entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el cual, recientemente fue modificado después de ríspidas negociaciones; también, el primer día del ’94, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas para exigir lo mínimo que necesita un pueblo: trabajo, salud, comida, libertad, justicia y paz, temas que siguen pendientes, no sólo en Chiapas, donde fue el epicentro del movimiento armado. Luego, el 23 de marzo del mismo año, los noticiarios de televisión se dieron vuelo transmitiendo las imágenes del magnicidio en contra del candidato a la presidencia de México por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Luis Donaldo Colosio, quien con 44 años de edad murió baleado en la cabeza al terminar un mitin en el barrio Lomas Taurinas, Tijuana. Este funesto evento provocó que Ernesto Zedillo entrara como candidato relevista y, sorprendentemente, rebasó al “Jefe Diego” y dejó en tercer lugar a Cuauhtémoc Cárdenas; Zedillo ganó con 17 millones 181 mil 651 votos, que representó el 50.13 por ciento de las preferencias. Hace 25 años, en 1994, también se produjo el famoso “error de diciembre”, mucha gente salió afectada con la devaluación; las deudas personales de muchos mexicanos crecieron provocando infartos y hasta suicidios, literal; el dólar se fue por las nubes de golpe de 3.50 a 6.50 pesos.
Sí, en 2019, es el 25 aniversario de un año que sacudió a México; en otras palabras, 1994 es a los noventa lo que 1985 es a los ochenta, una catástrofe; distintas catástrofes sí, guardando el respeto a las vidas que se perdieron en el sismo que derrumbó la Ciudad de México, pero cada año, con sus eventos históricos, nos cambiaron la vida.
Se preguntarán, queridos Reyes Magos, por qué hago este recuento. La razón es que desde 1994 los mexicanos dejamos de ser ingenuos; desde ese año comprendimos que la paz social que nos vendieron en los ochenta y hacia atrás no era tal; la promesa de ser una potencia y de codearnos con un tratado comercial se reventó con una de las devaluaciones más crueles; con el asesinato del candidato oficial nos aseguramos de que nadie está seguro en México.
A 25 años de esos eventos, hoy la mayoría de los mexicanos tenemos esperanza de nuevo. Andrés Manuel López Obrador representa el “sí se puede”, “el que persevera alcanza”, “la voz del pueblo”, “ahora sí”. En diciembre pasado, en un discurso criticado por su larga duración al tomar protesta como Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, AMLO resaltó una frase dicha por un ciclista que se le acercó mientras se dirigía en su auto a la Cámara de Diputados, el hombre de la bicicleta le dijo que él, AMLO, no tenía derecho a fallarnos.
Andrés Manuel y su equipo de trabajo han asegurado, una y otra vez, que no van a fallar. Y el “no nos van a fallar” señala en general a todos los presidentes después de Ernesto Zedillo. A Vicente Fox que nos convenció de sacar al PRI a patadas, a Felipe Calderón en quien confiamos para tener un país más seguro y a Enrique Peña Nieto cuya calificación final fue la peor.
AMLO ha generado simpatía en millones de mexicanos que como nunca antes han adquirido muñecos de peluche, tazas, llaveros, plumas y muchos “recuerditos” como amuletos que los acompañen este sexenio. Su discurso en la toma de posesión también conmovió a sus fieles, no fueron pocos los que lloraron emocionados.
Entonces, aprovecho esta carta, la cual dejé de escribir hace más de tres décadas, para pedirles ayuda. No soy un niño, pero sigo soñando, como lo hacen muchos mexicanos. Sueño con que un gobernante ponga por delante las necesidades de los ciudadanos y no las suyas o las de sus colaboradores; sueño con un país sin miedo a morir en la calle, en un asalto, por un secuestro, por el enfrentamiento de algunas bandas; sueño con un país donde estudiar en una escuela pública sea una garantía de calidad; sueño con la certeza de ser atendido en un hospital general de manera rápida, cálida y con calidad; sueño con policías rectos; sueño con servidores públicos que sirvan; sueño con un pago de impuestos que se refleje en la vida cotidiana; sueño, sueño y sueño.
Sé que ustedes sólo traen tres regalos como máximo y nuestros deseos son muchos, pero se las pongo fácil: con una cosa basta, con sólo una gran tarea que realice Andrés Manuel de manera clara, sin maquillajes, con sólo una, no nos habrá fallado. Ayudémosle. Difícil de creer.
