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¿Qué serías capaz de hacer por un libro?

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Cuando alguien es lector, la lectura se apodera de todo su ser, incluyendo también su billetera. Te dejamos la entrega […]
¿Qué serías capaz de hacer por un libro?

Cuando alguien es lector, la lectura se apodera de todo su ser, incluyendo también su billetera. Te dejamos la entrega de esta semana de nuestra columna Libros al desnudo.

Por Jaime Garba (@jaimegarba)

Cuando salió aquella polémica nota asegurando que los mexicanos gastaban más dinero en libros que en alcohol, una sonrisa dibujó mi rostro, la cual significó todo menos una burla, más bien era como quien sabe que su secreto seguirá a salvo pensándose inevitablemente expuesto. Estoy seguro de que miles de lectores me secundaron y sintieron su honor resguardado, porque ante la sociedad seguiríamos siendo individuos capaces de sacrificar el elixir de los dioses, por la lectura. El meollo de aquel texto tenía que ver con el costo de ambas cosas, pues si viviéramos en momentos de opulencia, como lectores no tendríamos ningún problema en acompañar nuestras páginas con un buen vino o whisky, pero desafortunadamente en el México de hoy sólo alcanza para un vicio. Ante ese dilema, suelo tocarme la barbilla por algunos segundos y frente al espejo me cuestiono mis valores morales como lector. Imaginarán que casi siempre termino con una cerveza o un vino barato en la mano. Mas no me juzguen, hay veces que dejo al cuerpo con el deseo con tal de adquirir una buena edición o algún libro que me llama incesantemente. Cierta ocasión, un amigo en un círculo de lectura que hacía como tribuna de lectómanos anónimos, donde solíamos confesar nuestros fetiches sin ser condenados, nos contó que en su época de estudiante había ido a una tienda comercial con el único propósito de comprar un desodorante. Ingresó al enorme lugar decidido a cumplir su misión en tan sólo unos minutos, pero no contaba con el hecho de que se le atravesaría la sección de libros. ¡Oh sorpresa!, encontró mucho material con descuentos exquisitos, y no soportó la presión de detenerse a ver y manosear los títulos. Un único libro llamó su atención y este costaba los cincuenta pesos que traía para su compra. Para muchos parecería una decisión estúpida, pero quien ha padecido los olores del propio cuerpo sabe que no es así. Mi amigo contaba la historia con intensidad, decía que en verdad necesitaba el desodorante, pero con libro en mano estaba en una verdadera encrucijada: de dejarlo, seguramente al regresar libro playboy méxicosiquiera al día siguiente corría el riesgo de ya no encontrarlo. Terminó el relato agachando la mirada, apenado, la resolución fue comprar el libro y verse obligado durante varios días a usar el desodorante de su hermana. Así de difícil suele ser la vida de un lector.

Cuando hablamos del placer de la lectura, desgraciadamente no nos referimos a uno gratuito como tantos que hay, sin embargo, el lectómano sabe sortear la jungla de dificultades y desde tiempos inmemoriales hemos aprendido a nutrir nuestra pasión con letras sin tener los recursos necesarios. Bienaventurados los que en sus carteras tienen dinero suficiente para las ediciones del Fondo de Cultura Económica, Sexto Piso o de Alfaguara, aquellas que sólo algunos tenemos la dicha de conocer de segunda mano, en temporada de quincena, aguinaldo, quiniela o tanda. Pero es divertido, saben, y sé estarán de acuerdo conmigo, lanzarse a la aventura para descubrir esas historias que formarán parte de nuestros días. Salir de casa con no más de cien pesos, sin temor de adentrarnos a las librerías de viejo o a tiendas departamentales que en apariencia solo venden Best Sellers y libros de superación personal; y escarbar sin miedo entre ellos para encontrar tesoros ocultos en la parte más oscura del librero, esos libros que sabrá cómo llegaron allí, buenos, bonitos y baratos como si fueran editados exclusivamente para nosotros. Ir por la calle y ver a lo lejos nuestra librería favorita y cambiar el rostro macilento por pensar en no poder entrar por carecer de presupuesto suficiente, pero al estar frente a ella darnos cuenta de que hay una venta de saldos. Las circunstancias no siempre son fáciles, pero el destino sonríe de vez en cuando al lector.

Pareciera que lo más bello de los libros son sus historias. Cuando pienso qué sería capaz de hacer por un libro, veo, a la manera de Cortázar, que somos una especie de personaje que es leído por otro que a su vez es leído por otro que a su vez ha sido escrito por otro, así infinitamente, y ese sentir me hace imaginar, creer con una gran fe, que los libros tienen vida gracias a nosotros, y que nosotros la tenemos gracias a ellos.

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Jafet Gallardo Digital Editor Periodista de formación. Creador de contenidos, analista, especialista en viajes, entretenimiento y estilo de vida.
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