Chicas Playboy se lee Calendario 2024

Playbill: un animal de costumbres

Escrito por:Arturo Flores

Netflix actúa como una droga. No porque me impida hacer otra cosa que no estar echado delante de la pantalla, consumiendo una serie detrás de otra, robándole horas al sueño, al ejercicio, devorando cerros de comida chatarra mientras los personajes desfilan frente a mis ojos. Un animal de costumbres.

Hasta eso, soy un junkie televisivo funcional. Rara vez me someto a maratones de fin de semana, y no dedico más de una o dos horas para ver un capítulo de la serie que en ese momento me tenga enganchado.

Pero me sucede algo curioso. Cuando por fin termino con las temporadas completas de una serie, me viene una especie de síndrome de abstinencia. Quizá sea precisamente porque me administro las series en dosis controladas, a veces me tardo hasta tres meses en terminar con una serie, que cuando por fin aparecen los créditos finales en la pantalla, comienzo a sentirme vacío, melancólico, como si hubiera asistido al funeral de un amigo. Extraño a los personajes con los que acabé estableciendo empatía. Me ataca un sudor frío, una absurda sensación de pérdida, igual que si me hubieran amputado un miembro del que ni siquiera tenía conciencia. Quiero más.

Es cuando me aqueja la pregunta:
—¿Y ahora qué rayos voy a ver?
El hombre es un animal de costumbres, dijo Charles Dickens. A los hombres se nos hace fácil

adquirir ciertos hábitos. Ir con el mismo barbero, adornados con el tatuador de confianza, obedecer al entrenador que conocemos desde hace años. Disfrutar de una cerveza en el bar que ya es como una segunda casa. Por más que de vez en cuando experimentemos con nuevos lugares y sensaciones, siempre, como los elefantes, buscamos un sitio apacible para exhalar el último aliento.

Los que hacemos Playboy queremos ser ese amigo que se sienta junto a ti en la barra y te recomienda una cerveza que no has probado, que te anima a arreglarte la barba en un templo del autocuidado que no conoces y que —como en este caso lo hicimos con el portafolio del fotógrafo Santiago PerezGrovas—, te da un codazo para preguntarte:

—¿Habías visto a esa chica? ¡Es hermosa!

Al final, siempre encuentro una nueva serie con la que me quedo prendido igual que un pitbull a media mordida. Aunque trato de ser selectivo. Me prometí que no caería en la tentación de ver la de Luis Miguel, por ejemplo.

Pero ya sabemos que la voluntad de un adicto (a las historias, como es mi caso) y la existencia son tan frágiles.

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