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EL PERIODISMO EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA. ENTREVISTA A JUAN CRUZ

Por: Jafet Gallardo 20 Ene 2020
#LibrosAlDesnudo @jaimegarba Cólera, rabia, ira, desasosiego… parecieran son los tiempos del periodismo, un oficio que se asemeja en el nuevo […]
EL PERIODISMO EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA. ENTREVISTA A JUAN CRUZ

#LibrosAlDesnudo

@jaimegarba

Cólera, rabia, ira, desasosiego… parecieran son los tiempos del periodismo, un oficio que se asemeja en el nuevo siglo más al de kamikaze (donde una gran noticia puede ser la última tras estrellarse contra el poder o la corrupción o el crimen o todas al mismo tiempo) que al de la figura romántica del ayer: aquellos hombres y mujeres cuyos dedos presionaban con fuerza las teclas de las máquinas de escribir en las redacciones para iluminar a los lectores diariamente con la información que despertaba al mundo; emisarios, colaboradores de la construcción de sociedades sustentadas por la palabra. Hoy, pareciera, el que se asume periodista y se casa con el oficio, debe signarse la cruz cada día y rezarle al dios que prefiera para disipar o por lo menos aminorar el temor derivado de una labor cada día más riesgosa.

EL PERIODISMO EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA. ENTREVISTA A JUAN CRUZ 0

Foto: Andrés Gutiérrez

            Para entender las razones por las cuales alguien se compromete con el periodismo sin importar vicisitudes, podemos recurrir a muchos apasionados, pero es Juan Cruz Ruiz (Islas Canarias, 1948) con su libro “Un golpe de vida” un claro, lúcido y amoroso ejemplo de cómo se vive este noble trabajo desde el compromiso con el texto, con la sociedad y con uno mismo. Cruz comparte en esta obra publicada por Alfaguara su camino por la vida y el periodismo, dúo inseparable y siempre colocado en el mismo renglón, donde a través de experiencias y de la mano, lleva al lector a entender cómo alguien puede vivir entregado al ser periodista. “Un golpe de vida” más que una crónica o un catálogo de confesiones, es un tratado sobre la palabra que transforma al lector, que penetra en la cabeza y hace entender que sin el periodismo seguramente estaríamos vagando por el mundo en un oscuro laberinto de incertidumbres.

Tras leer “Un golpe de vida” tuve el honor de conversar con Juan en exclusiva para Playboy México, donde el diálogo no fue otra cosa que una fantástica extensión de su libro, y cómo no, si Juan vive, respira y transpira, ya se dijo, este oficio tan heroico.

JG: “En el principio era el verbo…”, dice la biblia (curiosamente en Juan 1:1-14). ¿Qué importancia tiene la palabra (escrita u oral) en nuestras vidas, seamos o no lectores?

JC: La palabra es lo que nos distingue. Sin palabra seríamos el silencio. Sin texto no hay vida. La vida es con texto. Contexto.

JG: Te denominas “un coleccionista de palabras”. Como cualquier colección, con el tiempo puede volverse valiosa o estorbosa. ¿Esa colección que tú llevas más de medio siglo recopilando qué representa para ti?

JC: La sorpresa, representa la sorpresa; cuando me pongo a responderte creo que todo es vacío, que no hay palabras; escarbando en la oscuridad van viniendo, como si estuviera lleno de palabras que vienen en mi auxilio. Las palabras te salvan del maldito silencio. Y sin silencio, por otra parte, ¿para qué valdrían las palabras?

JG: “Un golpe de vida” es tu confesión sobre el periodismo, no sólo desde el amor y el profundo respeto que tienes hacia el oficio, sino también desde la consciencia de las vicisitudes y complejidades que te ha representado. En tu libro hablas de los naufragios y las batallas perdidas del periodismo, pero también de la pasión y la fe de quien ama algo sobre todas las cosas. ¿Hay los suficientes valientes como tú para que el periodismo no pierda esta guerra contra sus enemigos, como podrían ser la violencia, el vertiginoso ritmo de las sociedades modernas y el vomitivo flujo de opiniones e información sin corroborar, entre tantos otros?

JC: Sin duda que los hay; y los hay sobre todo en México, donde el periodismo libra una guerra civil contra un ejército del mal: el narcotráfico. Ahora que te respondo acaba de aparecer en Michoacán otra víctima de ese martirio. La semana pasada hablé en un acto con Griselda, la viuda de Javier Valdez, el periodista asesinado en Sinaloa. El periodismo es para contar lo que le pasa a la gente. Cuando el oficio trata también sobre nosotros, sobre estos compañeros grandes, es que algo está sucediendo y es malo. Ser periodista es explicar lo que sucede. Explicar lo que sucede pasa hoy por explicar lo que pasa en México, hermoso país dañado por la sangre que causan los malvados contra los inocentes.

JG: El diario español El País tiene una presencia constante en tu libro, y cómo no, si allí has dejado la vida misma y en él te formaste. El prestigio mundial de este periódico es innegable, y más que eso representa un ejemplo a otros medios. Mientras que en nuestro país o no se publica cierta información o se publica a medias o manipulada, El País saca la nota o hace profundos reportajes desde el otro lado del Atlántico. Sorprendente y vergonzoso para nosotros, por ello ¿cuál debería ser la enseñanza de El País a los diarios del mundo?

 

JC: Desde mi punto de vista, El País es fiel a un dictado que está en su primer Libro de Estilo: el periodismo es sobre hechos. El director actual, Antonio Caño, que fue un muy fructífero corresponsal en México y dirigió antes de dirigir el diario la edición América, acaba de publicar en el periódico un muy importante artículo sobre esa distinción imprescindible ahora entre los hechos y la aspiración a que los hechos sean lo que nos dé la gana. La posverdad, que es la mentira hecha para que parezca verdad, los hechos falsos, en definitiva está haciendo un daño enorme en todo el mundo. Y El País lucha contra eso con enormes dificultades, porque ya el ejército de la posverdad es mucho más numeroso que el ejército del periodismo como lo quería El País desde su fundación y como ahora lo quiere El País. Contra ese daño trabaja hoy el periodismo, o debe trabajar.

JG: Tu acercamiento a la lectura y a la literatura proviene de algo tan romántico como el hecho de que tu madre te leyera, te obsequiara periódicos, escucharas la radio. Podría decirse que lo aprehendiste, te aferraste a ello como alguien que se enamora a primera vista. Sin embargo, en México y me parece en España, persiste una idea de escasez de lectores a pesar de fuertes campañas gubernamentales para que los niños y los jóvenes lean. ¿Dónde está el error? ¿No tenemos suficientes lectores?

 

JC: Al contrario, hay muchísimos lectores, más que nunca; El País acaba de superar los 18 millones de lectores, algo que jamás hubieran soñado los que fundaron el periódico; nos leen en todas partes. El problema es que esa lectura, por diversas razones, no se traduce en ingresos para seguir haciendo el mejor periodismo posible. Vivimos en medio de una crisis diabólica, que no sólo es financiera o económica, sino que tiene que ver con la gratuidad impuesta por la Red de Internet desde su inicio. Cobrar por un periódico hoy es muy difícil en esa zona abierta y cada vez hay menos quioscos. El resultado ya lo ves: la precariedad. Tendrá que producirse el milagro de la razón: que la gente vuelva a pagar por aquello que consume, y en este caso si la gente pagara por la información, este objeto tan caro, tendríamos de nuevo un periodismo seguro, bien hecho, por periodistas que además, estarán seguros de tener trabajo al día siguiente y, además, cobrando por él lo adecuado.

JG: No se puede negar que te has convertido en un ícono del periodismo hispanoamericano. Quien lee este libro y te conoce sabe que no lo has deseado, que es el producto de una pasión por la palabra, por contar; pero, ¿cómo dirías que te has convertido en Juan Cruz, ese Juan al que todo autor en lengua española conoce, respeta y celebra?

 

JC: Exageras, como buen latinoamericano, y por tanto como cualquier canario o como cualquier español. Me he convertido en lo que soy porque nunca he creído ser otra cosa que lo que voy siendo: un periodista enamorado del oficio, alguien que no podría ser ya otra cosa, pero es que cuando empecé a serlo ya estaba convencido, y feliz, de ser esto y no ninguna otra cosa. Soy periodista, hasta durmiendo.

 

JG: ¿Cuál sería el mejor consejo que podrías darles a los jóvenes estudiantes de periodismo?

JC: El que daba el maestro Miguel Ángel Bastenier poco antes de morir, en una entrevista que tuvimos con él para la radio y que ahora publicará Claves de la Razón práctica: que lean, que lean. Y que empiecen leyendo “El Lazarillo de Tormes”, el primer buscavidas de la historia de la literatura y del periodismo.

JG: México está viviendo una terrible crisis de periodistas asesinados por contar verdades incómodas sobre los gobiernos y el narcotráfico. ¿Por qué cala tanto la palabra, la verdad, a grados de costarle la vida a alguien?

JC: Porque es verdad el dicho: periodismo es decir algo que alguien en alguna parte no quiere que se diga. Un periodista es un peligro para la oscuridad, y gran parte de la humanidad prefiere dominar la oscuridad. La tiniebla es el terreno en el que no juega el periodismo: ahí pelea.

JG: A nivel mundial la figura del reportero también es vulnerable. ¿En qué momento el periodismo se volvió tan riesgoso?

 

JC: Creo que el periodismo siempre ha estado en contacto con la selva, con las guerras, con la tiniebla, con el peligro. El resultado del oficio es el que estamos viendo: por un lado está acosado por las tinieblas de la tiranía, como explica Timothy en “Against Tiranny”, y por el otro está amenazado por la muerte misma, que es el destino que le preparan al periodista aquellos que hacen fechorías para que el mundo sea aún peor. Los delincuentes políticos y los delincuentes de la pistola se encuentran en el odio a la información, que les hace daño en sus tareas de manipulación, de engaño o de fechoría.

JG: Tu cercanía con México y su literatura es mucha y grata. ¿Con que palabra describirías a nuestro país y a su literatura?

JC: Sol. Piedra de sol.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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