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Sargento Hardcore: el paraíso de las nalgas

Por: Sargento Hardcore 12 Nov 2018
Mi lengua comenzó a recorrerlas, después pequeñas lamidas se convirtieron en besos y por último en pequeños mordisqueos.
Sargento Hardcore: el paraíso de las nalgas

Nada mejor que el calor de la playa para llevar a cabo los más pecaminosos sueños. Lo que comenzó como unas relajantes vacaciones se convirtió en mi más ardiente fantasía convertida en realidad.

Acababa de contemplar uno de los atardeceres más increíbles de mi vida, la humedad comenzaba a subir y era inevitable no sudar. El deseo comenzaba a llamarme y mi corazón que palpitaba cada vez más fuerte, me invitaba a buscar una candente aventura.

De pronto se acercó una hermosa dama con pechos espectaculares, su blusa estaba más que pegada a su piel y con voz suave me pidió un cigarro. De inmediato le invité uno, prendí el encendedor mientras ella sonreía; aquella belleza no disimuló y contempló mi entrepierna por unos segundos. Le devolví la sonrisa y miré fijamente a sus ojos, hasta que de su boca salió un “¿cómo te llamas, galán?”.

“El nombre es lo de menos, ¿qué hace una hermosa chica tan sola?”, le pregunté, a lo que ella sin pensarlo respondió: “Yo no estoy sola. Ahora estoy contigo”.

Esas fueron las palabras mágicas para pasar más de una hora sentados a la orilla del mar, cada vez más sudados y con temas ardientes. Hablamos de su posición favorita, del tipo de hombre que le gusta o qué tan rudo le gusta tener sexo. Todo iba de maravilla, así que decidí dar el siguiente paso y la invité a la habitación de mi hotel.

Sargento Hardcore: el paraíso de las nalgas 0

Ilustración: Luci Gutiérrez

Caminamos por el malecón, mi hotel estaba muy cerca. Subimos a mi cuarto y comenzamos a besarnos de la manera más apasionada posible, su lengua recorría toda mi boca y yo mordía con gran intensidad sus labios dejando salir un ligero quejido de satisfacción en cada mordida. Ella me tocaba por todos lados y dejándose llevar por el intenso momento, sujetó mi miembro con su mano, como si quisiera arrancarlo.

Aquella mujer me excitaba tanto que decidí voltearla y aventarla sobre la cama, fue en ese momento cuando se subió la minifalda y con suaves movimientos decidí quitarle su ropa interior. Dos hermosas nalgas bronceadas, enormes y sublimes tentaciones que esperaban ser tomadas. Mi mano acariciaba cada centímetro cuadrado y ella se sodomizaba con pequeñas nalgadas que prendían cada vez más el ambiente.

Mi lengua comenzó a recorrerlas, después pequeñas lamidas se convirtieron en besos y por último en pequeños mordisqueos. Ella no resistía más y me pedía a gritos que se la metiera, pero yo quería disfrutar aún de tan bellas nalgas. Las olía intensamente mientras mi mano las apretaba. ¡No podía creer que tuviera tanta suerte!

Llegué al límite, mi miembro pedía, al igual que ella, penetrarla. Fue entonces cuando se colocó boca abajo y mientras mis manos sujetaban su cintura, poco a poco fui entrando en ella con suavidad, quería que disfrutara tanto como yo.

Sus quejidos eran música para mis oídos y mientras más rápido era el ritmo, ambos nos conectábamos a placer. Disfrutaba de estar por completo dentro de ella, podía sentirlo en cada contracción, una nalgada de vez en cuando y ella sólo empujaba su pelvis con cada orgasmo.

Nuestras respiraciones se conectaron, fue entonces cuando decidí girarla para fijar mis ojos en los suyos. Ambos estaban completamente en blanco y el sudor no dejaba de emanar de nuestros cuerpos, suavemente sacaba mi miembro de su vagina y rápidamente lo volvía a meter, después cambié la técnica y lo hacía hasta llegar al punto del orgasmo, ahí nuestra intensidad se unificaba en uno solo.

A gritos me pedía más y aunque sus piernas comenzaban a temblar del cansancio, ella seguía, no quería parar, podía sentir su inmenso calor en mí. Trataba de detenerme para evitar venirme, pero no podía parar, el placer era tal que ambos experimentamos el orgasmo más placentero de nuestras vidas.

Me quité el condón y ella decidió lamer mi miembro hasta llevarme al punto del desmayo, simplemente excepcional.

Tendidos en la cama nos abrazamos y con un cálido beso en la frente me confesó su nombre mientras continuaba acariciando mi miembro agotado por tan larga contienda.

Aún recuerdo cada detalle de la hermosa cubana y cuyo nombre permanece en mi memoria cada vez que pienso en sus hermosas y deliciosas nalgas. ¡Toda una diosa!

 

 

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