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Playbill: El “Heisenberg” de Playboy

Por: Arturo Flores 30 Abr 2019
Mis amigos me cuentan historias entrañables acerca de Playboy. A lo largo de la década que tengo trabajando aquí, he […]
Playbill: El “Heisenberg” de Playboy

Mis amigos me cuentan historias entrañables acerca de Playboy. A lo largo de la década que tengo trabajando aquí, he escuchado decenas de veces el típico “yo la compro por los artículos”, aunque en realidad ninguno recuerda algún texto publicado. Lo que no olvidan es a las Playmates.

Aunque hay sus excepciones.

Carlos Camaleón, un buen amigo y destacado escritor, me contó que cuando estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, se valió de una entrevista publicada en Playboy con el escritor Pablo de Ballester, para participar en una clase.

Después de lucirse en su intervención, el profesor le preguntó su fuente y casi se va de espaldas cuando le dijo que se trataba de la revista del Conejito. Pero tuvo que reconocer que la entrevista poseía todo el rigor periodístico para ser tomada en cuenta.

Sé de un excompañero de trabajo que eludió más de una multa de tránsito gracias a que llevaba siempre revistas en la cajuela. Los policías le perdonaban sus faltas, seducidos por la posibilidad de regodearse la mirada con una modelo.

Pero hasta el momento, la más estrambótica de las anécdotas se la debo a Salvador Patiño, un amigo que también es productor y mercadólogo. Nos vimos para compartir unas cervezas justo el día que Hugh Hefner cumpliría 93 años. Ese día, lo confesó:

—Trafiqué con Playboy— pronunció antes de alzar su vaso en honor a Hef. Durante sus años de secundaria, se dedicó a cargar un portafolio lleno de ejemplares de la revista, que compraba muy baratos en un kiosko de publicaciones de segunda mano, para distribuir- las subrepticiamente entre sus compañeros a tres veces su valor. Salvador asistía a una secundaria de varones, por lo que las ventas se dispararon rápidamente y pronto fue necesario que le instara un candado a su pupitre, para resguardar “la mercancía”.

Hasta que un chivato, con el que Salvador guardaba alguna deuda, lo delató ante el director. Como en un operativo, los profesores forzaron el candado del pupitre de mi amigo y descubrieron los ejemplares de Playboy con los que comerciaba en el mercado negro.Salvador fue expulsado y aunque se llevó un tremendo regaño de su mamá, a su papá le causó mucha gracia su fechoría.

Cuando nos lo contó, durante la cena, todos reímos hasta ahogarnos. Ninguna historia que involucre a Playboy puede ser aburrida. ¿Cuál es la tuya?

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