Compartir
Suscríbete al NEWSLETTER

EL PELÓN DE LAS CONEJITAS: MI SILLÓN MASAJEADOR

Por: Playboy México 05 Jun 2018
PORQUE TODOS LOS HOMBRES DEBERÍAMOS TENER UNO EN CASA. UNO QUE NOS COMPLAZCA, QUE NOS APAPACHE DESPUÉS DE UN DÍA […]
EL PELÓN DE LAS CONEJITAS: MI SILLÓN MASAJEADOR

PORQUE TODOS LOS HOMBRES DEBERÍAMOS TENER UNO EN CASA. UNO QUE NOS COMPLAZCA, QUE NOS APAPACHE DESPUÉS DE UN DÍA DE PERROS; UNO QUE SENCILLAMENTE NOS DEVUELVA LA FE EN LA HUMANIDAD.

A MI EDAD (49) grito de emoción cada vez que se cancela cualquier plan que me haga salir de mi casa. Con el tiempo (la neta ya es la edad) me he ido transformando veloz y ferozmente en un hombre de su casa, y no sólo de su casa, también en un hombre de su cuarto de tele y, sobre todo, en un hombre que ya en el atardecer de su vida (pinche crisis de los 40 me está volviendo cursi) ha encontrado finalmente la relación perfecta: ¡Mi sillón masajeador reclinable!

Ni Shakira se contorsiona como él. Mi sillón masajeador reclinable no sólo sabe dónde y cómo tocarme sino que es como una mujer sin prejuicios sexuales: ¡Se deja poner en muchas posiciones! Y me vas a perdonar lector, pero puedes alcanzar el mismo placer con un Shiatsu que con el Kamasutra. Un chivito al precipicio no le pide nada a un masaje transverso profundo, y me parece más sensual un masaje sueco que andarme embarrando crema batida por todo el cuerpo.

Esta relación con mi sillón masajeador reclinable ha puesto en jaque mi relación con mi mujer no masajeadora y no reclinable. El sábado casi se termina por una tontería: me negué a disfrazarme (ya no tengo seis años) para jugar con ella a que no soy yo para mantener con chispa nuestra vida sexual.

¿Sabes lo que me dijo?
—Mi amor, ¿qué te parece si jugamos a que no somos nosotros? Nos conocemos en el bar de un restaurante, te me acercas, empezamos a platicar, me invitas una copa, me vas seduciendo poco a poco, nos besamos lentamente, nos besamos apasionadamente, te digo que ya no puedo más y que por favor me lleves a un hotel y me hagas el amor salvajemente. Pero acuérdate que tú no vas a ser tú y yo no voy a ser yo.

Y yo, que soy un perverso, y me gusta cumplir siempre mis fantasías sexuales y probar nuevas tácticas, técnicas, lo último en juguetes sexuales y todas las posiciones del Kamasutra y de mi sillón masajeador reclinable, le contesté: —¿Qué te pasa? ¿Estás loca? ¡De ninguna manera! No, lector, no me leas así. No me parece divertido que mi mujer empiece a hacer cosas con otro hombre que nunca ha hecho conmigo.

Finalmente acepté. Me puse una peluca, un bigote, unos lentes de contacto color azul y decidí llegar al restaurante dos horas antes de nuestra cita para comerme cinco docenas de ostiones. De ninguna manera me podía permitir que el personaje que iba a interpretar tuviera disfunción eréctil.

Antes de terminarme la última docena, se me acercó el dueño del restaurante para devolverme el bigote que se había quedado en una de las conchas de la primer docena y muy amablemente me dijo: —Señor Gomís, aquí tiene su bigote, ya está lavado. ¿Gusta que le regale un postre y un digestivo? ¡Es una cortesía de la casa!

En ese momento me di cuenta de que mi disfraz era un fracaso y muy amablemente le contesté: —Gracias, pero no gracias (esa frase la había escuchado antes en una película y no olvides que yo me estaba preparando para interpretar un personaje, por eso decidí tomar esta plática como un ensayo general).

Mire señor, cuando era niño, mis papás me tenían prohibido el alcohol y los postres. Todavía no puedo superar el trauma, pero dígale a la casa que con mucho gusto le acepto una docena de almejas vivas.

En ese momento dejó de ser amable conmigo y sin que yo se la pidiera, me mandó la cuenta.

¿Por qué en los restaurantes siempre te regalan alcohol, postres y jamás te regalan una ensalada, una sopa o una docena de almejas vivas? Si es una cortesía de la casa, pues por lo menos que la casa te dé gusto con lo que prefieres y no con lo que a la casa se le pegue la gana.

La señora de la mesa de al lado me dijo: — Ay, Sr. Gomís, sólo por educación hubiera dicho que sí aceptaba el postre y la copita (pinche disfraz, no me sirvió de nada).

¿Sólo por educación? ¡Sólo por educación debería preguntarme primero si me gustaría tapar mis venas y arterias con triglicéridos y colesterol con uno de sus postres! ¡Sólo por educación me hubiera preguntado si me gustaría
matar las neuronas de mi cerebro con un trago de alcohol!

Las neuronas muertas del cerebro ya no se vuelven a regenerar, y el azúcar refinada miembro de la familia de los carbohidratos compuestos, está matando a mucha gente en el mundo.

Y gracias a la paz interior que me produce mi sillón masajeador reclinable, no lo demandé por intento de homicidio.

EL PELÓN DE LAS CONEJITAS: MI SILLÓN MASAJEADOR 0

POR HÉCTOR SUÁREZ GOMÍS @PelonGomis

Te recomendamos
Foto perfil de Playboy México
Playboy México El Placer de Vivir Somos una marca reconocida mundialmente, el conejo nos representa. Entretenimiento, contenido relevante y todo aquello que emociona a hombres y mujeres.
Descarga GRATIS Calendario Revive el Poder 2024
Calendario
Descarga AQUÍ nuestro especial CALENDARIO REVIVE EL PODER 2024.
Suscríbete al Newsletter
¡SUSCRÍBETE!
¿QUÉ TEMA TE INTERESA?