A PACO SE LE ROMPIÓ EL CORAZÓN
Caminamos por Barcelona en busca de unos libros de culto, de esos que hay que encontrar en algún edificio lejos de las ramblas, muy alejados de los restaurantes de tapas y el bullicio de los turistas. Fueron kilómetros los que andamos y él iba con calma, inquieto, preguntando por todo y por todos. Se quería comer el mundo de los periódicos y las revistas, lentamente. Unos meses antes nos conocimos, viajamos juntos a Japón y en Nagano compartimos un buen baño caliente al pie de una montaña llena de nieve. La amistad de Paco Rubio era sincera, en realidad, su inocencia lo abría y hacía que la gente lo arropara, lo cuidara. Ya andaba por los 30 años, un poquito más, pero todavía nos generaba ternura. Lo dejé de ver cuando dejó Expansión para irse a Twitter, las coberturas de tecnología se las dejamos a la nueva generación. De vez en cuando, nos mandábamos saludos con amigos en común.
Mientras esto tecleo, me acaban de avisar que falleció Paco. Duerme en paz, amigo.
POR: Hiroshi Takahashi @takaink
En estos días, como todos los eneros, lo común era encontrarnos en Las Vegas, durante el Consumer Electronics Show (CES), la feria de tecnología más importante del mundo, donde los que escribimos de los adelantos que transforman al mundo nos reunimos de alguna vez por las calles de la ciudad del pecado, para compartir una cerveza y saber qué es lo que nos sorprende de lo que las empresas presentan. Todo el día competimos por la mejor nota, nos perdemos de los demás para que no nos copien. Nos guardamos secretos.
En la noche, con la guardia baja, presumimos nuestros logros de la jornada. Brindamos en un bar irlandés que ya hicimos nuestro y nos alistamos para otro día de batalla, otro día persiguiendo la mejor entrevista,al mejor personaje, el mejor producto.
Las últimas veces en Vegas ya poco nos sorprendía. Tal vez por eso decidimos darle la vuelta a nuestras coberturas, refrescar nuestros ojos para, en alguna ocasión, recaer en las presentaciones y emocionarnos con lo que veíamos.
Encontramos en Barcelona los libros que buscaba, solamente tres. Mientras esperaba que nos los vendieran, en una sala que más parecía el consultorio de un viejo dentista que un espacio de conocimiento sofisticado, me contaba sus planes para el futuro. Sus desdichas en el amor. Sus problemas en el trabajo. Me pedía consejos que le dije no le podía dar. Paco escuchaba como niño, me enseñó una foto de cuando vivía con su abuela. Era un niño triste. Regresamos hacia nuestro punto de partida, a reencontrarnos con otros periodistas y de regreso me acompañó otra vez a revisar librerías por todo el camino. Me preguntaba que a qué hora leía. A qué hora escribía. A qué hora vivía. Nos recomendamos novelas. Escuchaba atento. Sonreía. Era paciente. Caminaba, caminaba.
Le recordé que vivía para mi trabajo de reportero, una profesión que respeto y amo. No me veía en ningún otro lado, ni con otra rutina. Así moriré, le dije. Él también era feliz haciendo lo que hacía, se casó y su familia se hizo de tres. Estaba en el corazón de la tecnología. En una de las empresas en las que se sentía comprendido y que entendía bien. No extrañaba las revistas. Era feliz con su mujer, se notaba en su lugar.
Lo cierto es que en algún momento de diciembre, se le rompió el corazón por otras razones. Razones malditas. A todos sus amigos nos duele su partida, ya no lo volveremos a ver en esa ciudad que nunca duerme, estoy seguro que en esos rincones que recorríamos lo vamos a recordar vívidamente todos sus compañeros. Todos sus amigos los reporteros de tecnología estamos de luto, todavía. Suelto palabras sin sentido, con mucho dolor…
