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EL NUEVO GRANDE DE MÉXICO

Por: Carlos Guerrero Warrior 31 May 2018
Persigo al frío o el frío me persigue. Da lo mismo. El orden de los factores no altera el producto. […]
EL NUEVO GRANDE DE MÉXICO

Persigo al frío o el frío me persigue. Da lo mismo. El orden de los factores no altera el producto. Manos congeladas, pies helados, nariz roja y una amorfa y abultada maleta que apenas cierra por la gruesa ropa de invierno, se convierten en el común denominador de mis recientes días.

 

 

 

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EL NUEVO GRANDE DE MÉXICO 0

POR CARLOS GUERRERO WARRIOR @carloslguerrero

 

Apenas termina una maravillosa y positiva gira de la Selección Mexicana en Bélgica y Polonia con temperaturas cercanas a los cero grados, cuando una semana más tarde, otro viaje debo emprender hacia las tierras mundialistas para conocer el destino de las 32 selecciones.

 

A pesar del fuerte y frío viento que corta y quema la cara, la majestuosidad de Moscú obliga a que mantenga la cara bien en alto para seguir deleitándome con esos sus detalles imperiales por doquier. Qué más da soportar la nieve en la cara si frente a mí aparece la asombrosa Catedral de San Basilio y a un lado el Kremlin de Moscú, donde despacha el hombre más poderoso del mundo. México se entera que compartirá grupo con la poderosa y favorita Alemania, con la sorprendente Suecia que tuvo la desfachatez de dejar fuera del Mundial a la cuatro veces campeona Italia, y a la combativa Corea del Sur.

 

Regreso a México tras 27 horas de travesía. Un frente frío ha pegado nuevamente. Tras días de angustia (mi deseo era poder estar en esa final) me confirman que debo viajar a Monterrey. Una enorme sonrisa se me dibuja en la cara. El duelo más pasional de todo el país en versión final. Un duelo de titanes, un choque de poderosos. La batalla que reúne todos los ingredientes para que sea digna del mejor guion jamás escrito sobre nuestro futbol.

 

Investigo el clima. Me han advertido sobre las bajas temperaturas en Monterrey. Y en efecto, para el juego de ida, se prevén dos grados centígrados, alta probabilidad de lluvia y aguanieve. Momento de volver a sacar del clóset la misma ropa térmica, los abrigos, guantes, gorros y las bufandas que me cobijaron en Bruselas, Gdansk y Moscú.

 

Llego justo el jueves en que se disputa el juego de ida. Son las seis de la tarde y estoy ya en el Estadio Universitario. Lluvia y un frío que se entromete por cualquier rendija de la ropa. Los aficionados de Tigres no dejan de alentar con la ilusión de llevarse el Clásico Regio más importante de la historia.

 

El grito de “La U, la U, la U” retumba por todo Nuevo León y se escucha en todo México a través de la pantalla. Humo en tonalidades amarillo y azul en el graderío y miles de impermeables alusivos a los colores de la camiseta se distinguen por toda la grada. Desconozco cómo hicieron los fieles seguidores para soportar los casi cero grados centígrados y el abrasivo factor de congelación. Simplemente auténtica pasión.

 

Tengo hielo en la orilla de mi calzado. No siento los pies. Y eso que llevo doble calcetín térmico, especial para frío. La nariz está insensible ya y las manos (guantes) empapadas por el aguanieve. Juegazo. Intenso y bien disputado.

 

Todo queda para la vuelta. Un empate en los primeros 90 minutos chorrea el libro con la feroz tinta de un sano dramatismo. Rayados regresa a casa para intentar coronarse por primera vez luego de caer ante Pachuca un año y medio atrás. Ya no puede y mucho menos debe perder. Esta vez no tiene margen de error.

 

Otra estampida de pasión se registra en las tribunas del flamante “Gigante de Acero” vestido de gala en azul y blanco. Monterrey pega primero y aquello se convierte en un manicomio. Sin embargo, Tigres saca la experiencia y con categoría suprema doblega a Pabón, Funes Mori, Sánchez y compañía. Rayados tiene un penal para cobrar extensión de vida, pero Avilés Hurtado le coloca al balón un timbre postal con dirección a la luna. Todo acaba para Rayados. La casa más lujosa no tiene celebración ni festejo. La más luminosa terminó por ser apagada felinamente.

 

Ganó Tigres y ganó el futbol. Ganaron los conocedores y amantes del buen juego. Ganó Tigres más adeptos y mayor respeto. Son grandes. Los más grandes de la actualidad. Modelo a seguir junto con Rayados. Ambos marcan la pauta.

 

Cualquier antecedente del Clásico Regio ha quedado pulverizado. Hay un antes y después luego de esta final. Ninguno olvidará lo sucedido en pleno diciembre, así vuelvan a toparse en mayo.

 

Meto las manos congeladas en agua caliente y reparo que esa sensación es la que viví. Mis manos las llevé a las entrañas del Clásico Regio y ahí, por arte de magia se descongelaron, recuperaron el calor para después poder escribir estas líneas.

 

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