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La sexoteca de Eugenia: El señor que perdió su sonrisa

Escrito por:Eugenia Flo
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Algo que agradeceré siempre del correo electrónico es que, aunque cada vez se usa menos, muchos lo prefieren para expresarse bajo cierto anonimato. El año pasado recibí la historia de alguien que llamaremos “Luis”.

Luis conoció a su actual esposa hace ya más de 10 años. En ese entonces, si bien no eran un caldero hirviendo, tampoco eran el témpano de hielo en el que se habían convertido ahora. Ella era hermosa, según narra el mismo Luis, quien era conocido entre sus amigos como “El Señor Sonrisa”, ya que siempre era el alma de las fiestas, con una sonrisa en su rostro y una tendencia al pensamiento positivo ante la vida. Decidir vivir juntos fue la decisión que los llevó a los momentos de felici- dad más plenos que tuvieron jamás. Aunque el gusto duró poco.

Conforme pasaron los años, los encuentros disminuyeron, cosa que suele pasar en la mayoría de las relaciones, pero también disminuyeron los arrumacos, los detalles amorosos, los besos, las caricias, hasta llegar a cero, y más allá de eso, llegaron al rechazo de ella hacia él. Cada vez que Luis se acercaba, era un ¡no!

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Ella comenzó a ir con psicólogo, y éste le derivó a psiquiatra. Quien, según palabras del propio Luis, no encontró motivos a sus frecuentes y profundas depresiones.

La vida de ambos se tornó cada vez más gris. Dejaron de salir. Ella decía sentir fuertes migrañas, por lo que la habitación estaba siempre con cortinas oscuras. No toleraba la música, el ruido. La vida sexual literalmente desapareció.

Luis pensó que, con el tratamiento, las cosas mejorarían, pues no había motivos aparentes para tales depresiones. Así que decidió apoyarla y dejar de presionarla. Le dio su espacio, dejó de pedirle intimidad y así pasaron dos años más.

Iniciando el tercer año de espera, Luis comenzó con pequeños ataques de ansiedad.

Se daba algunos atracones con comida chatarra. Subió de peso, cosa que ella le recriminaba y le decía “así te me antojas menos”. Luego El Señor Sonrisa empezó a perder la erección. Sus médicos descartaron cualquier cosa que tuviera que ver con su área, y uno de ellos le recomendó escribirme. Ahora él estaba deprimido. Dejó de salir, de ver a sus amigos, su pensamiento ahora era totalmente negativo.

Finalmente, luego de algunos meses de trabajo multidisciplinar, en una sesión a solas con ella, me dijo la verdad. Ella dejó de amar a Luis hace años, pero no tenía el valor de decírselo a la cara, pues no sabía cómo salir adelante en la vida sola. Todo era mentira, las migrañas, las depresiones, todo. Simplemente ella no se atrevió a decirle “ya no te deseo”.

Luis tardó en darse cuenta. Ella finalmente tuvo que enfrentar su vida y las consecuencias de sus acciones. Pero queda una gran lección: A veces la vida nos manda señales “de que por ahí no es”, y nos aferramos. Y no queremos ver la realidad que es evidente. A veces, lo que creemos que es amor, es exactamente lo contrario.

Soy Eugenia Flo, sexóloga sustantiva, y recuerda que “El mayor placer, te lo da el saber”.