“Fui a una orgía a ver y acabé participando”: La Chica Unicornio

Hace un año y medio, a Mariana la invitaron a una orgía. ¿Qué te pones para ir a una orgía? Ella eligió un vestido negro entallado, se calzó un par de zapatos de tacón de aguja y se metió la mano en el escote para acomodarse sus generosos senos. Le pidió a un amigo que la acompañara. De todos modos, sólo irían a ver.
Pero la persona que la invitó, quien celebraría así su primer aniversario dentro del ambiente swinger, le advirtió: “acuérdate que de ver, se antoja”.
No se equivocó. Porque después de un par de tragos y de contemplar aquella masa de cuerpos desnudos acoplándose en todas las posiciones imaginables, Mariana y su amigo comenzaron a besarse. A los pocos minutos, el vestido entallado descansaba en el piso y Mariana gemía escandalosamente delante de su amigo, junto a otro hombre.
Así fue su iniciación swinger.
“Antes de que comenzara la orgía, primero hubo un espectáculo de strippers. Un hombre para las niñas y una chica, para los niños. Después, las parejas, había como unas 15 y unos 5 chicos solos —que dentro del swinger se conocen como singles— empezaron a tocarse y a tener pláticas cachondas. Hasta que los strippers empezaron a tener sexo delante de nosotros ¡y no manches!, la neta sí me prendí cabrón”.
Después, se abrieron los cuartos oscuros del club.
“Cuando acabé con mi amigo, se acercó otro chico a preguntarnos si podía participar también. Mi acompañante me preguntó si quería y le dije que sí”, me dice Mariana. Entre frase y frase, le da unos sorbos nerviosos a su frappé. Nos encontramos a la salida de su clase de inglés. Tiene 29 años y la característica que hermana a la comunidad swinger: una vida secreta. Porque no a cualquier persona le puede decir que por las noches se presta al intercambio de parejas en un país donde la fidelidad y la monogamia son vistas como herencias naturales.
Ella piensa distinto, “he tenido relaciones con un chico y siempre termino poniéndoles el cuerno. Por eso, decidí ser Unicornio”.
Love is not for me
La noche de su iniciación tuvo relaciones con su amigo, con el desconocido que se acercó, con todos los singles que asistieron y con una pareja, con la que se frustraron los planes eróticos, “porque mientras la chica estaba con mi amigo, se enojó porque su pareja cogía conmigo, y se fueron del club”.
La diferencia entre Mariana y otras mujeres swinger es que se ella se mueve en solitario. Por seguridad, se hace acompañar a cada fiesta por algún amigo, pero no mantiene con ellos ningún tipo de relación sentimental. En el ambiente se les llama Unicornios, por lo difícil que es encontrarse a una chica swinger sin pareja. Casi tanto como avistar a una criatura mitológica.
Mariana tiene 29 años y es muy bonita. Exhibe una adorable picardía, parecida a la de una niña pequeña que sabe que por más travesuras que cometa, no se atrevería uno a castigarla.
Actualmente disfruta de su año sabático, pero quiere volver a la Universidad para estudiar Administración. Por recomendación de la amiga que la invitó a su primera orgía, abrió una cuenta de Twitter (@sosomariana) en la que rebasa los 16,000 seguidores y publica desnudos en los que no se distingue su rostro. Aunque sus encuentros tienen lugar exclusivamente durante las fiestas de los clubes swinger, por seguridad y salubridad.
“Me contactan muchos hombres por mi cuenta, pero la mayoría no tiene foto de perfil o sólo es una imagen de su pene. Así no me late”.
Ser Unicornio es como ser Batman. Un secreto que a pocos les comparte. “No lo digo abiertamente, porque si de por sí la gente se espanta de que me gusten por igual hombres y mujeres, imagínate si les digo todo lo que hago por diversión”.
“Me falta el Gang-Bang”
En la cama, ha hecho casi todo. No ha practicado un Gang-bang porque necesita estar segura de la higiene y salud sexual de los candidatos. Pero sí ha participado en tríos HMH y MHM. Por regla casi general no besa en la boca, ni tiene sexo anal o permite que le metan los dedos en la vagina si antes el aludido hizo lo mismo con otra mujer. El uso del condón tampoco es negociable.
––¿Cómo es estar en medio de una orgía como Unicornio?–– le pregunto y en las bocinas de este café suena a todo volumen ‘Closer’, de Nine Inch Nails (I want to fuck you like an animal…)
––Muy rico, porque tus sentidos se agudizan. Cuando estoy con un hombre sólo siento su pene en mi vagina; pero en medio de una orgía es la vagina, la boca, el cuello, los senos… ¡todo!
––¿Qué tan quisquillosa eres con que un tipo sea guapo o no?
––A veces, llegando a los clubes me fijo en quién me gusta, pero ya en el cuarto oscuro, me vale. Voy a lo que voy. A coger.
Mariana me cuenta que perdió su virginidad a los 14 años con un compañero de escuela. No tenían dinero para el hotel, así que se acomodaron en la oscuridad de un callejón, que se volvió su refugio sexual hasta que una persona los observó desde una ventana y decidieron cambiarse a otro. Desde entonces, su cuerpo no ha dejado de pedirle más y más sexo.
Hasta el momento, no se arrepiente de nada de lo que ha hecho. El año y medio que tiene viviendo como Unicornio ha satisfecho su desmedido apetito (“ser swinger es como una droga, se vuelve adictivo, siempre quiero más”, me dice) y hasta el momento, Mariana no ha sentido la necesidad de tener un novio formal que le quitara su cuerno –vaya paradoja– de Unicornio.
“No creo en el matrimonio. El amor se acaba y no me veo estando con una sola persona por el resto de mi vida”.
––¿Has sentido celos alguna vez?
––Si él se preocupa más por otra persona cuando yo soy la pareja, sí.
––¿Y tú amigo, el que te acompaña a las orgías?
––¡Uf! A él le encanta ver cómo me cogen.
Su récord suma de más de una docena de acoplamientos sexuales, con hombres y mujeres, en una sola noche.
––¿Te ves siendo Unicornio el resto de tu vida?––le pregunto cuando ya terminamos los cafés.
––A veces pienso que ya le voy a parar, que es demasiado, pero el siguiente fin de semana se me pasa.
Lo que suena a continuación es la risa musical de un Unicornio. Tan difícil de encontrar.