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Extasionamiento: la trotamundos sexual

Escrito por:Arturo J Flores

Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas, suele decirse. Para Jenni, lo que ha sucedido en las diferentes naciones que ha pisado, la acompaña a donde quiera que va en forma de candentes historias.

Le gusta tener sexo cuando viaja. Haciendo cuentas, hasta el momento de nuestra charla, calcula haberse acostado con 15 hombres de diferentes nacionalidades en 12 países distintos. Digamos que es una auténtica trotamundos erótica.

Nada mal para una chica de 21 años que bien podría ser científica social. La estudiante de Comunicación ha sido la conejilla de indias de su propio experimento. En su piel morena clara, permanecen las huellas invisibles del comportamiento de sus amantes. A ese cuello que haría las delicias del conde Drácula lo ha mordido una representación lúbrica de la Organización de las Naciones Unidas.

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–Lo que yo hago es una manera de viajar, porque estoy convencida de que el sexo también es cultura. La forma como lo hacemos y la manera que tenemos de disfrutarlos hablan mucho de nosotros y cómo nos perciben los demás.

Comenzó en Colombia hace tres años, pero después siguió en otras naciones. En lo que ella llama “mi pasaporte” hay sellos eróticos estadounidenses, canadienses, colombianos (but of course), brasileños, españoles, franceses, italianos, belgas, escoceses, ingleses, islandeses, “suecos o suizos, nunca me acuerdo bien”, y –me cuenta sin contener esa coquetería que le brota a borbotones por los ojos rasgados, “prácticamente toda la Unión Europea”.

Eso no significa, por supuesto, que no regrese de vez en cuando a visitar “su país”.

–Cuando empecé a coleccionar sellos, ya tenía varios de Mexico. Siempre es bueno regresar a tu tierra.

Según el portal de citas entre personas comprometidas, AshleyMadison.Com, Ecatepec es el sitio más infiel del planeta. Datos tan reveladores como estos puede uno obtener acerca del comportamiento sexual de los hombres, si se sienta uno a charlar con Jenni. A primera vista parece que no rompe un plato, señal inequívoca de que en su haber ha quebrado vajillas enteras.

Ha hecho el amor en toda clase de geografías y latitudes. Incluso tuvo un encuentro en el baño de un bar en Cartagena de Indias y en plena calle, en Alemania. “Estábamos muy lejos de nuestro hostal y cuando te gana, pues te gana”.

Jenni me cuenta que sus mejores encuentros han sido de la mano de un francés, un pasaporte que ha resellado en varias ocasiones. Caso contrario el de su sello estadounidense. De su paso por las sábanas junto al espécimen gobernado por Donald Trump no sólo no pudo traerse de souvenir un orgasmo, sino que al día siguiente, cuando amaneció, salió corriendo.

–¿Quién tiene el país más “grande”?–le pregunto y ella recurre al mapamundi de sus recuerdos. Se muerde el labio inferior, antes de responder.

–Suiza o Suecia, te digo que no me acuerdo qué era.

–¿Y el más “pequeño”?

–Colombia.

Sin embargo, recuerda cómo el mejor viaje erótico de su recorrido sexual fue el que protagonizó junto a un francés. Le reservó un lugar en “primera clase”. Por más que reconozca que también es la nacionalidad que “suda más concentrada”, también manifiesta que son amantes que se preocupan por el placer del otro, que se quedan un rato a platicar y hacen los mejores chistes de humor negro. Los alemanes, en efecto, son tan gélidos que tuvo que ser ella la que dio el primer paso cuando visitó territorios corporales teutones.

De los mexicanos, comenta que somos los creativos a la hora de hacer posiciones sexuales, los latinos en general hablamos con más “dirty talk”; y de los italianos, asegura que hasta para los encuentros sociales son extremadamente románticos. “Ellos no cogen, hacen el amor”.

El peor de sus viajes fue con un ecuatoriano, que nada más no podía concentrarse en lo que estaba. A mí me parece irreal que alguien se pueda distraer teniendo desnuda a la misma mujer que tengo enfrente. El viaje que no realizó y sigue representando un sello pendiente es el asiático.

–Estuve a punto con un japonés, pero se puso hasta la madre y ya no se pudo.

Lo mismo le sucedió cuando estuvo en África. No hubo tiempo ni oportunidad para comprobar lo que se dice de los originarios de este continente.

Jenni no usa Tinder ni ninguna otra app de ligue. Digamos que aunque millennial, le gusta hacer las cosas de la forma clásica. Conoce a alguien en una fiesta o en un bar, y si hay “clic”, el pasaporte se sella.

Sólo ha tenido una experiencia desafortunada en su esfuerzo por ser Phileas Fogg y darle la vuelta al mundo en 80 camas.

–Durante un viaje, ya estaba medio peda y le escribí un mensaje a una amiga en el que le decía: “me voy a coger a todos los franceses que pueda”. Lo malo fue que me equivoqué de número y se lo envié a mi papá…