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Difícil de creer: senos marchitos

Por: Sergio Sepulveda 06 Dic 2019
En Camerún, las niñas y mujeres son víctimas de una práctica salvaje y ancestral, que las martiriza y deforma su cuerpo.
Difícil de creer: senos marchitos

Bolas, bubis, busto, chichis, chicharrón, delantera, lolas, mamas, melones, nenas, pechos, pechonalidad, pechugas, senos, teclas, tetas. Todos sabemos de qué estamos hablando. Después de la boca, el pecho femenino es el máximo botón del deseo para la mayoría de las personas, mujeres y hombres. Al nivel del instinto, los senos representan el inicio de una figura curva que, más allá del morbo, apoya la preservación de la especie.

Los pechos de las mujeres son inspiración, Renoir dijo: “Si Dios no hubiera creado el pecho de la mujer, no sé si habría sido pintor”.

Las tetas son un tema diario, en cualquier sentido y en cualquier época, como cuando surgió la muñeca Barbie que estableció con su figura un estándar de belleza inalcanzable y de fantasía, con sus medidas de plástico que en la vida real equivalían a 99 – 53 – 84.

Las chichis son señaladas por su tamaño, si es diminuto o monumental como el pecho de Annie Hawkins Turner (Norma Stitz), una mujer originaria de Estados Unidos que en 1999 estableció el récord Guinness de tener el busto natural más grande. La cinta métrica alrededor de su torso, sobre los pezones, marca los 177.8 centímetros. Con tremendos atributos debería usar una talla de brasier 48 copa V.

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Por otro lado, en algunas culturas, los senos de una mujer son la apertura a la vida sexual, por lo mismo,  a muchas familias les preocupa la atención que el sexo masculino pone en sus hijas cuando inician la adolescencia, incluso antes. Esta idea ha generado una práctica tortuosa, violenta física y mentalmente contra las niñas que viven en Camerún: el planchado de senos.

El planchado de senos consiste en golpear los pechos de las adolescentes con objetos calientes para revertir el crecimiento de estos y así retrasar al máximo el inicio de la vida sexual de las chicas, prevenir el acoso y miradas de los hombres, además de los embarazos no deseados.

Hay familias que se “compadecen” e intentan hacer esto menos doloroso y planchan los senos implementando un vendaje que aplana el pecho de las mujeres todo el tiempo, lo cual no deja de ser humillante.

Camerún es uno de varios países de África donde se practica el planchado de senos. Se calcula que esto se ha hecho en casi 4 millones de mujeres, niñas y adolescentes. Esta práctica se compara con la mutilación genital; atenta contra el derecho de hacer con tu cuerpo lo que tú quieras, es un acto que violenta la intimidad y el placer.

Si el planchado de senos intenta nublar la mirada masculina, ¿quién se encarga de aplicarlo? Generalmente es la madre de la niña.

Imaginen la escena. Dentro de su casa, con discreción, la madre usa piedras lisas, espátulas, palos de escoba o atan cinturones alrededor del pecho. La “terapia” dura aproximadamente 10 minutos diarios por la mañana. La madre golpea a su hija con el objetivo evitar tentaciones, para alejar las miradas lascivas de los hombres.

A las niñas se les exige otra cosa, mientras su pecho es golpeado o aprisionado, no deben llorar, sin importar su dolor y rabia, deben actuar como si no fueran lastimadas, ya que si lloran o lamentan no estarían demostrando que son fuertes y una mujer débil es una deshonra para la familia.

¿Cuáles son las consecuencias físicas del planchado de senos? No sólo la deformación de su pecho, también les provoca quistes, abscesos, cicatrices, daño permanente en los conductos de la leche, infecciones, fiebre severa, quemaduras y hasta la desaparición completa de un seno o ambos. Y con los años, su vida sexual tambalea porque no toleran el roce de sus esposos y evitan amamantar a sus hijos por el dolor que les produce.

¿Hay alguna solución? En 2015, el gobierno de Camerún estableció en la ley penas para quien interfiera con un órgano para inhibir su crecimiento normal; cualquier persona que haga esto será enviado a la cárcel de seis mesas hasta cinco años, con multas de entre 3,400 a 34 mil pesos; no obstante, la práctica continúa en la clandestinidad, con el problema que al realizarse en los hogares, las pequeñas serían las únicas que podrían denunciar, y prefieren no hacerlo.

La esperanza está puesta en campañas de difusión para eliminar esta práctica; pero el mensaje más importante sería que la mujer, en Camerún, en África y en cualquier parte del mundo no es responsable, ni causante del acoso y la violencia sexual. Una mujer debe sentirse orgullosa y segura de su cuerpo, caminar por la calle o acudir a la escuela o al trabajo sin temor a que sus curvas generen agresiones verbales y físicas.  Una sociedad de senos marchitos es un atentado contra la vida. Difícil de creer.

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