Caminando Ando: Un viajero descubriendo las Laurentides

Son tiempos difíciles para un viajero, para alguien que está acostumbrado a caminar por los rincones de algún lugar en alguna parte. Atrás quedaron los rápidos del río, las callejoneadas en pueblos mágicos, los hallazgos arqueológicos de alguna civilización, los atardeceres espectaculares, la cerveza con amigos en fogata y los días de sol frente al mar.
Vivimos un confinamiento que comenzó desde marzo de 2020, encerrados en casa, cual pájaro enjaulado. Tiempo que nos ha servido para reflexionar, modificar nuestros pensamientos, e incluso somos testigos del respiro que la naturaleza se dio de la humanidad. Sabemos que todo pasará y pronto recobraremos, poco a poco, nuestra vida cotidiana, con un pensamiento diferente, más humano, y que sin duda, nos llevará a nuevas rutas y viajes extraordinarios.
Era enero de 2020, me encontraba en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México esperando un vuelo que me llevaría a Quebec, exactamente a la región de las Laurentides. Me dijeron que era un lugar mágico, donde la naturaleza se- guía intacta, así que mis expectativas eran altas.
Mientras iba volando, en mi cabeza repetía que sería un viaje extraordinario. Viajar en avión y surcar los aires es un momento mágico, sin duda para los afortunados que pueden viajar junto a la ventanilla.
Llegamos a Montreal, parada obligada para dirigirnos a Mont-Tremblant, un icónico pueblo de esquiadores donde la naturaleza te invita a disfrutar de la región. Las montañas nevadas nos dieron la bienvenida, parecía una escena de película, pero era más que eso, esto era real.
Mont-Tremblant se caracteriza por la calidad de su gente, misma que comprobé desde que pisé el aeropuerto, y al llegar, no faltó quien ofreció su ayuda, un gran interés por conocer nuestra cultura o hacerme sentir parte del lugar. Después de hospedarme, caminé por sus calles, poca gente en ellas, debido al frío la mayoría estaba en sus casas, bares, restaurantes o cafeterías. Entré en “La diabla”-prometedor nombre para una cantina- me senté en la barra y pedí una deliciosa cerveza artesanal. No faltó quien me hiciera la plática contándome que ese lugar era conocido por su cerveza y poutine, papas a la francesa con un delicioso gravy de carne y queso. Pasaron horas y me sentí como en casa, maravillado por aquella cantina hípster donde todos pueden entrar, sin importar su raza, preferencias o cultos. Cervezas, nuevos amigos, buena charla… que más podía pedir.
No soy amante de los deportes extremos, pero decidí practicar esquí, estando en el lugar indicado, por qué no hacerlo. Así que tomé el panorámico que me llevó a la cima de la montaña donde ya me estaba esperando Michael, el profesor que me ayudaría en este deporte. Al principio mis movimientos eran torpes, e incluso, por poco salgo volando al dejarme llevar por la adrenalina de deslizarme sobre la nieve. Varias caí- das después logré controlar el primer nivel, creo que practiqué el deslizamiento más de 30 veces para poder controlarlo. ¡Claro! Para ellos esto es pan comido.
Sin duda la época invernal ofrece un sinfín de actividades, además del esquí, otros practicaban snowboard, hacían angelitos en la nieve y además, para estar aún más en contacto con el entorno, otros más, vivían la experiencia de dar un paseo en trineo de perros, otra épica opción que contaré después, es fantástico.
Las noches en Mont-Tremblant son muy íntimas, uno puede tener un delicioso momento con cortes de carne, vino y música en algunos de sus restaurantes, la oferta gastronómica es tan amplia que puedes dar la vuelta al mundo desde tu paladar.
No sé si en ese momento valoré todo lo que ocurría, cada lugar y cada experiencia. Sí, ese fue mi último viaje antes de comenzar el confinamiento, pero estoy seguro que los viajes que vendrán los disfrutaré mucho más. Habrá un antes y un después del covid-19 y si están de acuerdo, me encantaría que sean mis cómplices de nuevos viajes y aventuras de todo tipo, como aquella ocasión en el barrio rojo de París, o cuando la policía me escoltó a mi hotel en Las Vegas, e incluso cuando mezclé pastillas para dormir con resaca en Vallarta. Sí, estoy seguro que seguiremos viajando y mientras eso sucede, estaremos aquí… caminando ando.