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AGRIDULCES 17, COLDPLAY

Por: Adán Medellín 31 May 2018
“Hace 17 años, Parachutes de Coldplay fue nombrado Álbum Británico del año en los BRIT Awards. Después todo, incluyendo la […]
AGRIDULCES 17, COLDPLAY

“Hace 17 años, Parachutes de Coldplay fue nombrado Álbum Británico del año en los BRIT Awards. Después todo, incluyendo la banda, se derrumbó. Fin.” Eso escribí ayer cuando leí una nota que recordaba el disco debut del grupo inglés como uno de los más brillantes y dinámicos del siglo XXI.

 

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Vale matizar mi afirmación dramática. No todo se derrumbó, pero sí unas cuantas cosas en el país y una banda que nos había ilusionado con el sonido de su primer disco. Parecían un cuarteto de tipos auténticos que simplemente querían hacer música: íntima, sutil, enérgica, melancólica, con un toque clásico. Y hacían gran música, de verdad.

Ya sé que A rush of blood… es un buen disco también, pero no tiene los tamaños del Parachutes. Creo que algo del tono grave y explorador del primer álbum conectó con tantos de nosotros en un nuevo milenio, porque también estábamos lleno de expectativas y búsquedas. Parachutes podía producir una canción tan emotiva como “Yellow”, tan trágica como “Trouble”, o tan breve e inquietante como “Don´t Panic”.

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Era un carrusel susurrante de estados anímicos (“Oh no, I see, a spider web is tangled up with me / and I lost my head/ and thought of all the stupid things I said”) y de palabras que nos decíamos en silencio (“Your skin/ oh yeah your skin and bones / Turn into something beautiful / You know you know I love you so…).

Cuando escuché a la banda por primera vez en México, confieso que pensé: “estos tipos son los sucesores de Radiohead”. Pero ellos no fueron ni serán Radiohead. Tampoco siguieron siendo una banda “secreta”, con un puñado de discos inolvidables, perfectos y alejados del oleaje del mercado. Haciendo música por la vida misma, con el derecho de hacerlo porque nosotros no podíamos hacerlo y queríamos que ellos lo hicieran.

Algunos dirán simplemente que el globo amarillo –la portada del álbum de Coldplay- dejó de ser indie para volverse global. Que Chris Martin se hizo una estrella y se codeó con la realeza de Hollywood. Que son buenos y talentosos para hacer rolas alegres y pegajosas. Y después de todo, ¿quién tiene la superioridad moral de rechazar un SuperBowl? ¿Quién quiere vivir solamente como una banda nostálgica?

Mirar la evolución creativa y mercadológica de Coldplay me enseñó que el mundo giraba pese a mis convicciones y esperanzas. Que uno abandera bandas, o deportistas, o líderes como verdaderos políticos sentimentales y no puede evitar exigirles que hagan las cosas del modo en que nos enamoraron por primera vez.

Pero claro, esto lo entendí después, con mi extraña incapacidad de volver a escuchar un disco completo de Coldplay. Ya saben, es una especie de traición al tipo que yo fui a los 19, cuando los oí por primera vez fascinado en un modular para 3 discos compactos, echado en mi cama, mirando el techo, con el corazón latiendo muy fuerte. Y aunque la vida sea cambio y dinamismo, uno tiene que serle fiel a ciertas cosas.

 

 

 

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Por Adán Medellín

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