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La impresora se atasca y a éstas alturas, el que eso pase te pone peor que cuatro horas atorado en el tránsito.
De un momento a otro, pasaste de ser el tipo que resuelve problemas, al tipo que hace únicamente lo indicado en su contrato y si es posible, menos.
De ser la estrella del karaoke a apenas saludar y sólo si los topas de frente.
¿Necesito explicar esta?
Has olvidado lo que es sentir que tu trabajo te emocione… y evitas cualquier cambio en tu rutina con tal de no tener que hacer un pequeño esfuerzo.
Cantar feliz cumpleaños nunca había sido tan doloroso.
No puedes dejar de pensar en tu chamba. Pero no se trata de generar ideas, simplemente sientes que tu trabajo te persigue a todos lados.
Esa sensación que tenías de niño cuando ibas a la primera y el sol empezaba a ponerse en domingo… ha vuelto.
Tu recuerdas que considerabas tu trabajo como “es súper tranquilo”, y ahora estás agotado todo el tiempo. Empiezas a enfermarte, los dolores de cabeza no se hacen esperar y en general, parece que tu cuerpo se ha vencido.
Puede que siempre estés tan cansado que no pases tiempo con tu familia. O tal vez empezaste a tomar demasiado para evadirte, o a comer espantosamente, como una manera de gratificación por el horror que significa estar ahí. El asunto es que tu tortura laboral, ha empezado a afectar tu vida personal y eso es un gran foco rojo.
Tratamos de hacerte esta lista lo más ligera posible, pero de verdad, esto es serio. Sabemos que da miedo la idea de cambiar de chamba, o tal vez sufras del “error del inversionista”: has pasado tanto tiempo en ese lugar que sientes que sería una tontería moverte ahora. Puede que tengas razón. Sólo no olvides que la vida es demasiado corta para pasarla odiando el cotidiano.