Oclocracia; o el arte de lavarse las manos
Polibio, nacido en el año 200 a.C. es considerado, por su vasta experiencia, el padre de la Historia Universal. Nació en Grecia y su capacidad de análisis e inteligencia probada lo llevaron a ser uno de los hombres más influyentes de su época.
Adorado y odiado por los romanos, pasó 17 años preso al formar parte de la Liga Aquea, grupo que encabezó el enfrentamiento entre Roma y Perseo de Macedonia.
Fue víctima de sus críticas a las formas de gobierno prevalecientes al haber distinguido las asimetrías pendulares entre:
La monarquía y la tiranía.
La aristocracia y su consecuente oligarquía.
La democracia con sus degradaciones: populismo rebajado a oclocracia, siendo ésta una forma de gobierno basada en decisiones de la masa, la turba o el gentío.
En nuestro tiempo cabe reflexionar sobre esto, por una razón muy clara, estamos reestrenando ese modelo de gobierno, que oculta un autoritarismo extremo bajo el disfraz de la opinión del populacho que, sin ser peyorativo, emite decisiones: incoherentes, mal informadas, sesgadas, inconvenientes, incongruentes e inoportunas. Pero con otra característica: la masa no tiene capacidad de autogobierno, lo que significa que alguien lo hará, aunque la responsabilidad sea del gentío.
Poncio Pilatos es ejemplo de oclocracia —apréndanse el nombrecito—, sometió a votación de la turba la decisión de crucificar a quien quisieran.
“¡A Jesucristo!”, gritaron, lo que no le dejó opciones más que lavarse las manos ante la historia de un momento decisivo en el devenir de la humanidad.
Polibio pensaba que la más ruin de las formas de gobierno era justamente esa, porque se basa en la ignorancia de las masas, la arrogancia del anonimato y la impunidad irresponsable de las consecuencias.
¡¡¡El conductor de una oclocracia la tiene hecha!!!
Si algo sale mal, fue “Fuenteovejuna” pero si apunta positivo, se colgará la medalla sin reparos.
Recuerdo un documental-película en el cine.
La mecánica era hacer preguntas “extremas” a la gente, con la consecuente respuesta que resultaba hilarante.
“¿Sabía usted que llegará a la ciudad, el espectáculo de las Cataratas del Niagara?”.
Las reflexiones de la encuesta variaban, desde: “Ya es tiempo de que en México tengamos exhibiciones de talla internacional”, hasta “¿y cuánto va a costar el boleto?”.
La masa tiene la candidez de opinar de lo que sea sin el escrúpulo que da la conciencia.
Opiniones como ésta en la consulta sobre el NAICM: “Nadie ha considerado el impacto ecológico que causará construir un aeropuerto en Texcoco”, como si hacerlo en otro lado estuviera exento de repercusiones iguales.
México se perfila hacia una caída en tobogán de no tomar acciones consecuentes o establecer contrapesos a un gobierno arrogante que pega y esconde la mano.
Aún no empieza y da coletazos.
La mitad de la población vive en la fiesta, al pensar que celebra el fin de la corrupción, ante el féretro de un cadáver imperturbable por definición.
Si bien no hay quien no desee su extinción, llego a pensar que un poder absoluto como el que se ha formado, apunta a ser reflejo de lo que pretende aniquilar.
No olvidemos que Polibio se erigió con el tiempo en el creador de la “Teoría de la Historia”, entendido el concepto como las lecciones que al futuro dejan hechos consumados.
“Quien no conoce la historia, corre el riesgo de repetirla”.
México pierde terreno conforme nos adentramos en este siglo de nuevos y repetidos paradigmas.
Los aciertos de una nación apelan a la madurez y conocimiento de la sociedad; los errores que estamos persistiendo en cometer, son y serán consecuencia del triunfo de la ignorancia, envidia y resentimiento de gente de escasa estatura interior, que por cierto…
¡Toma décadas, a veces siglos, enderezar!
