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Moby: “no quiero ser otro rockstar cincuentón”

Por: Arturo Flores 17 Ene 2020
Lanzó un nuevo disco, pero no quiere hacer gira porque es feliz retirado de los escenarios, atendiendo su restaurante vegano y haciendo senderismo en Los Ángeles. Su vida es aburrida y maravillosa.
Moby: “no quiero ser otro  rockstar cincuentón”

Moby lanzó un nuevo disco, pero no quiere hacer gira porque es feliz retirado de los escenarios, atendiendo su restaurante vegano y haciendo senderismo en Los Ángeles. Su vida es aburrida y maravillosa.

PB: El disco anterior, More Fast Songs About the Apocalypse, estaba inscrito en un ambiente mucho más punk-electrónico. En este caso, Everything Was Beautiful, and Nothing Hurt está compuesto en un slow tempo más evidente, ¿es tu intención romper completamente con tu pasado inmediato cuando grabas un nuevo álbum?

M: Creo que la pregunta debería ser: ¿Por qué un músico de 52 años, en pleno 2018, se atreve a grabar un disco? Y la respuesta es: porque nadie está comprando discos ni mucho menos tomándose el tiempo para escucharlos. Así que tampoco tengo la necesidad de salir de gira para promover un álbum que de todos modos la gente no va a comprar. Así que mi única motivación para hacerlo fue reunir una colección de canciones. Es genuina pasión por el trabajo. Visto así, el disco representa una especie de ejercicio dialéctico de comunicación entre las personas que quieran escucharlo y yo mismo. Ya no me preocupan los términos comerciales de mi carrera, sólo la comunicación con la gente. Me vale madre si el disco se vende, si se venden entradas para los conciertos o si eso fortalece mi carrera. Sólo me preocupa una cosa: ¿el disco me satisface, creativamente hablando? ¿Qué aprendí durante su proceso? Hubo un tiempo en que las ventas de mis discos me quitaban el sueño, pero hoy puedo darme el lujo de concentrarme sólo en el placer de hacer música.

PB: Se te escucha contento, liberado de cierta forma de esas presiones de la industria. Sin embargo, las canciones de Everything Was Beautiful, and Nothing Hurt rezuman cierto aire de tristeza y melancolía. ¿Cuál fue tu estado de ánimo mientras las componías?

M: Sólo soy relativamente feliz. Mi vida se ha vuelto muy simple. Vivo en Los Ángeles, hago senderismo a diario, atiendo mi pequeño restaurante vegano, hago un poco de activismo político y social. Pero hay dos detalles no tan pequeños que alteran toda esa tranquilidad. Por un lado, está el mundo en el que vivimos. Me preocupa en lo que nos hemos convertido como especie. Fueron dos cosas que tuve en la cabeza y que resultaron devastadoras. Existe una gran confusión acerca de lo que significa ser humano, y ese dilema condujo todo el proceso de grabación. Vivimos durante un periodo de tiempo muy breve e ignoramos si nuestras vidas tienen un sentido y un propósito. No sabemos cuál es nuestro papel en el Universo. Y ese desconcierto es el que nos orilla a tomar terribles decisiones políticas. Estoy convencido que el origen de todas las cosas horribles que hace la raza humana parte de una confusión de tipo existencial. El consumismo es una de las maneras con las que la raza humana intenta llenar esos vacíos en el alma. La guerra, la violencia, todo nos dirige hacia ese miedo apabullante que sentimos.

 

 

Moby, rockstar México, Música

Fotografías cortesía de Melissa Danis/Arts & Cratfs México

 

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PB: Esta preocupación por la raza humana, ¿podríamos decir que representa el hilo conductor entre tus dos últimos discos, quizá con más rabia en More Fast Songs About the Apocalypse y con mucha más tristeza en Everything Was Beautiful, and Nothing Hurt?

M: Sí, definitivamente. El álbum anterior estaba mucho más enclavado en una perspectiva política, pero en este quise ir más allá, observar todo desde una mirada antropológica. Obviamente, necesitamos transformar nuestras instituciones y nuestras estructuras políticas. Pero antes que eso, necesitamos entender qué somos como especies. Porque ahorita, cuando se trata de transformar la política, todo lo que hacemos es movernos de un error a otro. Hay errores peores que otros, eso sí. Pero todo nos conduce al mismo resultado: a no saber cuál es nuestro papel en el mundo. Anhelamos resolver nuestros problemas, pero al final todos los problemas parten de nuestra ignorancia como especie.

PB: En abril de 2003 tocaste en el Auditorio Nacional y en algún momento le pediste disculpas a la gente por el Presidente de Estados Unidos, que entonces era George Bush. “Mi presidente es muy estúpido”, dijiste en español y la ovación fue ensordecedora. ¿Hoy en día bas-taría una disculpa

M: Es curioso, porque cuando Bush fue presidente, pensé que Estados Unidos no podría tener un peor dirigente en toda su historia. No tenía idea de lo que pasaría. Si comparamos a George W. Bush con Donald Trump en términos de enfermedades de transmisión sexual, Bush sería un caso de herpes, pero Trump es un contagio de VIH. Bush era un estúpido que llegó a ser presidente porque tenía relación con la política. Pero en el caso de Trump, me cuestiono si estamos hablando de un ser humano. Tal vez se trate de una nueva especie, un humano fallido. Es la encarnación de todo lo que salió mal, no sólo políticamente, sino como especie. El apoyo que los derechistas le manifiestan nos sume al resto de los norteamericanos en una gran confusión, porque la mayoría de nosotros vemos a México como un socio comercial, un lugar cálido y hermoso, lleno de gente inteligente y amable. Pero las personas que están con Trump están tan enfadadas como él. Necesitan un objetivo en el cual descargar toda su ira. Y tal vez porque son viejos, blancos y racistas, se enfocan en el objetivo que les queda más a la mano. Desafortunadamente, se trata de México. Así que si en tiempos de Bush tuve que ofrecer una disculpa, hoy en día tendría que llevar esa disculpa a un nuevo nivel. Sólo espero que, cuando Trump pise la cárcel, Estados Unidos pueda recuperar su salud mental.


Si comparamos a Bush con Trump en términos de enfermedades de transmisión sexual, Bush sería un caso de herpes, pero Trump es un contagio de VIH. Bush era un estúpido que llegó a ser presidente porque tenía relación con la política. 


PB: Esto que comentas podría estar conectado con una de tus canciones nuevas. ¿Quién es el “señor” al que hablas en ‘Like motherless child’ (“No conoces mis necesidades ni mis caminos, señor”)?

M: Viendo las cosas desde una perspectiva más personal, se trata de una cuestión existencial. Esa canción describe lo que somos como seres humanos. No entendemos cómo funciona el mundo.

PB: Como decías al principio, la gente ya no compra discos. Pero tampoco lee libros. Tu nombre hace alusión a Moby Dick, la novela que escribió tu ancestro Herman Melville, y el nombre de este disco proviene de un epitafio consignado en el libro Slaughterhouse-Five, de Kurt Vonnegut. Estas referencias pueden no significar nada para ese público que únicamente lee estatus de Facebook.

M: Si echamos una mirada anterior al siglo XX, el arte, la música, el teatro o el cine, podemos concluir que sus creadores estaban preocupados por cuestiones muy superiores. Por eso, me entristece que el siglo XXI se preocupe por cuestiones mucho más pequeñas. En vez de enfocarse sobre el rol de la humanidad con respecto al cosmos, a los habitantes del siglo XXI les preocupa la cantidad de likes que pueden obtener en Facebook. La literatura se he empequeñecido. No toda, claro, porque hay grandes artistas contemporáneos, pero la calidad del arte ha decrecido en este siglo.

PB: Tú mismo has publicado un libro el año pasado. ¿Fue complicado reconocer ciertas cosas, como el abuso de drogas o la promiscuidad sexual, en esas páginas? ¿Temas de los que quizá no te mostrarías tan abierto en una entrevista?

M: No lo fue, porque la cultura en la que estamos sumergidos hoy en día gira alrededor de la deshonestidad. La gente pretende mostrar lo que no es. Quiere ser percibida mucho más fuerte de lo que verdaderamente es. Los músicos quieren que pienses que son más cool de lo que en realidad son. Los políticos quieren que pienses que son honestos. Todo se trata de fingir. Pero la realidad es que todos lidiamos con el sufrimiento, la confusión y la angustia. Lo que hice fue compartir mis experiencias porque, quién sabe, tal vez ayuden a alguien a ser mucho más abiertos con sus propios tormentos.

Moby, rockstar música

Fotografías cortesía de Melissa Danis/Arts & Cratfs México

PB: Dices que tu vida hoy es simple y pacífica. Pero no siempre fue así. El año que entra serán 20 del lanzamiento de Play. ¿Dirías que aquellos fueron tus tiempos más salvajes de sexo, drogas y rock and roll?

M: Fueron esos diez años, entre 1997 y 2007. Toda esa década me la pasé bebiendo como desesperado, probando todo tipo de drogas y siendo un degenerado sexual. Pero terminó en 2008 cuando dejé el alcohol. ¡Qué interesante es revisar esa época! Porque hoy soy absolutamente aburrido. Podría decir que soy casi un monje en su convento. Doce años atrás estaba loco. Me cuesta pensar que era la misma persona.

PB: Somos Playboy y tengo que preguntarte. A la distancia, ¿Master Bobby —el sobrenombre con el que Moby se introdujo al universo BDSM— fue una de tus más grandes locuras?

M: ¡Sí! (Risas). La vida es muy complicada. Créeme que con lo aburrido que soy ahora, me enorgullece haber hecho cosas tan salvajes. Mira, tengo amigos que se casaron justo al salir de la Universidad. Empezaron a salir siendo muy jóvenes, contrajeron matrimonio, tuvieron hijos y son felices. Fin de la historia. Estoy seguro que a veces se preguntan qué hubiera pasado si no se hubieran conocido. Pero yo hice cosas tan locas que ahora puedo ser un tipo tan tranquilo que aburro. Lo viví todo y ya no tengo ganas de explorar lo más oscuro, porque ya lo hice. Además, esa siempre es una buena anécdota para contar.

PB: Viéndolo simbólicamente, ¿podríamos decir que dejaste de componer desde la guitarra eléctrica, que es la materia prima del rock, para hacerlo desde el piano, que tiene una textura mucho más suave? Así suena Everything Was Beautiful, and Nothing Hurt en comparación con tus primeros discos.

M: Algo hay de eso. No lo había visto de esa forma. Hoy prefiero las guitarras acústicas, sin duda. La diferencia principal entre la guitarra y el piano es que en el segundo puedes tocar hasta 10 notas al mismo tiempo. ¡Pero eso no quita que la guitarra sea fabulosa! Es mucho más limitada que el piano, pero sigo amando ambos instrumentos.

PB: No harás giras con este disco, ¿no sientes que falta tocarlo en vivo para que el ciclo de comunicación del que hablábamos al principio se complete?

M: Hice un tour muy chico de tres shows en lugares muy íntimos en Los Ángeles, y dos conciertos más en sitios igualmente reducidos en Nueva York. Ah, también toqué una canción en el programa de Stephen Colbert. Así que hubo una gira, pero la terminé en siete días. Porque no quiero ser otro músico adulto cincuentón que viaja por el mundo, durmiendo en los mismos hoteles de siempre. La vida es corta y hay otras cosas que quiero hacer en la vida antes que sentarme durante horas en un aeropuerto y dormir en camas de hoteles mientras envejezco.

PB: En este disco recurriste a varias cantantes para acompañarte y hacer contraste con tu propia voz. Específicamente en “The last of Goodbyes” hay una parte en la que susurras: I can’t see, I can’t speak, I can’t walk, I can’t talk. ¿Poner tus sentimientos en una hoja de papel realmente ayuda a mitigar el dolor?

M: Es una cualidad de la música. A través de ella puedes mirar tu dolor, eres capaz de expresarlo a los demás y de alguna manera puedes encontrar consuelo. Es por eso que las personas invertimos tanto tiempo en el arte, creándolo o disfrutando de él. Es increíblemente poderoso. Puede sanar a otros o ayudarte a ti mismo a superar el dolor.

PB: Hablemos de veganismo. ¿Es sencillo para ti promover un estilo de vida sin alimentos de origen animal al mismo tiempo que Instagram nos muestra una tendencia a compartir imágenes foodporn de hamburguesas y costillas a la barbecue?

M: Algo, pero los derechos de los animales es lo que más me interesa en este momento de mi vida. Si me pusieras una pistola en la cabeza y me obligaras a elegir entre trabajar en pro de los derechos de los animales o haciendo música, elegiría sin pensar a los animales. Amo la música,pero el tema animal es más importante. Cuando era más joven, tenía la misma relación con la comida que la mayoría de las personas. Amaba a los animales. En casa teníamos perros, gatos, roedores y hasta reptiles, pero también me gustaba comer en Burger King y McDonald’s. A los 19 años, me di cuenta que resultaba muy contradictorio amar a los animales pero al mismo tiempo comérmelos. Porque esa carne representaba mucho sufrimiento. Una de las características de nuestra especie es que no nos cuesta nada separar nuestras ideas de nuestros actos. La comida es el mejor ejemplo. Podemos amar a los animales, pero comérnoslos en forma de hamburguesas con queso. Mi obligación como activista es recordarle a la gente que ama a los animales que no deberían ser responsables de su sufrimiento. La mayoría de la gente ni siquiera piensa en ese dolor. Sin embargo, al final les cuesta mucho volver a comerse una hamburguesa cuando hacen conciencia de la muerte que representa.


Toda esa década me la pasé bebiendo como desesperado, probando todo tipo de drogas y siendo un degenerado sexual. Pero terminó en 2008 cuando dejé el alcohol. Hoy en día soy absolutamente aburrido. Podría decir que soy casi un monje en su convento.


PB: Hace poco Morrissey estuvo en México y durante su actuación en un festival se suspendió la venta de alimentos elaborados con productos animales. ¿En qué momento consideras que el activismo se convierte en una imposición?

M: Bueno, desde mi punto de vista, el objetivo del activismo es convertir el mundo en un mejor lugar. Pero algunos activistas lo olvidan. Piensan que tienen derecho a juzgar a los demás. O peor aún, creen que el activismo sólo está ahí para presumirse. Mi objetivo es cambiar el mundo y para ello tengo que ser muy estratégico. Para responder a tu pregunta: eso significa que a veces hay que sugerir, otras veces mucho más obvio, pero al final uno como activista debe respetar al otro. He sido vegano por 30 años y mira, por ejemplo, mi restaurante Little Pine estará sirviendo comida en el Festival Coachella (la entrevista tuvo lugar a principios del mes de abril) y estoy muy emocionado porque Beyoncé nos visitará. Entonces muchos detractores me dijeron: “Oye, pero sabes que Beyoncé no es auténticamente vegana”, a lo que yo respondo: “Sí, y hace 30 años tú tampoco lo eras y yo no te juzgué”. Algunos activistas están cegados por su ira y enamorados de su fundamentalismo.

PB: En 2002, en ‘Without me’, Eminem dijo que se la podías chupar, que eras demasiado viejo y ya nadie escuchaba tecno como el que hacías. ¿Crees que fue demasiado injusto contigo? Al final, igual que él también tuviste un pasado salvaje.

M: Es chistoso. Te dije que iré a Coachella con mi restaurante Little Pine, ¿verdad? Bueno, pues Eminem estará cantando ahí, así que técnicamente estaremos en el mismo lugar. Sólo que yo estaré sirviendo comida vegana para 50 sujetos y él tocando delante de cientos de miles de personas. Cada quien tiene lo que quiere (Risas).

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