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Libros al desnudo: más allá de Fahrenheit 451

Por: Playboy México 31 May 2018
Esta nueva versión de Fahrenheit 451 es conmovedora como la esencia de la novela de Bradbury y con una crítica y reflexión fortísimas y necesarias a los tiempos en que vivimos.
Libros al desnudo: más allá de Fahrenheit 451

HBO recién estrenó la nueva versión de Fahrenheit 451, basada en la novela de culto del escritor norteamericano Ray Bradbury -publicada por primera vez en 1953- y que con el paso de los años se ha convertido en una de las novelas distópicas más importantes de la f. El filme contó con la dirección de Ramin Bahrani y con las participaciones protagónicas de Michael B. Jordan como Guy Montag, Michael Shannon como Beatty y Sofia Bouttella como Clarisse McClellan. Si bien en 1966 François Truffaut dirigió una interesante adaptación del libro, estamos ante un Fahrenheit diametralmente diferente, fiel a la historia original pero que –afortunadamente, a mí parecer- se permite licencias creativas acordes a la híper modernidad en que vivimos.

A mediados del siglo pasado, Bradbury vaticinó en sus novelas muchos de los avances tecnológicos y los dilemas humanos a los que nos enfrentaríamos por estos. Respecto a lo primero, el escritor predijo la existencia de pantallas planas, auriculares, video llamadas, autos que se manejan solos, inteligencia artificial; entre muchos otros que hoy nos son tan comunes e indispensables, pero que para los años 50 del siglo pasado no eran más que ciencia ficción. Sobre lo segundo, las novelas de Bradbury a pesar de pertenecer al género de lo fantástico, tienen un trasfondo reflexivo importante, abordando temas como la soledad, el aislamiento emocional y social, la amenaza de los medios masivos, el control de los gobiernos sobre el pueblo y la decadencia humana. Por ejemplo, en el relato El peatón, el protagonista es detenido por dar un paseo y no tener una televisión; en Fahrenheit 451 los libros están prohibidos porque leer nos hace sentir, sin embargo sentir lo que el gobierno dicta es lo único que puede hacernos felices (extraordinario el fragmento donde Guy Montag lee un fragmento de un poema a una amiga de su esposa: “…La señora Phelps estaba llorando. Las otras, en medio del desierto, miraban cómo lloraba cada vez más alto, y cómo la cara se le arrugaba y descomponía. La miraban, sin tocarla, confusas ante la escena. La mujer sollozaba sin poderse dominar. Montag mismo se sentía aturdido y débil. –Vamos, vamos- dijo Mildred. No pasa nada, Clara. ¡Clara, por favor! ¿Qué te ocurre? –Yo…yo… -sollozó la señora Phelps-. No sé. No sé de veras. Oh, oh… La señora Bowles se incorporó y miró con ojos brillantes a Montag. -¿Ve usted? Ya lo sabía, ¡esto es lo que yo quería probar! ¡Sabía que pasaría esto! Siempre lo he dicho, poesía y lágrimas, poesía y suicidios y llantos y sentimientos horribles, poesía y enfermedades…” La única predicción que falta por acertar a Bradbury y que no pareciera muy lejana es la colonización de Marte narrada en Crónicas Marcianas, una distopía donde los seres humanos terminamos con los recursos naturales de la Tierra y nos marchamos al planeta rojo para, adivinen qué, exterminar a los marcianos y al planeta mismo. No suena disparatado considerando nuestra experiencia en iniciar guerras sin sentido y la sed de poder del hombre desde su origen.

En el Fahrenheit 451 de Bahrani, contextualizada en una sociedad donde la tecnología es fundamental y que quienes no la usan son considerados primitivos; no sólo los libros están prohibidos, sino toda información o manifestación que el gobierno censura bajo el dictamen de que ellos proveen la verdad y que esa verdad los hace felices; a diferencia del libre albedrío que no causa más que incertidumbre, estrés… (¿Por qué elegir si ellos pueden quitarnos esa terrible carga). Por ende la música, el arte y toda expresión crítica está restringida para beneficio de la sociedad. Es para este fin que el grupo de bomberos Salamandra cuyo fundador fue el mismísimo Benjamin Franklin y que está liderado por el capitán Beatty, se dedican no sólo a quemar libros, sino toda información física y digital a la cual le llaman “grafiti”. Junto a Beatty está Guy Montag, su pupilo e hijo de un bombero que conforme transcurre la historia nos damos cuenta del vínculo que este tenía con los libros. El fuego avivado por el queroseno en cada redada es transmitido en vivo (expuesto) por el único canal informativo en todo el país y proyectado en los rascacielos para que todos puedan verlo al tiempo en que, como en las transmisiones en vivo de las redes sociales, los espectadores envían emoticones de caritas felices por el triunfo de la censura (la sociedad ha sido adoctrinada, los viejos van muriendo y no hay a quién heredarle los recuerdos del mundo de antes; Beatty en cierto momento de la película asegura a Montag: “es muy probable que tus nietos no conocerán lo que es un libro.” Así pues, la sociedad se transforma en un conjunto de ciudadanos dóciles y manipulables.)

Montag durante dieciséis años ha creído fielmente que al quemar libros ha hecho un bien al mundo, hasta que conoce a, Clarisse, una joven que filtra información a Beatty para capturar rebeldes (ella lo hace para que disminuya su sentencia pues aquellos que son encontrados con algo prohibido son castigados despojándolos de su identidad por cierta cantidad de años). El contacto con Clarisse y los recuerdos intermitentes y poco claros que tiene de su padre sobre un escritorio ¿leyendo?, ¿escribiendo?; son la semilla de la inquietud que germina cuando son notificados de una casa en las inmediaciones del bosque donde encuentran a una mujer en posesión de una gran biblioteca. Allí Guy roba un libro de Dostoievski y no sólo eso, es testigo de cómo la mujer se inmola junto sus libros. ¿Qué contienen esos objetos que alguien es capaz de prenderse fuego por ellos? Es la duda que ya no puede controlar y que lo lleva a poner en duda toda su vida. En el libro, los rebeldes son escritores, periodistas, profesores, lectores, que se han refugiado lejos de las ciudades y que tienen un plan para rescatar los libros del olvido: memorizarlos, es por ello que cada uno cambia su nombre por el título de una obra y pasan día y noche memorizándolos para transmitirlos a niños y jóvenes para algún día verlos renacer. En la novela también existe este grupo pero además tiene el objetivo de hacer llegar a Canadá un ave que contiene en su ADN toda la información censurada para que sea dispersada como un virus y que ningún equipo de bomberos sea capaz destruirla.

Esta nueva versión de Fahrenheit 451 es conmovedora como la esencia de la novela de Bradbury y con una crítica y reflexión fortísimas y necesarias a los tiempos en que vivimos (de Fake news, de híper información, de aislamiento social por la tecnología, de vorágine y materialismo), donde los libros, así como la música, la fotografía, el cine… el arte en general, sin duda alguna son armas efectivas contra cualquier tipo de tiranía.

Dos datos curiosos: hay presencia de la literatura latinoamericana en el filme a través de Gabriel García Márquez y de Jorge Luis Borges, lástima que los dos hayan terminado cenizas. Sólo tres libros se salvan de la censura: la Biblia, Al Faro de Virginia Woolf y Moby Dick de Herman Melville.

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