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LIBROS AL DESNUDO: ¿CÓMO LEER A JUAN GABRIEL?

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
La muerte de Juan Gabriel conmocionó al mundo entero, sin exagerar, desde políticos de la talla de Obama, pasando por músicos de géneros antagónicos, como Jhon Fogerty de Creedence, y Dave Mustaine de Megadeth...
LIBROS AL DESNUDO: ¿CÓMO LEER A JUAN GABRIEL?

 

Por Jaime Garba @jaimegarba

La muerte de Juan Gabriel conmocionó al mundo entero, sin exagerar, desde políticos de la talla de Obama, pasando por músicos de géneros antagónicos, como Jhon Fogerty de Creedence, y Dave Mustaine de Megadeth; hasta intelectuales, artistas y millones de personas que celebraban la vida, el amor y la nostalgia con las canciones del Divo de Juárez. También hubo a quienes pasó sin pena ni gloria la muerte de Juanga, inclusive, es por todos sabido que al periodista cultural Nicolás Alvarado le significó la gota que derramó el vaso para dejar su puesto como director de Tv UNAM, pues a los fans del cantautor michoacano no les hizo gracia sus comentarios clasistas, pendencieros y snobs. Es cierto que el gusto por Juan Gabriel no debe ser una regla, en gustos se rompen géneros, pero también es verdad que tacharlo de “letrista torpe” como lo hizo Alvarado, es además de una provocación, una absoluta mentira, y es que en las canciones del Divo, hay una literatura poderosa, profunda y universal, lo constan los millones de discos vendidos, el éxito global que alcanzó, y la destrucción de arquetipos culturales y sociales; pero sobre todo, el hecho de que sus letras, como la buena literatura, llega al alma.

Vamos, quién no ha escuchado una canción de Juan Gabriel y ha sentido esa dura presión en el pecho, o inclusive, quién, sin importar si es un metalero, un adepto a la música clásica o un amante de la música de banda, no se sabe siquiera un estribillo de alguna de sus letras, me atrevería a decir que son pocos. ¿Qué pasa en nuestra mente entonces que fragmentos como “…yo no nací para amar, nadie nació para mí…” o “que tus ojitos jamás se hubieran cerrado nunca…” se insertan sin permiso haciendo que los grabemos en la memoria y más aún, nos causen un efecto emotivo que extrapolamos en ciertas circunstancias de nuestras vida.

Juan Gabriel es tal vez el último bastión de la música popular de culto, una tradición que proviene de grandes autores como José Alfredo Jiménez, Jorge Negrete y Pedro Infante, igual de poderosos en sus letras, igual de “llegadores”, que trascienden tiempo y espacio y que han dejado su música como herencia viva de las emociones y pensamientos humanos.

El disfrute de la música de quien llevó el nombre real de Alberto Aguilera, tiene como médula la palabra, pues en ella brillan los tópicos de la vida con sus correspondientes matices, cuando escuchamos cada una de sus canciones, ya sea en una fiesta o en la intimidad del hogar, nuestro cerebro lee cada palabra y la transforma y adecua según nuestra experiencia. Es por todo lo anterior, que es imposible tachar al Divo de letrista torpe, mucho menos, como lo he escuchado, de escribir bajo fórmulas mercadológicas y desgastadas, ninguna canción suya estaba supeditada a letras como mucha de la música de hoy en día, con rimas vacías, abordando los sentimientos de manera cursi y superflua. La manera en que construía sus melodías estaban a la altura de cualquier gran escritor mexicano: con sapiencia, con estructura, ritmo y con un sentido profundo de lo que representa decir algo. ¿Juan Gabriel era un poeta? Sí, por supuesto.

Los hoy jóvenes y mañana despechados amorosos, conocerán, si no es que ya lo hacen, a un grandioso personaje, a un clásico. Los que tuvimos la fortuna de vivir en su época, sintámonos dichosos de haber pertenecido a la dimensión de una persona tan extraordinaria. Juanga, como los clásicos literarios, murió para permanecer más vivo, vivirá en las plazas con los mariachis, en las rockolas en las cantinas, en las fiestas, en los cantantes urbanos, en el susurro del viandante que transita de aquí para allá… en todas partes.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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