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#LaPielImpresa:Retiro de la muerte

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Por Facundo @facufacundo Las redes sociales están plagadas de contenidos que nos recuerdan lo rápido que pasa el tiempo. Los […]
#LaPielImpresa:Retiro de la muerte

Por Facundo @facufacundo

Las redes sociales están plagadas de contenidos que nos recuerdan lo rápido que pasa el tiempo. Los artículos que nos salen en Facebook a menudo tienen títulos como: “No podemos creer que ya pasaron diez años del estreno de estas películas” o ¿Cómo se ven ahora los protagonistas de Salvados por la campana? o “Fotos de cómo se veía Facundo con pelo (galería)” Todos esos artículos están diseñados para recordar algo que todos los que pasamos de 25 años ya sabemos: El tiempo se va muy rápido.

A veces me encuentro contando una anécdota cagadísima de la peda y cuando reparo en la fecha en que sucedió me doy cuenta de que ya pasaron 23, 24 o hasta 25 años desde que sucedió… Y lo peor es que en ese momento ya tenía edad de ponerme pedo. También si adelanto el mismo tiempo transcurrido hacia el futuro llego a conclusiones filosóficas como “Estoy más cerca de los 60 que de los 15”

La certeza de mi “cercanía” a la vejez me ha obligado a hacerme muchas preguntas que nunca antes me había hecho y que hoy comparto con ustedes: ¿Cuál es mi plan de retiro? Ya sé que la pregunta suena a comercial del seguro social o a canción de “Los tres tristes tigres” que te habla de que ahorrando unos pesitos al mes tendrás algo para cuando estés ruco. Pero la realidad es que el tiempo, además de hacer que a las mujeres se les caigan las chichis, provoca que seamos cada vez menos capaces de ganar dinero.

Las razones son muchas: Si eres empleado, las empresas buscan jóvenes que tengan más ganas, menos necesidades y no se cansen. Les pueden pagar menos y usualmente están en contacto con la innovación. Ya sé que tener experiencia es muy valioso, pero parece que hoy en día la capacidad de aprender vale más que el conocimiento.

Para muchas empresas tener 40 años equivale a ser un cadáver ambulante, una cáscara humana, un desperdicio de la humanidad destinado a marchitarse lentamente viendo Hoy a las 11 de la mañana. Con Andrea Legarreta cada día más sabrosa, y yo que estoy a poco más de dos años de ser un cuarentón, agradezco no tener que ir a pedir chamba de empresa en empresa porque probablemente no me la darían, además de la edad porque tengo muy mala ortografía. Si eso es lo que les pasa a los pobrecitos cuarentones, ahora imagínense lo que les depara a aquéllos que ya pasan de los 50 o peor aún los 60. La respuesta es el desempleo y la desesperación, la disfunción eréctil… Después la muerte.

Puede que no todo tenga que ser tan negro. Pero esta realidad nos obliga a pensar en el retiro más allá de qué tan pegajosa es la canción de “Los tristes tigres”. Si fuiste empleado formal toda tu vida puedes aspirar a una pensión, pero si, como yo, eres de la amplia lista de profesionales “free lance” te tendrás que seguir rascando con tus propias uñas hasta cuando tus manos estén demasiado débiles y arrugadas para chambear.

El mundo del espectáculo no está exento de esta realidad. Es frecuente ver “antiguas glorias” convertirse en “penurias actuales”

Güeyes que lo tuvieron todo: fama, dinero, propiedades, viejas, amigos y hasta amantes y que después de que les llegó la edad se quedaron sin nada. Esto es obvio. No se puede ser el galán de moda toda la vida, no se puede ser el conductor más cagado para siempre y la neta no hay muchos Chabelos.

Conozco varios famosos que están en la ruina porque cuando ganaban muy cabrón no se les ocurrió pensar que ese flujo constante de lana, mucha lana…. Se podría acabar. Entonces gastaron, no ahorraron, echaron desmadre, no invirtieron, envejecieron y valieron madres. Hoy están obligados a buscar chambitas mal pagadas para sobrevivir en una edad en la que lo que más ganas te dan de hacer es llenar tus crucigramas con un chocolate y unas donas.

Otra realidad que atenta contra un retiro feliz es el “factor hijos”. Les digo por experiencia propia que desde que nacen y de manera indefinida, los hijos, se convierten en la prioridad número uno cuando se trata de gastar. “Papá, quiero este juguete”, “papá, quiero comer”, “papá, quiero ir a la escuela”, “papa… me metieron al bote”.

Casi todos los momentos de ternura, de convivencia, de aprendizaje, de felicidad paternal tienen implícito un precio (a veces hasta en dólares). Un precio que los padres siempre estamos dispuesto a pagar sin ponernos a pensar que tal vez al darles todo lo que ganamos a nuestros hijos estamos atentando contra nuestra propia vejez.

Claro. Pasa que los hijos ya grandes y agradecidos por todo lo que hiciste por ellos te echen la mano, te cuiden, le limpien los pañales y te dejen vivir en su jardín. Pero también hay casos en los que los hijos se desentienden de los papás y los dejan abandonados a su suerte, o peor aún, casos en los

que los hijos son unos balagardos, muertos de hambre, que no tienen ni en qué caerse muertos y mucho menos tienen para mantener a los papás. Lo que nos lleva al mismo punto: Hay que ocuparse del retiro.

Opciones hay: afores, invertir, casarse con una millonaria, etcétera. Lo importante es darnos cuenta de que el tiempo pasa muy rápido y que más temprano que tarde estaremos cercanos a la incontinencia, la demencia senil y la necesidad de sobrevivir con todos esos inconvenientes. Así que la próxima vez que quieran comprarse algo muy caro, irse de viaje a un lugar lejano o no ponerse condón a la hora de tener “las relaciones” acuérdense de mí y de “Los tres tristes tigres” diciendo… ¿Ya pensaste en tu retiro?

Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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