La reina que casi acabó con un imperio para vengar a su hijo

Tomiris se convirtió en la reina de los masagetas tras la muerte de su esposo y junto a su hijo Espargapises, comandó al pueblo cercano al río Aras, actual Turkmenistán, Afganistán, Uzbekistán y Kazajstán.

Se trataba de una tierra bondadosa y era habitada por un pueblo que pelaba tanto a caballo como a pie, con cinturones y fajas de oro,  puntas de lanzas y hachas de latón. Su único dios es el sol y cuando sus hombres más grandes envejecen los sacrifican y devoran su carne.

Los masagetas no buscaban expandir su poder y vivían en relativa paz, una calma que fue interrumpida por uno de los más grandes líderes de la antigüedad. Ciro el Grande, fundador del Imperio Persa, tras la conquista de los babilonios vio en el reino de los masagetas su siguiente pieza para construir su leyenda.

Cortejando un reino

Herodoto en Los nueve libros de la Historia, escribe que la intención inicial de Ciro era casarse con la reina, una oportunidad perfecta para consolidar su poder y hacerse de un reino. No obstante, Tomiris sabía que el rey persa no buscaba su corazón, sino que quería su territorio, por lo que prohibió a los emisarios del extranjero acercarse.

Ante la negativa, Ciro emprendió  una amenazante marcha hacia el río Aras. Para cruzar el cuerpo de agua, Ciro mandó construir un puente, en el proceso de construcción, el medo recibió una carta donde Tomiris le exhortaba a desistir en sus acciones, ella lo encontraría en el lado del cuerpo de agua que prefiriera.

Se trataba de un dilema que sería resuelto por Creso de Lidia, asesor de Ciro, quién le aconsejó a su líder de enfrentar a la reina en el territorio de los masagetas. Un hombre de su talla no podía ceder terreno ante una mujer, además de que  aquel pueblo no había probado las riquezas ni comodidades de los persas. El plan era hacer que sus peores hombres cruzaran el río y prepararan un banquete, naturalmente los masagetas masacrarían a los desafortunados soldados medos; pero al ver las mesas servidas con carnero y vino no podrían dejarlos pasar, momento ideal para que el gran rey de los persas acabara con sus enemigos.

Sed de sangre

El plan de Ciro resultó a la perfección y encontró al ejército de los medos borrachos con vino persa. La mayor parte de los soldados fue masacrada y fue capturado Espargapises, hijo de Tomiris.

Ante la noticia, Tomiris le escribió a Ciro una carta, donde mencionó que lo perdonaría si dejaba libre a su hijo y se retiraba de su territorio. El texto terminó con una severa advertencia: “Y si no lo practicas así, te juro por el sol, supremo señor de los masagetas, que por sediento que te halles de sangre, yo te saciaré de ella”.

Ciro no hizo mucho caso a la advertencia y le dio a Espargapises todas las facilidades para que cometiera suicidio. Ante la noticia, Tomiris reunió a todas las fuerzas de su imperio, el “gran” rey persa debía pagar con la vida su atrevimiento.

Los campos se convirtieron en la tumba de los persas, una de sus peores batallas y el mismo monarca de los medos pereció. Frente a la carnicería, Tomiris mandó llegar un odre con sangre humana y tras encontrar el cuerpo de Ciro le cortó la cabeza y lo metió dentro del líquido. Terminando su especie de rito con la siguiente frase: “Perdiste a mi hijo cogiéndole con engaño a pesar de que yo vivía y de que yo soy tu vencedora. Pero yo te saciaré de sangre cumpliendo mi palabra”.

Tras el suceso, Cambises II tomó el control  del imperio Persa y dirigió su atención hacia África, lejos de las tierras de los masagetas. En cuanto a Tomiris, lo último que mencionan las fuentes es la victoria frente a Ciro, una acción que le dio la inmortalidad que tanto buscaba su acérrimo rival.