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La cueva de Balamkú, el inframundo que puede cambiar la historia maya

Por: Iván Montejo 17 Ene 2020
La cueva de Balamkú escondió por más de mil años una decena de artefactos que podrían brindar luz sobre la historia del mundo maya
La cueva de Balamkú, el inframundo que puede cambiar la historia maya
EL EXPLORADOR DE NATIONAL GEOGRAPHIC GUILLERMO DE ANDA EXAMINA UN DEPóSITO DE VASIJAS RITUALES DENTRO DE LA CUEVA DE BALAMKú (DIOS JAGUAR) EN YUCATáN, MéXICO. LOS OBJETOS HAN PERMANECIDO INTACTOS DURANTE MIL AñOS, COMO MíNIMO (FOTOGRAFíA DE KARLA ORTEGA).

 

“Más de una hora después de arrastrarme en la cueva encontré la primera ofrenda, me trastornó verla, estaba en una especie de shock o de estado alterado […]. Cuando me encontré con nuestra fotógrafa, venía exhausto y casi no podía hablar por la falta de oxígeno adentro, le dije: “esta cueva es increíble”, y cuando estaba diciendo esas palabras empecé a llorar”.

Esas fueron las palabras que Guillermo de Anda, arqueólogo investigador del INAH y explorador de National Geographic, utilizó en la entrevista que nos brindó para describirnos el momento en el que encontró los secretos que guardaba Balamkú, una serie de cámaras de cuevas que se encuentra muy cerca de Chichén Itzá. No fue sencillo llegar a ese tesoro de más de 150 objetos rituales, cuya última persona que las vio murió hace más de mil años, se trató de un largo camino semejante al que ha pasado la arqueología para poder llegar a hacer este tipo de hallazgos.

Historias de horror

Uno de los mayores hallazgos arqueológicos de los últimos años fue el descubrimiento de la Tlaltecuhtli, un inmenso monolito descubierto en octubre de 2006 y asombró a los experto por su, casi intacta, capa pictórica. La gran imagen recuerda a la gran Coyolxauhqui, descubierta por accidente y al poco tiempo limpiada con agua para que luciera en todo su expendedor, acción que destruyó todos los pigmentos originales.

Buena parte de la historia de la arqueología se ha desarrollado en historias de terror similares, donde la ignorancia o la codicia han terminado por destruir cientos de valiosos vestigios. Es probable que el mundo maya haya sido el más afectado de estos pecados, como lo prueba el dragado del cenote sagrado de Chichén Itzá.

Entre 1904 y 1914 Edward H. Thompson, cónsul de Estados Unidos en Yucatán, realizó una exploración “arqueológica” en una de las zonas más importantes del mundo maya. Con fondos del Peabody Museum extrajo múltiples piezas mayas del fondo del cenote sagrado y las exportó ilegalmente hacia la universidad de Cambridge. Como si eso fuera poco, para acelerar el proceso,  sacó todo el fondo del cuerpo acuífero con una draga, destruyendo cientos de vestigios que hubieran brindado luz sobre el pasado maya de la región.

El descubrimiento

Afortunadamente, ese tipo de exploraciones ya son parte del pasado, y la mejor prueba de los avances que ha tenido la disciplina es la expedición de  Guillermo de Anda y su equipo de investigadores del Proyecto del Gran Acuífero Maya, financiada en parte por una subvención de la National Geographic Society.

 

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Los investigadores del Proyecto Gran Acuífero Maya descansan durante su exploración de la Cueva de Balamkú. El estudio futuro de la Cueva podría aportar información valiosa sobre el auge y la caída del imperio maya (Fotografía de Karla Ortega).

 

Todo comenzó durante la exploración de un cenote al este del Castillo de Chichén Itzá, cuando notaron una baja en el agua anormal. Tratando de explicar el fenómeno encontraron una oquedad, la cual los locales les afirmaron a los exploradores que se trataba de un cenote, que resultó ser la cueva de Balamkú.

Investigando, Guillermo de Anda y su equipo se enteraron que la cueva había sido descubierta por Víctor Segovia Pinto en 1966, pero fue sellada; no se sabe con exactitud la razón de su acción, pero se cree que fue para protegerla y evitar saqueos.

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Los expertos en la civilización maya creen que el agua es un elemento importante en estos contextos rituales, ya que se habría invocado a los dioses del inframundo durante épocas de sequía (Fotografía de Karla Ortega).

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Una nueva era

Este descubrimiento tiene antecedentes como la cueva Balankanché, excavada en 1959 y donde se encontraron 70 objetos. Claramente se encontraba un significado especial en estos sitios y de Anda nos explicó que los mayas creían que en las cuevas habitaban las deidades principales del agua y de la lluvia, por lo que el líquido vital salía de estas cavidades para después subir al cielo e irrigar al mundo.

En cuanto a la cueva Balamkú, National Geographic reporta que en la cueva se identificaron 155 artefactos, muchos representando al dios de la lluvia toltálica Tláloc y otros con marcas de la ceiba sagrada, el árbol que para los mayas representaba la totalidad del universo.

 

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A lo largo de los siglos, se han formado estalagmitas en torno a objetos rituales como este quemador de incienso, que presenta una efigie del dios de la lluvia Tlaloc (Fotografía de Karla Ortega).

 

Para llegar a ellas se realizó la llamada Arqueología Expedicionaria, exploraciones con el fin de comprar hipótesis. Esta nueva forma de ver a la disciplina está generaciones separada de las acciones de Edward H. Thompson y llega a sus respuestas sin alterar los contextos a través de un método científico y el uso de tecnologías (como la digitalización de imágenes en cuevas y selvas).

Se tratan de piezas que podrán brindar más luz sobre el fervor religioso y ceremonias rituales mayas. De Anda nos afirmó que puede revelar las fechas en las que fue testigo de múltiples ritos, lo que brinda luz sobre los periodos de actividad de Chichén Itzá, punto que todavía genera controversia.

 

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Entre los objetos descubiertos hasta ahora en Balamkú hay platos, piedras de moler, torteras y objetos de jade (Fotografía de Karla Ortega).

 

Este descubrimiento formó parte de una serie de exploraciones apoyadas por National Geographic y serán revelados en una serie de cuatro partes llamada “Secretos de los Mayas”, que se transmitirá los domingos a las 9 P.M.

*Créditos de las Fotografías, National Geographic

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