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Goyo Cárdenas; ¿psicópata asesino o inocente trastornado?

Por: Iván Montejo 24 Jul 2018
Sus crímenes marcaron a una nación, Goyo Cárdenas confesó y dio todos los detalles de sus terribles crímenes. Sin embargo, hay pruebas que apuntan hacia su inocencia
Goyo Cárdenas; ¿psicópata asesino o inocente trastornado?

Gregorio Cárdenas Hernández impactó a una sociedad que presumía haber superado a la violencia. Mientras Europa se sumía en la peor guerra de la historia, México había flanqueado sus episodios sangrientos y se encontraba en el camino del progreso.

Goyo Cárdenas saltó a la fama en 1942, cuando se encontraron en su casa los cadáveres de cuatro mujeres. La nota roja no tardó en llamarlo “El Estrangulador de Tacuba” o “El Chacal de Tacuba”; se trataba de un terrible monstruo sediento de sangre e incapaz de sentir algún arrepentimiento. No obstante, tras su arresto se mostró como un ser noble, sin ninguna tendencia a la violencia e incluso amoroso; la prensa de la época vio este cambio como una muestra del gran sistema de reformación penitenciario de la nación, e incluso recibió una ovación en la Cámara de Diputados. ¿Goyo se reformó o fue el inocente más inteligente de nuestra historia?

El origen de un chacal

Se desempeñó como taquimecanógrafo en la compañía mexicana de petróleos El Águila, en Veracruz, y con el cambio de la empresa a Petróleos Mexicanos (Pemex) se vinculó policialmente con el sindicato. Sus relaciones le brindaron una beca para estudiar química, inició sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria y en 1942 rentó una casa en la colonia Tacuba, en la calle Mar del Norte.

 

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No tenía buena relación con las mujeres, tuvo una esposa, Sabina Lara pero se divorció rápidamente debido a que lo acusaron de abuso y que “accidentalmente la frecuentaba carnalmente”. Al parecer, su único interés era el dinero de la familia de su amada. Después de la tormentosa relación cortejó a Graciela Arias, una compañera de escuela, pero jamás tuvo éxito.

Instaló un laboratorio y en el lugar lo visitaron varias prostitutas. Entre ellas contrató a María de los Ángeles Gonzáles Moreno, de 16 años; tuvieron relaciones y cuando ella se vestía, Goyo sintió una ira incontrolable, esa mujer representaba a todas las que lo habían rechazado a lo largo de su vida. Se acercó a la joven por la espalda con un cable y la ahorcó. Al darse cuenta del crimen le pidió una pala a su vecino y la enterró en el jardín de su casa. Replicó estas acciones con dos sexoservidoras más e incuso con su amada Graciela Arias.

El último crimen lo quebró, había asesinado a su “novia” y se obsesionó con el hecho. Su madre, al saber del crimen, lo introdujo en un hospital psiquiátrico, donde se supo la verdad. El 4 de septiembre de 1942 se convirtió en figura nacional y dos meses después fue ingresado en el manicomio de La Castañeda, el debate se estableció entre si era un loco o un criminal.

Un extraño cautiverio

En su cautiverio no fue un loco “normal”, se la pasaba en la biblioteca leyendo sobre neurología y asistía a las clases de clínica psiquiátrica que se impartían en el manicomio a los estudiantes de medicina. Era amigo de las autoridades e incluso abrió una tienda en el recito, donde vendía refrescos y cigarros a los más 3 mil 500 internos y mil 500 empleados. La confianza en el recluso fue tal que podía salir a Mixcoac para surtir su negocio.

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Todo se mantuvo en calma hasta diciembre de 1946, cuando decidió huir, ¿el chacal de Tacuba estaba sediento de más sangre? Todo lo contrario, quería ir a Veracruz con su novia, una enfermera de la institución. El director del manicomio no podía permitir que se burlaran de su nombre, Goyo fue capturado y remitido a Lecumberri, donde estuvo preso por 30 años.

El cambio para muchos hubiera significado la locura, pero Gregorio lo vio como una oportunidad para aprender una nueva profesión: estudió derecho penal, aprendió procedimientos jurídicos y defendió y asesoró a otros presos, quienes lo llamaban “licenciado Goyito”. Con los ingresos de su nueva profesión mantenía a su esposa y a sus cinco hijos, además de escribir tres libros.

En septiembre de 1976 obtuvo su libertad, su abogado argumentó que a los 62 años ya carecía del apetito sexual que lo llevó a asesinar. Como un hombre libre fue invitado a la Cámara de Diputados donde fue ovacionado y cuatro años después ingresó a la UNAM para estudiar Derecho. Se tituló en 1985 y falleció 14 años después.

 

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Las inconsistencias

Desde el principio, el caso escandalizó a la sociedad mexicana, pero extrañamente en algunas mujeres despertó una obsesión. La casa de la calle Mar del Norte fue asegurada y cientos de personas se dieron cita para ser testigos del macabro cementerio; lo que más extrañó a la prensa de la época eran las multitudes de mujeres que se presentaron en el infernal sitio.

La admiración femenina no terminó ahí, algunas señoritas de distinguidas familias obtuvieron permisos para atestiguar los interrogatorios a Goyo e incluso pudieron hablar con él, según ellas con motivos “puramente científicos”.

Goyo argumentó que no podía estar junto a una mujer, que se transformaba y que “desparece el hombre y surge la bestia: no puedo refrenar el odio tremendo que siento por ellas y ese impulso me ha llevado a la triste condición en la que me encuentro”. Una persona así no podía vivir en la sociedad, debía ser recluido.

Esta historia nos brinda a un hombre inestable, que no puede vivir en la sociedad sin cometer actos de violencia. Aspecto que contrasta con sus acciones en cautiverio, que nos brindan a un recluso ejemplar y sin un atisbo de violencia, ¿estamos ante el mejor sistema de rehabilitación del mundo o hay algo que Goyo ocultó?

 

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El historiador Andrés Ríos Molina se hace esta pregunta y lanza la teoría: “¿en verdad Gregorio Cárdenas Hernández fue el asesino de las cuatro mujeres que se encontraron en la casa de la calle Mar del Norte?”

El debate sobre su condición psicológica continuó a lo largo de su cautiverio, se ciñeron miles de enfermedades y teorías para diagnosticarlo y “curarlo”. Los doctores Luis G. Murillo y Ramón de la Fuente Muñiz encontraron que Goyo había vivido en un ambiente familiar normal y con sus padres mantuvo una relación cordial. Algo extraño en los asesinos seriales, cuyos traumas son adoptados en el lecho familiar.

Con el fin de adentrarse en su mente, realizaron una sesión de narcoanálisis con pentotal sódico, la famosa “inyección de la verdad”, que provoca el florecimiento de los secretos de la mente. Diez minutos pasaron para que los doctores se encontraran con una verdad completamente distinta: Goyo confesó que no había asesinado a las chicas y que los culpables habían sido Jorge Roldán, alias el Calavera¸ y Juan Antonio Rodríguez Rosas, alias el Punto Negro.

Los dos nombres no eran extraños, ambos eran amigos de Goyo e incluso habían sido sospechosos de colaborar con los homicidios, tenían las llaves de la casa de Mar del Norte y constantemente entraban. No obstante, fueron liberados por falta de pruebas.

 

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Claramente la teoría presenta el problema de las acciones del mismo Goyo, él confesó sobre los asesinatos y constantemente replicó su modus operandi a autoridades y reporteros por igual, ¿por qué confesaría semejantes crímenes?

Gregorio era un hombre que buscaba la fama, sus compañeros de escuela dan testimonio de eso, pero es muy difícil que un ex líder sindical, estudiante y poco atractivo pueda alcanzar ese objetivo. Sería en ese momento cuando se encontró a la mitad de una locura asesina de dos psicópatas de la Escuela Nacional Preparatoria. Goyo no visitaba constantemente su hogar debido a que dormía en casa de sus padres. Probablemente se enteró de los crímenes con la muerte de Graciela, el suceso inmediatamente lo traumatizó, su amada había muerto y comenzó a hablar incoherencias; poco después confesó que él había sido el responsable.

Gregorio Cárdenas hubiera estado arrestado cuando salió del episodio psicótico, rodeado de cámaras y de mujeres que deseaban por todos los medios hablar con él, ¿por qué luchar por su inocencia? Se había cumplido su sueño: era una celebridad y las damas que tanto lo evitaban ahora caían a sus pies.

Luchar para ser visto como un loco garantizaría el éxito de su plan, jamás pisaría la cárcel y al salir se convertiría en una “estrella”: el monstruo que se reformó. En todas las entrevistas las respuestas siempre fueron las mismas y monótonas, los psiquiatras jamás se pudieron poner de acuerdo sobre la extraña mente de “El Estrangulador de Tacuba”, ¿una locura nunca antes vista o un cuerdo haciéndose pasar por un loco?

En su vida en cautiverio Goyo jamás mostró muestras de violencia, aspecto que se replicó al salir de la cárcel. La única persona que supo la verdad de los crímenes de la Tacuba murió en 1999, para ser recordado como el asesino serial más famoso de México.

*

Andrés Ríos Molina, Memorias de un loco anormal. El caso de Goyo Cárdenas.

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