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Ficción: cambio de mascota

Por: Playboy México 22 Oct 2018
Sergio nunca se comportó como lo que llaman una “loca”. Evitaba alardear que su heteroflexibilidad viró al lado gay. Sabía que […]
Ficción: cambio de mascota

Sergio nunca se comportó como lo que llaman una “loca”. Evitaba alardear que su heteroflexibilidad viró al lado gay. Sabía que adoptar maneras féminas garantiza burla inmediata. Tal discreción evitó que su esposa imaginara el motivo real de su distancia. Tere suponía lo típico, la existencia de una rival mujer. Sergio era egoísta: él sí se permitía tirarse algún joven lampiño, pero no podía siquiera pensar en darle chance a ella de alguna escapada. Una vez Sergio decidió pedir la tarde libre (fácil, pues su jefe inmediato le debía un par de favorcitos… sexuales), Checo pintaba su retorno tempranero como merecido respiro, pero en realidad quería ver que su mujer no estuviera cogiendo con otro. Metió la llave silencioso como sombra, se deslizó hasta la puerta de la recámara. Aguzó el oído y percibió un gemido de Teresa, otro, el compás de los jadeos delataba una sesión masturbatoria intensa. Pensó en irse, reflexionó que interrumpirle hasta un dedeo ya sonaría a posesividad. Giraba sobre sus talones cuando escuchó una frase que le paralizó la espalda: “sí, chiquito, mmm… sigue así”. Saltó sobre la puerta, con el portazo un gato salió disparado por debajo de los pies de Sergio. En la cama quedó Tere paralizada como foto, las piernas abiertas, un pomo de duraznos en la mano, almíbar sobre la vulva y un gesto de travesura descubierta en el rostro.

Pronto Sergio realizó un patrullaje acompañado de Roky: llegó apenas controlando un enorme Pastor Alemán, un perro custodio de la planta donde laboraba (otro préstamo generoso del jefe). El can gruñía furibundo, de no tener bozal ya habría atacado al mismo Checo. Tere miró aquel hogareño desfile militar llegar hasta el patio por donde solía entrar Fito, el minino que hasta ayer era la mascota oficial. En vano intentó ella minimizar el que obtuviera sexo oral gatuno. Sergio se sentía desplazado por un pinche bicho, por momentos prefería haber encontrado un tipo en su cama, así justificaría divorciarse para empezar una nueva vida con Eduardo, su jefe. Cuando liberó a la bestia se puso a indicarle como debía devorar al felino malagradecido, mientras detallaba su sádico encargo, notó que Roky estaba caliente, tenía la pinga parada, aquello era demasiado, mínimo veintitrés centímetros de salchichón rojo y palpitante. Como acto reflejo, no pudo evitar compararla con las vergas humanas que había tenido oportunidad de catar… sin duda Roky ganaba en largo y grueso. Checo miró a alrededor para cerciorarse de que Tere no estuviera viendo, capaz que se le antojaba y resultaba peor el remedio que la enfermedad. Estaban solos, Roky con ese portentoso bastón de carne colgando pesado entre sus piernas y Sergio con ese antojo insufrible de por lo menos tocarlo. Se acercó un poco, pero Roky lanzó un ladrido tan convincente que Checo mejor abortó su curiosidad.

Ficción: cambio de mascota 0

Ilustración de Daniel Terán

Antes de irse le ordenó: “En cuanto aparezca Fito, primero te lo coges y luego lo destripas”. Por obvias razones el gato se alejó todo el día, Tere hacía méritos para que se llevara al can, pero en la mente de Sergio siguió revoloteando la imagen de aquella herramienta perruna. Antes de dormirse lo evocó tanto que lo soñó: estaban en la sala, el perro muy obediente sentado sobre un taburete, Sergio estaba desnudo, sólo traía puesta una capa negra de domador. Al escucharse un redoble de tambor, Sergio se acercaba con el pene erecto hasta el hocico de Roky, le abría las fauces y temerario le metía la verga hasta la garganta… Tere terminó de  despertar a Checo, efectivamente tenía parado el miembro y ella se lo mamaba con fruición.

Ese fue el inicio, tras cuatro meses Checo concretó su sueño, compró un cachorro Rottweiler y lo amaestró a su peculiar manera. Teresa ya no tuvo que esconder la miel, por el contrario, ahora Sergio se molestaba si faltaba. Fito regresó por sus fueros y el jefe de Checo nunca sospechó por qué Sergio se volvió fanático de las tangas con estampados de piel de animales.

Pedro Carpintero es autor de la novela: Un six de paraísos desechables (Fridaura, 2009), y del libro de relatos: Otro descorche (Alevosía multiforma- tos, 2012).

 

Texto escrito por Pedro Carpintero

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