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Fernando Grediaga: “el papá de Cuarón viaja en Metrobús”

Por: Arturo Flores 05 Feb 2019
Al A&R de Universal Music, Alfonso Cuarón lo conoció en un concierto de Radiohead y así lo invitó a interpretar a su papá en Roma.
Fernando Grediaga: “el papá de Cuarón viaja en Metrobús”

Al A&R de Universal Music, Alfonso Cuarón lo conoció en un concierto de Radiohead y así lo invitó a interpretar a su papá en Roma. Cada uno de los cigarros que aparece en pantalla se lo tuvo que fumar, así como estacionar el descomunal Galaxy y su primera selfie de actor se la pidieron en Nueva York.

–¿Cuándo te cayó el 20 que estabas haciendo una película?

El día que estábamos en el set. Yo pensé que (Cuarón) me iba a correr. Estaba sudando, me sentía incapaz de hacerlo. Siempre le dije que no sería capaz de hacerlo, pero él insistía en que sí, ¿y quién soy yo para contradecir a Alfonso Cuarón?

–¿Ya viste todas sus películas?

Me faltaba Gravity, la vi hace no mucho. Todas las vi en el cine, si acaso Sólo con tu pareja la vi en la televisión.

–A Yalitza la han criticado mucho sus detractores porque argumentan que su actuación fue muy vivencial, pero nadie se ha detenido a criticarte a ti, que en realidad no tenías entrenamiento histriónico.

¡Exacto! Creo que la critican porque no tiene muchos diálogos, pero yo tampoco, porque no tengo muchas apariciones. En mi caso, en mis escenas, la única actriz era Marina (De Tavira), así que los “civiles” éramos mayoría. Al final de cada escena siempre le preguntaba, “¿cómo me viste?”, pero ella me respondía, “más bien dime cómo me viste tú a mí”. Siempre la vi como a alguien con más autoridad, pero al final todos en el set nos estábamos enfrentando a un reto similar. Yalitza, la señora Verónica —mi suegra en la película—, los niños y yo no éramos actores. Tampoco había guion y se filmaba en orden cronológico. Pero Alfonso siempre fue muy cuidadoso con todos. Desde el día uno, yo pensé que por ser en blanco y negro, en español y mixteco y algo muy personal sin actores famosos, sería una película chiquita, pero cuando llegué al llamado, las escenas de la casa eran dentro de una casa en la Narvarte, y a la vuelta estaba la oficina de producción y arriba estaban los camerinos. Me tocó compartir con Marina y nos volvimos grandes amigos.

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Fotografías de Cynthia Benítez

–¿Cuándo tuviste que “salir del closet” como actor en la oficina?

Fue un tema. Como yo pensé que no iba a funcionar, no quise hacer demasiada alharaca en el trabajo. Me encontré con Alfonso un lunes en el concierto de Radiohead en el Palacio. El miércoles me habló para ir a hacer el casting. Por la tarde, me dicen que si el jueves me hago una prueba de peluca. Les dije que sí, pero a las 8 de la mañana porque después tenía que ir a la oficina. Luego me pidieron unas pruebas de vestuario —a las que trataba de ir a la hora de la comida— y cuando empezaron mis escenas, todo se fue alineando.  Pedí vacaciones pero no dije para qué. Coincidió que vino Metallica a México a ofrecer una conferencia en el Polyforum. Así que cuando se acababan mis escenas, me venía a la oficina para revisar pendientes. Sólo que como estaba Metallica en México, estaba también el jefe de Estados Unidos. Así que en una de esas, el gringo me preguntó qué estaba haciendo. Se rio mucho, pero me dijo que lo hubiera manejado abiertamente. Así que le tuve que decir a mi jefe en México. No le hizo mucha gracia, pero seguimos adelante. Casi todos mis llamados caían en festivo o en fin de semana, porque Alfonso fue muy respetuoso de mi chamba en la oficina. Cuando terminó, me olvidé de la película durante más de un año, a excepción de un par de doblajes que tuve que hacer porque se había metido un ruidito.

–¿Cuándo volviste a saber de Roma?

Hasta que se exhibió en Venecia, porque un día después era Telluride. Yo iba a ir a un concierto de David Byrne en Denver, así que me quedaba a cinco horas de camino en coche. Iba al concierto con mi esposa y con Lynn Fainchtein, quien fue la supervisora musical de Roma, así que después del concierto ella y yo nos fuimos a Telluride. Nos encontramos con Alfonso, Yalitza y todos los demás. Ese festival es una especia de Sundance sin frío. Pero después de eso, me buscaron para ir a otros festivales, conferencias de prensa y esas cosas.

–¿Te desconcertó?

No tanto, pero definitivamente al principio no me tenían tan considerado, quizá porque es una película con un mensaje muy claro contra el machismo.

–¿Cómo manejas esa parte con tu trabajo de oficina?

Casi todo es por teléfono; pero, por ejemplo, para el Festival de Cine de Morelia coincidió que yo venía de Los Ángeles, de vacaciones. Otros son en fin de semana. A nueva York me fui un fin de semana. Pero ahora que pasen los Oscar, seguramente bajará la acción.

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Fotografías de Cynthia Benítez

–¿Te han echado carrilla?

¡Obviamente! De primer actor no me bajan. Además, tenemos elenco de la disquera en el soundtrack. Me preguntan mucho, les da morbillo pero yo cero me siento famoso. Yo agarro el metrobús para ir a la oficina y nadie me ha reconocido.

–¿Pero ya te pidieron una selfie?

Aquí no, pero en Nueva York y Los Ángeles sí, pero tienen que estar en contexto de la película. Porque nunca saben quién soy, a menos que la producción venga y diga: “él es el papá”.

–¿Fumas?

Fumaba. Dejé de fumar el 24 de diciembre.

–Entonces la escena de los cigarros es real.

Sí, aunque me ofrecían cigarros para no fumador, yo me eché todos los reales. Perdón, pero soy un profesional (risas). Todos los que había en el cenicero los fumé. Hubo muchas tomas, incluso algunas no quedaron en la película, en las que yo encendía un cigarro. Además eran cigarros de una marca particular que era la que fumaba el señor Antonio, así que me ponían los que a mí me gustan pero sin filtro, por lo que acabó siendo medio salvaje. Acabé fumando Delicados sin filtro. Hubo días que salí con la garganta y los ojos hechos pedazos.

–Cualquiera diría que tus escenas no fueron complicadas, pero supongo que alguna anécdota debes tener.

En la que me voy de viaje, por ejemplo, no se alcanza a ver, pero había unos andamios de iluminación en las escaleras y yo tenía que bajar con dos maletas, pasaporte y boleto de avión y además, fumando. Tenía que saltar agachado para pasar entre los andamios y los difusores y después irme recomponiendo. Dejar las maletas, darle un beso en la cabeza a mi hijo sin echarle el humo, así que cuando llegaba al final, traía los ojos llorosos. Y aunque las maletas pesaban poco, sí pesaban. Acabé sudando y las chavas de maquillaje sufrieron horrible para quitármelo.

–¿Estacionaste solo la nave?

Yo la estacioné. Era un auténtico Halcón Milenario, un Ford Galaxy 500. Jamás había manejado algo así. Aprendí a conducir en un vocho, pero tenía un clutch muy regañón. En la escena, lo metía desde la calle, pero Alfonso quería que maniobrara más.  Yo lo hacía muy rápido y él quería que lo hiciera más lento, hasta que me dijo, “con que muy bueno para manejar, entonces ciérrenle las puertas”. Hasta que me cerraron el zaguán.

–¿Cuál fue la que más tuviste que repetir?

En la que me voy. Porque hubo veces que ni le atiné a pisar la caca del perro. También la salida del cine Las Américas. Creo que la hicimos más de 30 y la del vocho, más de 50.

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Fotografías de Cynthia Benítez

–¿Será tu debut y despedida?

No lo sé, pero sí quisiera hacerlo otra vez. No sé si fue Alfonso o fui yo quien lo logró. Tal vez si tuviera que hacer una escena en la que me pusieran una pistola en la cabeza y dijera “¡No me mates!”, no me saldría. Pero pelearme con mi esposa es algo que tengo ensayado por lo menos una vez a la semana. Además, una vez me divorcié.

–¿Te gusta cómo te ves en blanco y negro?

No lo sé, o sea sí, me gusta la última escena, porque ya la estaba agarrando el gusto y tenía más confianza, pero no sabía que era la última. Cuando quedó, Alfonso pidió que me aplaudieran para despedirme.

–¿Te gustó Roma?

La primera vez no, porque estaba tan atento a mi desempeño que no le puse atención. Cuando venían mis escenas —fue un screening privado en Cine Tonalá— le apretaba la mano a mi esposa y me ponía muy tenso.

–¿La barba es tuya?

Sí, de hecho me acabo de rasurar el fin de semana pasado. Soy un desastre para mantenerla. Alfonso me vio con el pelo un poco más largo en el concierto, pero después pasé por una peluquería y me lo corté. Me iba a cortar la barba también, pero me pareció que pagar 250 pesos por eso sería un exceso, así que no lo hice. Así que cuando fui al casting, me dijeron que tendría que usar peluca. Quizá si me hubiera rasurado no me hubieran escogido. Sólo me ponían unas poquitas canas. A mi peluca le decíamos La Ardilla.

–¿Alguien te dice “el papá de Cuarón”?

Carlos, su hermano, a quien conozco porque trabajamos en el soundtrack de Rudo y Cursi y porque jugábamos futbol en el Ajusco, de repente me lo encuentro y siempre me dice: “¿qué onda, pá?”.

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