Entre Manson, Bundy, notas rojas, y nuestra obsesión por el crimen
Una de las series más exitosas de Netflix es Narcos, Once Upon A Time In Hollywood se desarrollará alrededor de los crímenes de la Familia Manson y Ted Bundy parece haber revivido con Extremely Wicked, Shockingly Evil and Vile y Conversations with a Killer. Todo indica que la obsesión por el crimen está más vigente que nunca, pero la realidad es que este sentimiento “novedoso” siempre nos ha acompañado.
El amor por la espada justiciera
Solamente hay que recordar que en la antigüedad las ejecuciones eran eventos sociales. Se les llamaba públicas porque se hacían en las plazas principales de las ciudades y asistía la mayor parte de la población sin importar la edad: niños, jóvenes y ancianos.
No sólo se reunían para conocer la cara del criminal y sus terribles actos, estaban sedientos de “justicia” y era mejor mientras más cruel fuera. Era una especie de verbena donde se vendía comida, y los asistentes buscaban quedarse con un recuerdo del ejecutado, ya fuera una prenda o una parte del cuerpo.
Con el tiempo, el interés por estas ejecuciones fue disminuyendo y el Estado finalmente las prohibió. La leyenda del progreso nos asegura que nuestra sociedad avanzó de esa “primitiva” sed de violencia; pero esta curiosidad por lo cruel continuó siguiéndonos en distintas formas.
Los detalles más oscuros
Harold Schechter cita que en Inglaterra era común escuchar baladas que describían los crueles detalles de crímenes que iban desde estrangulaciones hasta asesinatos con hachas, uno particular contó la historia de Emma Pitt, madre cuya forma de asesinar a sus hijos fue descrita de la siguiente manera: “Con una gran piedra de pedernal golpeó su cabeza/ Cuando terminó aquella crueldad/ Desde el techo tierno de la boca del infante/ Cortó su lengua”.
Continúa nombrando recopilaciones como The Triumphs of God’s Revenge Against the Crying and Execrable Sin of Murther y el ‘The Newgate Calendar: Or, Malefactors Bloody Register antologías de violencia con intentos moralistas de demostrar que el crimen nunca paga.
En teoría, los avances del siglo XX nos enseñarían un poco más de humanidad, pero parece que los nuevos medios de comunicación catapultaron la popularidad de las historias criminales. En Estados Unidos, un programa del llamado Gang Busters entre 1935 y 1957 dramatizó la vida, captura y muerte de cientos de criminales. La emisión en numerosas ocasiones fue sujeta a críticas por el pobre trato que les daba a las víctimas, pero siempre estuvo entre los programas más escuchados.
Con el tiempo llegó Truman Capote con A sangre fría (1968), es claro que no se trató del primer intento de narrar y explicar un asesinato sin aparente sentido, pero su forma de escribir creó un nuevo género literario que invadió las librerías: el True Crime, o la crónica negra en español.
El libro coincidió con el nacimiento de un “nuevo” criminal. Antes los asesinatos tenían una razón clara: celos, codicia o un robo; pero Estados Unidos vio a un grupo de hombres que parecían actuar al azar y sin razón aparente, como si hubieran sido concebidos para matar.
Nombres como Ted Bundy, Edmund Kemper, John Wayne Gacy, David Berkowitz, Richard Ramirez y Jeffrey Dahmer llenaron los titulares con historias de violación, asesinato, canibalismo y mutilación. Cualquier persona sin importar la edad ni el género podía ser la nueva víctima y cientos de escritores se dedicaron a contar las macabras historias.
“Goyo” Cárdenas, llamado el primer asesino serial mexicano, llamó la atención de cientos de expertos que buscaron descifrar su “locura”.
Más que explotar la desgracia, este tipo de textos se adentraron en las mentes de los asesinos seriales para intentar explicar el caos, para encontrar la razón que lleva a un “hombre común” a realizar los actos más despreciables.
Letras rojas mexicanas
En México no nos quedamos atrás en este tipo de narraciones, en 1870 Manuel Payno y Vicente Riva Palacio escribieron en conjunto El libro Rojo, un texto que abordaba la historia del país, desde la conquista hasta Maximiliano, desde las muertes y asesinatos de las figuras prominentes de la patria. Tendencia que fue continuada años después por Gerardo Villadelángel Viñas para relatar las historias mexicanas sangrientas.
Por supuesto también nació la llamada “nota roja”, entre los que destacó la revista Alarma!, edición que no tenía remordimiento por publicar las historias y fotografías de los crímenes más violentos del Distrito Federal y del país.
Obsesión macabra
En numerosas ocasiones se ha dicho que este tipo de aproximaciones al crimen explotan la violencia. Hacen uso de la sangre para impactar a la sociedad y aumentar las ventas a costa de lectores con sed de crueldad.
Las voces cobran una mayor fuerza cuando se toma en cuenta que este género altera la percepción que se tiene sobre el crimen. Al leer, escuchar y ver historias de violencia real creemos estar rodeados de una ola de sangre que puede no existir, es posible que se trate de un caso aislado; pero los macabros detalles hacen que la realidad sea mucho más roja.
A pesar de este hecho, Joy Wiltenburg escribe que en el True Crime las emociones juegan un papel central en los reportes criminales. Los detalles o fotografías pueden ser vistos como “amarillismo” o explotación de las víctimas y la violencia; pero juegan un papel determinante para comunicarse con el lector, para que algo como “18 muertos” cobre su verdadero impacto y no se quede en una simple cifra.
Por otro lado, se trata de una forma de explicar el caos. No es cómodo vivir en un mundo donde cualquier persona puede cambiar de un día para otro y comenzar a asesinar, tenemos que conocer las razones detrás de la violencia para tener la ilusión que podemos prevenir futuros casos de violencia sin sentido.
