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Difícil de creer: Historia trágica de la crinolina

Por: Sergio Sepulveda 06 Mar 2020
La singular y extraña prenda femenina esconde una historia de sangre, fuego y muerte en la que hasta Oscar Wilde está involucrado.
Difícil de creer: Historia trágica de la crinolina

Imaginen la escena:

España. Frente a la entrada del teatro, el camino está lleno de mierda desechada por decenas de caballos que tiran los carruajes de sus amos, quienes han decidido acudir a una puesta en escena, “mucha mierda”, buenas noticias para el empresario y los actores que tras bambalinas asoman ojos espías para atestiguar que tendrán mucho público.

La mayoría del público es gente adinerada que acude al teatro para divertirse, para continuar alguna charla de negocios pendiente o para aderezar un cotilleo sabroso.

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En los balcones, los nobles y el clero encuentran sus lugares reservados, como quienes saben que la llave para entrar al cielo necesita del diezmo. En la parte baja, frente al escenario, hay un espacio destinado sólo a mujeres plebeyas quienes usan su arreglo personal como anzuelo que les haga pescar una mejor posición social. En esa zona trabaja un asistente del teatro cuyo puesto es reportado en la nómina como desahuecador o apretador. ¿Qué hace? ¿Cuál es su talento? Es lo que hoy llamamos un acomodador, como los que hoy nos muestran nuestro lugar cuando vamos al teatro o a un auditorio. El trabajo del ahuecador cobraba más relevancia en aquella época porque las mujeres vestían crinolinas, estructuras acampanadas debajo de sus faldas. Así, los apretadores desquitaban su sueldo enfrentándose a los reclamos de “mujeres campana” a quienes debía compactar.

¿Y por qué diablos las mujeres empezaron a usar crinolinas?

La competencia.

En algún momento se pusieron de moda las faldas abombadas y para lograr el efecto esponjoso se colocaban tres enaguas almidonadas debajo de la falda; sin embargo, la moda se convirtió en reto y las mujeres competían por llevar la falda más ancha. Algunos relatos dicen que las damas se colocaban más de diez enaguas para lucir faldas esponjadas, lo cual era incómodo por el peso y el calor. Eso hasta que en el siglo 19 se creó la crinolina, una especie de armazón fabricado con crin de caballo y lino, dando pie a una moda latosa.

Los arquitectos empezaron a considerar lo ancho de las faldas con crinolina para que los accesos fueran cómodos, las bancas y las sillas anchas eran más usadas y de seguro los apretadores de los teatros eran más demandados.

Lo difícil de creer es que una prenda interior como la crinolina también se convirtió en un peligro para las mismas mujeres, quienes se movían en viviendas que dependían del fuego de una chimenea o de velas para iluminar las casas. Entonces, era común que con el mínimo descuido una llama prendiera la falda ancha y toda la estructura. Incluso, el periódico New York Times publicó en 1858 que las crinolinas eran culpables de tres muertes a la semana en promedio, por incendio de faldas, y en una década se contaron tres mil mujeres en llamas por su propia ropa.

Pero no sólo en Estados Unidos pasaba. El 8 de diciembre de 1863 hubo un terrible incendio en la iglesia de la Compañía de Jesús en Chile. Cuando el fuego empezó a escalar por las paredes, la gente intentó escapar pero la mayoría no pudieron debido a que las mujeres con sus faldas anchas entorpecían la fuga y provocaron la caída de una tras otra. Alrededor de 2 mil personas murieron en ese incendio, la mayoría mujeres que ardieron vivas presas de sus crinolinas.

Entre las víctimas mortales por el uso de crinolina están las medias hermanas del escritor Oscar Wilde. En 1871, Mary y Emily Wilde acudieron a un baile. Mientras bailaban el último vals, la falda de una de ellas se incendió por algún descuido al moverse con la crinolina, la hermana trató de ayudarla y terminó incendiándose también. Los invitados quisieron apagarlas, incluso las hicieron rodar hasta la nieve, pero de nada sirvió.

Hay más. Las mujeres que no se incineraban con sus crinolinas y faldas monumentales se tropezaban de manera regular, pero también hubo reportes de varias mujeres muertas que fueron atropelladas y aplastadas por carruajes en espacios reducidos, es decir, se volvió común que los jinetes no midieran bien el espacio entre el camino y las dimensiones de una crinolina, entonces enganchaban la falda de una mujer que terminaba muerta bajo las ruedas.

Tenían algo bueno las crinolinas. Sí. Además de la satisfacción de quienes las portaban, fueron usadas para esconder algo. De hecho, a las crinolinas también les llamaban guardainfantes ya que servían para ocultar un penoso embarazo; en la guerra civil de Estados Unidos muchas mujeres guardaban armas de fuego bajo su ropa y no son pocos los relatos que señalan a las crinolinas como tibios escondites de amantes clandestinos. Difícil de creer.

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