Así vivió este periodista la explosión en Beirut

Comenzó con sacudidas profundas y violentas. Sentado en el buró de CNN en el centro de Beirut, supuse que era un terremoto e inmediatamente me agaché.
Luego, fracciones de segundo más tarde, la fuerza de la explosión nos alcanzó. En las dos habitaciones contiguas a la mía, el vidrio se rompió y se hizo añicos hacia dentro. Los marcos de acero de las ventanas fueron arrancados de la pared, los cables y el equipo estaban esparcidos por el suelo.
Al mirar hacia la calle, vi la columna de humo rojizo, que se ha visto miles de veces en las redes sociales, flotando sobre nuestro edificio. Debajo de mí, la vista de los escombros y el sonido de gritos de pánico en medio del polvo.
Afuera, las calles estaban llenas de gente desconcertada, muchas heridas y sangrando o peor. En cuestión de horas, terrenos vacíos se convirtieron en hospitales de campaña, mientras que la búsqueda de los muchos desaparecidos se hizo cada vez más intensa y frenética.
Beirut no es ajeno al conflicto y al caos. Muchos de los que escucharon el ruido desde lejos inicialmente asumieron que podría tratarse un coche bomba, o quizás un ataque aéreo. Pero esta fue una explosión como la que esta ciudad, cansada de la guerra, nunca ha visto. Según se reportó, sus temblores se sintieron tan lejos como Chipre.
Un poco más de 48 horas después, la gente todavía está intentando entender la magnitud del desastre. En muchas partes de la ciudad se han perdido vidas, se han destruido hogares y medios de subsistencia.
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“40 años, guerra, hemos visto problemas de todo tipo, pero no como este”, nos dijo un hombre que inspeccionaba los restos de su tienda de electricidad. “Como si la crisis económica, el coronavirus, y la revolución no fueran suficientes, esto los supera a todos”.
El terror del momento también permanece fresco. “Toda la casa se derrumbó sobre nosotros”, nos dijo una mujer mientras señalaba con una mano ensangrentada y vendada hacia los escombros de su hogar en ruinas.
La comunidad internacional ha expresado sus condolencias y está enviando ayuda médica, equipos de búsqueda y rescate y otra asistencia. Pero este país ya estaba de rodillas cuando el más cruel de los golpes lo derribó al suelo.
Beirut tampoco es ajeno a la lucha, pero el sentimiento de desesperación ante esta catástrofe es tangible. La economía del Líbano está en un estado de colapso. Su moneda está en caída libre, mientras que los precios de los alimentos y otras necesidades se han disparado. En los últimos meses, no ha sido raro ver personas, incluso ancianos, hurgando en la basura en busca de algo para comer.
“Estamos viviendo una maldición”, me dijo un amigo. En palabras del poeta estadounidense libanés, Kahlil Gibran, “compadece a la nación”.
