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#LibrosAlDesnudo: Amor a primer libro

Por: Jafet Gallardo 20 Ene 2020
Por Jaime Garba (@jaimegarba) Ya viene el catorce de febrero, y por más que se quiera evitar, las esquirlas del […]
#LibrosAlDesnudo: Amor a primer libro

Por Jaime Garba (@jaimegarba)

Ya viene el catorce de febrero, y por más que se quiera evitar, las esquirlas del amor que emana por todas partes no dejan de alcanzarnos. Podemos ser adeptos o no a esta fecha, lo cierto es que como individuos que forman parte de una sociedad llena de consumo y modas, la única forma de sortear esta celebración es irnos a la punta de un cerro y no volver a la civilización en algunos días. Pero si eso no es posible, lo mejor que se puede hacer es afrontarlo con estilo, dignidad y honor, sin perder nuestro lado hater, y a la vez satisfaciendo a aquellas personas que nos importan.

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Cuando era más joven, en la secundaria, tenía una fascinación por esta fecha, sería que recién entrada esta etapa uno lo que desea es un cariño distinto al vivido desde pequeño por los padres, más romántico, particularmente del sexo opuesto que comienza a despertar en nosotros esa sensualidad y erotismo, esos juegos donde el pulso se acelera y el sudor brota súbitamente, dígase coloquialmente, la “hormona alborotada”. Podría pensarse que tan sólo llegado el momento las relaciones entre iguales se dan, mas hay quienes no tuvimos tal suerte.

Yo, y otro grupo de amigos estábamos vetados al amor, y veíamos pasar parejas que se iban conquistando con lo bello de un rostro o lo poderoso de un músculo. ¿Qué nos quedaba a nosotros? No lo sabíamos, y entre esfuerzos titánicos tratamos de bajar la panza y la papada, de ejercitar los bíceps, pero nada, nuestros cuerpos seguían iguales y las chicas no volteaban a vernos. Por aquella época yo comenzaba a escribir más por necesidad que por una afición literaria, me di cuenta de que estando frente a una mujer mi boca tambaleaba y frases sin sentido salían sin medir el ridículo, fue en la palabra escrita, que poco a poco me acerqué al sexo opuesto. Cual cliché, me enamoré de la más guapa de la secundaria, que extrañamente no era pretenciosa y no estaba consciente de su belleza. Los galanes se le acercaban pero a ella no le atraía la destreza en el baloncesto o en el fútbol, había algo más que no descubrí hasta que me armé con un poco de valor y le envié una carta en la que le escribí las cosas más ñoñas jamás imaginadas.

Cuando le entregué la misiva me escondí de su presencia por varios días hasta el momento que sin esperarlo me la topé, Lucía, como se llamaba, me tomó del hombro y me dio unas simples y maravillosas “gracias”. Cuando llegué a casa esa tarde intenté escribirle otra vez pero la excitación era tal que no podía sino plasmar cosas similares y me parecía absurdo repetir la fórmula, ¿qué hacer?, era mi dilema. Pensé y pensé hasta que vi en un mueble de la casa un libro viejo que tenía poemas de Pablo Neruda, un tipo desconocido por mí, de quien me tomé la libertad, una vez ojeadas algunas páginas, de pedirle prestado algunas líneas que le escribí a Lucía como si fueran mías: “Hola Lucía, he escrito esto especialmente para ti: Cuerpo de mujer, mía, persistiré en tu gracia. Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso. Oscuros cauces donde la sed eterna sigue, y la fatiga sigue, y el dolor infinito.” El poema I de Veinte poemas de amor y una canción desesperada pasó a ser de mi autoría, y la bella Lucía se enamoró completamente de mí gracias al vate chileno premio Nobel de Literatura.

Así pasó hasta que descubrió mi fraude y terminó conmigo no sin antes agradecerme la introdujera al mundo de la poesía. Fue triste, debo reconocerlo, pero aprendí la lección, los libros en las circunstancias adecuadas pueden enamorar más que cualquier otra cosa de nuestra personalidad. Superando mis traumas adolescentes y volviéndome un lectómano, pude tener una percepción de asertividad mayor con los libros que ofrecía, así por ejemplo me gané el perdón de una novia por olvidar un aniversario, regalándole toda la saga de Crespúsculo (con todo y mi pesar) y a un amigo le salvé el pellejo por una noche intensa de fiesta recomendándole le regalara a su novia la obra completa de Tolkien, quien dijo no sólo mitigo su furia, también cambió su vida porque ella le manifestó que el obsequio era el símbolo de que la escuchaba y la conocía perfectamente.

En el día del amor y la amistad la presión es mucha, pero si como lectores nos ponemos listos, bastará con sólo ser minuciosos para además de dar un buen regalo enviar un mensaje que durará 100, 150, 200 o las páginas que sean; en cada línea, en cada palabra, en la historia y en los personajes, el contexto y el ambiente, todo ese universo le hablará directamente a esa persona que queremos y la voz del escritor será la nuestra, ofreciendo un amor que prevalece más que unos chocolates, un peluche o una comida en el más restaurante más caro.

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Jafet Gallardo Digital Editor Periodista de formación. Creador de contenidos, analista, especialista en viajes, entretenimiento y estilo de vida.
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