#LibrosAlDesnudo, ¿Por qué leer?

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¿Por qué leer?

Por Jaime Garba

@jaimegarba

Pregunta en apariencia sencilla, y ante la cual teóricos y académicos han dado miles de respuestas, casi todas con la bandera del “ser mejor” ondeando orgullosamente sin que realmente nadie se explique o entienda a ciencia cierta cómo es que funciona esa fórmula. No obstante, vivimos en los tiempos en los que leer está de moda, en los que si lees eres sexy, interesante y en algunos casos hasta parece te dota de poder y credenciales a la hora de verter una opinión, como si cada libro leído significara una insignia que va posicionando al lector en una pirámide de éxito. Pero vamos, seamos sensatos, quienes verdaderamente leen, los lectores ávidos, los que respiran y aspiran la palabra, los que no conciben un día sin un fragmento de una obra, los que toman un libro con una pasión innecesaria de presumir en redes sociales a grados esnobistas; esos lectores no están preocupados por el índice lector en México o si leer veinte minutos al día los vuelve más listos o sensibles, no les preocupa eso porque sería como preocuparse por respirar, algo cotidiano, algo a lo que no se le puede poner una acepción técnica si va muy dentro de uno. Es por eso que ante la pregunta ¿Por qué leer? algunos reconocidos escritores, periodistas y artistas nos dan sus respuestas, en las cuales podemos darnos cuenta cómo cada lector tiene un discurso peculiar que se amolda cada vez más a su personalidad ante cada página recorrida por la mirada.

Mónica Maristain, periodista y escritora argentina, autora de “La última entrevista a Roberto Bolaño y otras charlas con grandes escritores”, responde: “A menudo escucho decir a los escritores que entrevisto que son más lectores que escritores, que lo importante es leer. Siempre que escucho esta frase, ya de cliché en el mundo literario, experimento una sensación de extrañeza. Para mí, lo realmente importante fue escribir, eso fue lo que me transformó sustancialmente. Fue una composición escolar titulada “Mi casa”, que me hizo ganar un par de nuevos y lustrosos zapatos negros, la que me permitió expresarme por medio de la palabra escrita; ahí supe quién era y quién podía ser. Leer, en cambio, fue como respirar. A los tres años aprendí a leer juntando las letras del diario Crónica y volvía locos a mis padres preguntándoles qué sílaba formaba la eme con la a, la ele con e y así… Leer es un acto absolutamente mecánico y natural de mi existencia, y si bien muchos libros me ayudaron a vivir (“esas cosas que te ayudan a vivir”, dice la canción de Fito Páez), por las circunstancias en las que me crié (sin televisión, sin Internet), la lectura es como lavarme los dientes, dormir, soñar. Es decir, leo, porque jamás debo preguntarme por qué leo.”

Franco Félix, escritor, autor de “Kafka en traje de baño” y ganador del Premio Binacional de Novela Joven 2015 Border of Words, responde: “Leo porque busco una idea. La Idea. Que vincule mi caos mental y la falta de sentido con el mecanismo del mundo. Porque el ejercicio de lectura me ayuda a desarrollar ese músculo virtual de la abstracción. Lo que quiero, como Hanna Arendt, es comprender, nada más. Cargar otra vez de significado el símbolo frente a mí, el signo del mundo. Suelo ser un tipo confundido y, por supuesto, confuso. Quiero articular mi existencia con la de los demás, es todo. La triste realidad es que cada vez estoy más perdido. Se supone que uno lee para ser más autocrítico, ésa es la gran razón literaria y social .Quién sabe si eso ocurra en mi cabeza, por lo pronto puedo decir que lo hago por mi inclinación autodestructiva, cada libro de Pynchon o Foster Wallace me vuela los sesos. Eso no es sano, ¿o sí? Ya se verá.

Mario Bellatin, escritor, autor de “Salón de belleza”, y premio Xavier Villaurrutia en el 2000 por su novela “Flores”, responde: “No hay que leer. Tengo la sensación de que muchas personas, luego de efectuar semejante ejercicio, suelen quedar trastornadas. Imaginando mundos ajenos a su realidad inmediata, aprendiendo sobre temas y asuntos que casi nunca les va a servir para resolver problemas de la vida práctica. Me parece que la lectura debe reservarse únicamente para las ocasiones en que es obligatoria, para aprobar algún examen, alguna prueba de inteligencia, o para aprender consejos para que seamos personas más felices. Es por eso que me parecen apropiadas las costumbres de las escuelas de promover la lectura memorística, y la de las campañas de lectura, que ponen incluso tiempos de duración para llevarla a cabo. La lectura como instrumento para establecer un orden metódico, para grabarnos ciertos nombres y ciertas situaciones concretas. Cualquier otra forma de lectura considero termina siendo nociva para mantener el actual estado de las cosas. Las sociedades, los gobiernos, las costumbres y situaciones sociales actuales de las personas no deben ser alterados de ninguna manera. Leer mata, es lo que piensan muchos de los que detentan los distintos poderes actuales, y yo estaría de acuerdo en colocar en los libros igual que los paquetes de cigarros, una advertencia semejante.”

Efraín Bartolomé, destacado poeta mexicano, ganador del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes en 1984, responde: “Leo por tres razones: por vicio, por placer y por obligación. Adquirí el vicio muy temprano: una lectura placentera me llevó a otra, y a otra, y a otra. En menos de lo que me di cuenta el hábito se había establecido en mí de tal manera que de los cuentos pasé a los versos y esa música mágica me llevó a descubrir imágenes; y esas dos propiedades de las palabras, música e imagen, me llevaron a descubrir sentidos ocultos: me revelaban zonas de mí, o de mi realidad, que no había visto antes. La lectura placentera, por cierto, dificultó mis lecturas obligatorias. Estudie en la Facultad de Psicología de la UNAM y, aunque para entonces era capaz de leer hasta 18 horas diarias, descubrí un día que estaba leyendo más novela y poesía que el árido material de la carrera que elegí. Me discipline y a partir de entonces sólo me permitía leer literatura placentera si antes había cumplido con mis lecturas obligatorias. De este modo logré que mi vicio fuese creador.”

Verónica Maza Bustamante, periodista y autora del libro “El motel de los antojos prohibidos”, responde: “Leo porque cuando lo hago siento que vuelo, que soy otra, que me traslado a lugares y tiempos diferentes a los que me pertenecen. Leo porque con esa acción que parece tan simple, jamás dejo de aprender sobre muchas cosas, me relajo, río, lloro, sufro, me enamoro, me libero y me interrogo. Leo porque soy una lectora voraz sin remedio que jamás se sentirá sola si tiene un libro en la mano.”

Mónica Jiménez, actriz de teatro y televisión colombiana, quien participó en la serie de HBO “Capadocia”, respondió: “Leer me ha salvado. Del olor, de la violencia, de la enfermedad. Me ha enseñado a descubrir mi voz, a descubrir el mundo con todos los mundos que lo habitan. Desde pequeña, los libros me fascinaron como objetos, como pequeñas cajas de Pandora que abrían para mí el horizonte de la ficción que a la larga se convertiría en mi territorio, en el principal objeto de mi oficio. A estas alturas de la vida puedo decir que mi relación más íntima, esa que está poblada de lazos más estrechos, gozosos, dolorosos, llenos de descubrimientos, y también de los secretos más oscuros y profundos, es mi relación con mis lecturas, con los libros y la palabra.”

El libro, desde su génesis como medio de contener historias, como puente entre la humanidad, como voz y como memoria; fue dotado de la mágica posibilidad de los infinitos, es por ello que jamás podremos descifrar esos enigmas que rodean el libro, pero para qué hacerlo, si podemos conformarnos con el placer eterno que cada quien encuentra de ciertas formas y en mayores o menores proporciones. Ustedes, ¿por qué leen?