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LIBROS AL DESNUDO: POR EL SIMPLE PLACER DE ESCRIBIR

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Por Jaime Garba @jaimegarba Siempre he creído que los libros y autores que se quedan en el corazón del lector […]
LIBROS AL DESNUDO: POR EL SIMPLE PLACER DE ESCRIBIR

Por Jaime Garba

@jaimegarba

Siempre he creído que los libros y autores que se quedan en el corazón del lector son aquellos cuya evocación proviene de una neblina: apenas recordar dónde se adquirió el ejemplar, quién lo recomendó, por qué surgió entre miles de opciones el deseo de devorar esas palabras en específico o cómo diablos se ganó un lugar privilegiado en la biblioteca personal. Ese misterio dota de mayor magia a la literatura: tergiversar de una y mil maneras la historia del arribo de esa gran obra a nuestras manos, potenciando con su propia inercia la importancia que tendrá en nuestras vidas. Así me pasó con James Nuño y su novela debut “Los no muertos” (Editorial Paraíso Perdido, 2016); por más que intento recordar la manera en que lo descubrí no tengo más que vagos recuerdos. Sí, puedo traer piezas al rompecabezas: la FIL 2016, los elogios en prensa y redes sociales, el prestigio de la editorial cuyo compromiso con el lector de proveerlo de buena literatura es claro; pero prefiero optar por una conexión mayor e inexplicable, esa que no me quitó durante meses las ganas de leerlo hasta que por fin adquirí su libro en Guadalajara, donde incluso tuve oportunidad de echar unos tragos con él, eliminando además la probabilidad de que el propio autor repeliera al lector con actitudes soberbias que opacaran una gran escritura. No es el caso de Nuño, cuya actitud relajada y sencilla más bien atrae, no es el narrador arriba del altar, ni siquiera es su aspiración, por el contrario, encarna la figura del escritor dedicado a eso que pareciera obvio pero no lo es: escribir. Allí está su novela, una sensata necesidad por contar, pero que al hacerlo con suma honestidad termina lanzando dardos reflexivos a varios temas políticos y sociales. Como su paisano, el jalisciense Antonio Ortuño, James no necesita alzar la voz a través de tuits o posts revolucionarios en Facebook, prefiere bromear y llevársela “leve” en las plataformas digitales dedicando mejor su sapiencia a la literatura, una que como tantos escritores de provincia va contracorriente rompiendo con el paradigma del protagonismo que durante décadas han tenido los escritores radicados en la ahora Ciudad de México. Por lo anterior es que en mí crece una admiración y gozo al leerlo, quizá la totalidad de los elementos me hicieron entrevistarlo a pesar de que en el primer intento yo terminé molido por un partido de volleyball y fallé a nuestra cita y en el segundo se realizó un par de horas después de lo acordado porque él se había ido a comprar menesteres del hogar. Pero los astros se alinearon y el resultado es este texto donde deseo que el lector de #LibrosAlDesnudo sienta las mismas ganas que yo de leerlo y seguirle los pasos.

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Hacemos la conexión, Nuño tiene una cerveza en mano y yo una taza con yogurt, intercambiamos percepciones sobre una novela que acabamos de leer, nos contamos chismes literarios, bromeamos y poco a poco vamos aterrizando a la entrevista, sin guion, lo que garantiza cuestionamientos y respuestas honestas, alejadas de los lugares comunes, pero una tragedia ocurre: tras casi una hora de charla, un par de días después me doy cuenta de que mi estúpido celular barato marca asiática no grabó adecuadamente, sólo me escucho yo y a lo lejos la voz ininteligible de mi tocayo. No puedo rescatar casi nada, así que el formato de entrevista debo eliminarlo y en su lugar escribo este híbrido de crítica y memoria esperando hacerle justicia a su libro.

Le comento que su novela la leí prácticamente sobre autobuses mientras hacía distintos viajes, cosa poco común en mí porque tras algunos minutos de trayecto suelo caer dormido, pero “Los no muertos” me sedujo, porque coquetea desde un principio con quien la toma; el lector se va imaginando qué le contará, si será una novela de zombis terroríficos y veloces o el gore de filmes contemporáneos que tiene un séquito fiel y vasto. Pero poco hay de eso; la escritura inteligente de Nuño permite olvidar el deseo de ver algo a lo John Carpenter, Danny Boyle o Tom Savini, pero si de comparar se tratara, su novela va más por el lado psicológico que de la vorágine; evoca a Richard Matteson y su mítica novela “Soy leyenda” o series como The Walking Dead, donde importa más el miedo devenido por la paranoia y los demonios internos de los protagonistas que por lo que ocurre afuera, escenarios casi siempre quietos, fantasmagóricos, en el caso particular de James, como un Comala rulfiano postmoderno y vuelto urbe que asusta más por desconocido y silencioso que por la imagen en sí misma.

“Los no muertos” va de una epidemia misteriosa que azota una ciudad, como la de los tiempos del virus de la influenza H1N1, donde los medios de comunicación y el gobierno se encargaron de aislarnos socialmente y de sembrar una histeria colectiva que afectó a nuestro país de diferentes maneras, la peor, como en la novela, psicológicamente, despertando la desconfianza y ese pánico que saca lo más vil de cada quien. Cinco amigos cuyos lazos se han afianzado probablemente de las maneras más equívocas, se enfrentan a distintas vicisitudes cuando sus rutinas se interrumpen por esta enfermedad desconocida cuya génesis se da aparentemente de manera insignificante. Como puede ocurrirnos a cualquiera, su cotidianidad a veces tan tortuosa pero difícil de dejar se vuelve contra ellos cuando el padecimiento se agrava, volviéndose letal y convierte a los que sucumben en él en muertos vivientes. Entonces todo se sale de control, pero es inevitable pensar: ¿acaso en realidad tenían el control de sus vidas?

Con un lenguaje que cambia de ritmo según los sucesos, Nuño logra hacer lo que pocos: dotar de verosimilitud a un género poco abordado en la literatura mexicana. Y me arriesgo al decir esto porque su novela no es ciencia ficción o un thriller o una novela de terror, pues detrás de la acción (en sentido estricto) existe una crítica entre líneas a los sistemas de vida a los que estamos sujetos las sociedades actuales y también a la facilidad con la que se puede manipular: tan sólo con ponernos un espejo enfrente para que al mirarnos descubramos que el enemigo somos nosotros.

Quien lea a James Nuño notará que al igual que Jonathan Franzen, la vastedad de su novela no tiene que ver con multiplicidad de actos o con una saturación narrativa, en absoluto, la longitud radica en la minuciosidad con la que ha construido sus personajes y cómo los suelta en ese mundo hasta estar seguro de que ya no podrá controlarlos, porque es esa sensación de incertidumbre la que mantiene al lector atento esperando conocer cuáles son los límites de los propios actores y de la historia. Debuts como “Los no muertos” deben emocionar y hacer callar a los puristas que juran ya no se puede escribir algo digno de trascender en nuestra literatura, por ello créanme y háganse un favor: lean esta novela.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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