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LIBROS AL DESNUDO: LA VAGA AMBICIÓN DE ANTONIO ORTUÑO

Por: Jafet Gallardo 20 Ene 2020
Por Jaime Garba @jaimegarba Si Antonio Ortuño (Zapopan, 1976) fuera un futbolista, estaríamos hablando en este preciso momento de su majestuoso […]
LIBROS AL DESNUDO: LA VAGA AMBICIÓN  DE ANTONIO ORTUÑO
ANTONIO ORTUñO

Por Jaime Garba @jaimegarba

Si Antonio Ortuño (Zapopan, 1976) fuera un futbolista, estaríamos hablando en este preciso momento de su majestuoso fichaje por uno de los mejores clubes españoles. Los comentaristas dirían que más que una promesa es una realidad del balompié nacional y que este astro mexicano ha subido a la cúspide rápido y con un record asombroso de goles y buenos desempeños en la cancha. Cuando debutara, seguidores de su trayectoria y críticos deportivos aplaudirían sus jugadas, los pases y goles; los padres dirían a sus hijos que se sintieran orgullosos de vivir en los tiempos del gran Antonio Ortuño aunque estos no entenderán este dicho sino hasta mucho después, cuando sean capaces de apreciarlo por sus propios ojos.

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El pasado abril Ortuño recibió el V Premio Rivera del Duero, un reconocimiento español por “La vaga ambición” (Editorial Páginas de Espuma) con la que se sustenta la analogía anteriormente escrita, pues aunque el escritor mexicano tiene ya una larga, fecunda y poderosa carrera que va de obras como “El buscador de cabezas”, “La señora Rojo”, “Ánima”, “Recursos Humanos”, “La Fila India”, “Méjico”, entre otros; es con este libro de cuentos que explota la mente de los lectores desnudando a la literatura de toda pretensión para ofrecer historias que fascinan por crudas, frontales y porque hablan desde ese pudor perdido de quien tiene la vaga pero sincera ambición de contar.

La cuentística mexicana, desde sus orígenes, pasando por su época dorada a mediados del siglo pasado y en sus versiones más contemporáneas, siempre ha estado un paso detrás de la novela. Aunque existen escritores que hicieron del cuento joyas invaluables, como Juan Rulfo, José Revueltas, Amparo Dávila, Guillermo Samperio; por supuesto, entre muchos otros, el cuento no ha gozado ni ha dado la misma popularidad a sus autores que la novela, aunque este, en voz de los mismos creadores, sea más complejo por los requerimientos propios de la brevedad. Quizá pocos, como Juan Rulfo y Kurt Vonnegut (podría decir otros pero son mis favoritos) en su paso por el cuento han podido volverlo arquetipo, escribirlo no sólo como lo que es sino lo que representa, alejarlo del eterno y absurdo conflicto con otros géneros y dejar en el lector la clara noción de lo que se cuenta, más aún, tocar fibras internas que “inflamen la antorcha” y le den luz interior. Aquí es que Antonio se adscribe a este “Dream Team” con este libro tan chingón, que si bien se ha dicho es un hibrido entre novela y cuento, de manera personal lo dejaría en la segunda categoría, porque aunque hay puntos en común entre las historias y ciertas secuencias, creo que cada una de las seis narraciones poseen una de las características primordiales del cuento: universo propio, vida propia, independencia del lector y del autor. Cuando una historia breve no necesita de excesivas descripciones o artificios para causar verosimilitud es cuando en realidad triunfa.

Otro acierto en la obra de Ortuño es la temática del libro: la escritura. Pero no la escritura como figura patética, la del autor bajo conflicto que no puede escribir mientras despierta en su departamento de la Colonia Roma después de una borrachera impresionante y que gasta sus frustraciones entre los restaurantes y cafés más hipsters de la metrópoli, contando a sus amigos o al primero que se tope sobre aquel gran libro que va a escribir pero que alguna especie de demonio se lo impide; así todos los días de toda la vida, mientras lo más que llega a publicar es un ínfimo librucho del cual se va a vanagloriar siempre y le celebrará la novia y el núcleo familiar. No, Ortuño habla de la escritura como oficio, como profesión que se elige como alguien elegiría ser abogado o veterinario, alejado por completo del altar en el que se suelen poner a los escritores y contando las vicisitudes a las que se enfrenta el que va por la vida con una pluma y un pedazo de papel.

Arturo Murray es el personaje arquetípico de la “La vaga ambición”, un tipo que nos cuenta cómo la escritura lo condena y lo salva. Presenciamos un espiral de situaciones que van desde la niñez del personaje hasta su madurez, donde no se lucha contra la propia mediocridad o aquellos seres divinos que vedan la inspiración de ciertos autores, sino contra la vida misma y las circunstancia tan jodidas que a veces se presentan.

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Cierto es que para quienes escribimos la temática del libro esa alucinante e inspiradora además de que sirve de consuelo ver que el mapa de la trayectoria de un escritor no se recorre en soledad, sin embargo para quienes no lo hacen, leer estos cuentos es encontrarse con el estilo irónico, sarcástico, crítico y lúcido de Ortuño, quizá con el plus de un refinamiento en la escritura mas no por eso una prosa intelectual y lejana. Hay quien seguro se pregunta si Murray es Ortuño, pero de lo que si estoy seguro es que Murray soy yo, eres tú lector, somos todos quienes nos enfrentamos con el mismo vigor o cansancio contra la vida a sabiendas de que habrá ocasiones en que salgamos derrotados. La vida es pelea y canto (añadiría escritura y lectura), porque en uno de sus cuentos así lo enuncia: “Pelea, canta y pelea. Para eso es que estamos aquí.”

 

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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