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LEER: ¿GANAR O PERDER EL TIEMPO?

Por: Playboy México 31 May 2018
En estos momentos vertiginosos parece que el tiempo vale oro. Apenas despertamos, vamos de un lado a otro sin descanso […]
LEER: ¿GANAR O PERDER EL TIEMPO?

En estos momentos vertiginosos parece que el tiempo vale oro. Apenas despertamos, vamos de un lado a otro sin descanso realizando múltiples actividades las cuales denominamos “multiasking” con la intención de hacerlo una virtud y no lo que probablemente es: una ramificación de atenciones en las cuales no dedicamos un adecuado porcentaje de nuestros talento y esfuerzos a hacer las cosas bien, por lo que regularmente la mayoría de esas tareas se cumplen mediocremente, funcionalmente, para después continuar con lo que viene sin reparo, así todos los días. ¿Quién realmente recuerda algunas de las cosas que hizo la semana pasada y qué tan sustanciales fueron para su vida? Vale la pena hacerse esa pregunta.

Sin embargo existe algo más preciso en qué pensar: ¿cuánto de ese tiempo no es un desperdicio? Me refiero al intermedio cuando la tarea A es finalizada para ir a la B y de ella a la C, así sucesivamente. Por ejemplo el traslado de casa al trabajo y viceversa, en algunas ciudades esto representa entre 20 minutos y 1 hora; al medio día algunos cuentan con dos horas para comer y como la vida madura lo dicta, la mayoría debemos invertir de seis a diez horas semanales (como mínimo) en cosas como pagos de servicios (díganse banco, luz, impuestos, entre un largo etcétera). Por supuesto que también están los minutos destinados al despeje de la mente y las frustraciones, estancias en cafés o bares donde vemos la vida pasar reflexionando sobre si somos felices o no, o si nuestras vidas valen suficientemente la pena.

El otro día me encontraba pensando en este tiempo oculto en el limbo de cada quien, uno que no suele interesarnos atraparlo porque creemos es normal se desperdicie, pensaba sobre todo en qué manera se puede utilizar más allá de escuchar música (acto más común). En grandes ciudades, como Nueva York o Londres (discúlpenme por caer en las comparaciones cosmopolitas) donde hordas de transeúntes recorren la ciudad todo el tiempo, es normal ver a gente con la mirada clavada en libros mientras realizan su trayecto, también lo es al viajar en el metro o autobús; mientras beben un café o degustan de una cerveza en un pub. Inclusive llegué a ver un video promocional del lector electrónico Kindle donde proyectaban personas que leían mientras hacían el trote mañanero o cuando una madre empujaba la carriola con su bebé; en el gimnasio entre series de levantamientos de pesas, o en el centro comercial al hacer las compras.

Cierto es que no es muy sano comparar ciudades con desarrollos tan distintos, pero en México tenemos muchos espacios que podrían aplicarse a la lectura, sobre todo porque estos suelen irse como agua sin ser usados para fines más humanamente productivos y careciendo de la consciencia de ello. Cuando voy por la ciudad veo a gente en sus negocios: boleros, vendedores de globos, mecánicos, entre muchos otros individuos cuyos trabajos tienen flujos de servicio periódico (hay horarios donde tienen mucha, poca o nula clientela), hastiados mientras no hay nada que hacer. La mayoría gastan los megas del celular revisando las redes sociales una y otra vez, encontrando lo mismo y causándose dolores de cabeza por el brillo de las pantallas porque no conciben por ejemplo tomar un buen libro, uno pequeño, ágil, quizá una novela policiaca o uno de cuentos, algún breve poemario o qué se yo; para hacer su tiempo más disfrutable. Pero también ocurre con los que van al banco o a pagar el cable y desesperados por las largas filas se aburren porque no tienen qué hacer más que esperar teniendo como único “divertimento” los videos institucionales nefastos que se repiten una y otra vez ad infinitum. La cosa cambiaría radicalmente si de la mochila o la bolsa sacaran aunque fuera el Libro Vaquero para hacer la espera más amena. Se los garantizo.

Tiempo de Leer

Entiendo que muchos no vean estos tiempos como apropiados para leer, básicamente porque suelen ser instantes de estrés, ruidosos, donde pensamos que lo normal es no hacer nada. Yo lo pensé durante años cuando creía que para leer se debía estar en una cálida habitación, con un buen disco de jazz y la lluvia sonando por la ventana (más cliché no se puede). La romántica farsa se cayó cuando me vi obligado a leer en el autobús, mientas el reggaetón sonaba a todo volumen y el camión a gran velocidad maneja cual kamikaze. Conforme los compromisos de vida van aumentando, un lector aprende a cargar el libro como una extensión del cuerpo para sacarlo apenas se preste la primera oportunidad y consumir desde una línea hasta las páginas que sean posibles. El leer siempre se vuelve un triunfo.

Tiempo de Leer

Ojalá todos los que se gastan el tiempo sin saber que leer es una opción se dieran la oportunidad de hacerlo. Repito, puede ser una novelita, una revista o el diario -combinable con una buena playlist si así se desea-. Leer bajo estas circunstancias no será aprovechar el tiempo porque este no se retiene, es gastarlo ampliando la creatividad y los sentidos, dándole a la mente un respiro de esa velocidad cotidiana que lejos de disminuir parece aumentar.

Leer mientras se va al baño, en la sala de espera del Seguro Social, en la cola de las tortillas, mientras se camina de regreso a casa, al momento de echarse el taco a la boca, en lo que comienza la película en el cine. Leer para llenar los huecos, en verdad vale la pena, inténtelo.

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Por Jaime Garba @jaimegarba #LibrosAlDesnudo

 

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