Compartir
Suscríbete al NEWSLETTER

ELOGIO DE LAS CANTINAS: SALÓN BACH

Por: Playboy México 05 Jun 2018
ESTRENAMOS UNA NUEVA SECCIÓN DE RELATOS DE LA DESTACADA PLUMA DEL ESCRITOR Y CRONISTA MEXICANO, QUIEN NOS ENTREGARÁ LOS MEJORES […]
ELOGIO DE LAS CANTINAS: SALÓN BACH

ESTRENAMOS UNA NUEVA SECCIÓN DE RELATOS DE LA DESTACADA PLUMA DEL ESCRITOR Y CRONISTA MEXICANO, QUIEN NOS ENTREGARÁ LOS MEJORES RELATOS DE LAS CANTINAS, BARES Y SPOTS DE LA VIDA NOCTURNA.

SERÍA A FINES de los noventa. Entré por curiosidad, entonces el salón no era más que una cantina atendida por meseras en minifalda. Su ubicación en un subterráneo de Bolívar y la penumbra gélida en que se sumergían los clientes al entrar lo convertían en el perfecto escenario de una novela negra. Me senté en uno de los gabinetes del fondo, la mesera tardó varios minutos en acercarse.

—¿Qué vas a tomar?

—Un cognac.

—Aquí no tenemos eso —respondió la chica de breve falda negra y escotada blusa roja—, pero es la “hora feliz” y las bebidas nacionales están al dos por uno.

Me conformé con dos tequilas. Era un martes por la tarde y pensé que el Salón Bach se hallaba muy lejos de sus antiguas glorias, a principios del siglo pasado, cuando lo frecuentaban músicos y escritores.

Guillermo Sheridan cuenta en su libro Un corazón adicto, vida de Ramón López Velarde, que una noche de 1921, el autor de La suave patria llegó al bar acompañado de su amigo el periodista Jesús B. Gonzalez a ponerse ‹‹un abrigo de cognac›› para enfrentar la noche fría. En medio de la conversación entró al bar una gitana de ojos verdes ofreciendo sus servicios quirománticos. Cuando pasó por su mesa, Ramón extendió la mano; la gitana la vio detenidamente y luego le dijo mirándolo a los ojos: “¡Amas mucho a las mujeres, pero les temes! ¡También tienes miedo de ser padre! ¡Y esta línea me dice que… morirás asfixiado!”. Ramón, con una súbita palidez se puso en pie y salió de la cantina. Su amigo tuvo que darle unas monedas a la gitana y pagar la cuenta. El vaticinio se cumplió unos meses después, cuando una neumonía complicada por la sífilis le cortó la respiración al poeta López Velarde, la noche del 19 de junio de 1921.

Cuando estaba por terminar mi tequila sentí un jaloncito en la parte inferior del pantalón, miré hacia abajo y no vi nada. Siempre le he tenido repulsión a las ratas y pensé que era una. Por suerte, en ese momento la mesera arribó a mi mesa con otros dos caballitos perfectamente equilibrados en la charola.

—¿No se te ofrece nada más? — me preguntó.

—Dos cosas solamente: falta que me digas tu nombre y que me acompañes con otro tequila.

—Me llamo Mariel, y te acompaño pero con un vermut, siempre y cuando te cambies de mesa.

No entendí la razón del cambio, pero lo acepté con tal de acercarme a la dicha de ese escote. Recordé que otro de los visitantes frecuentes de ese bar fue Guty Cárdenas, nombre artístico del compositor yucateco Augusto Alejandro Cárdenas Pinelo, autor de ‘El Caminante del Mayab’, ‘Un Rayito de Sol’ y ‘Ojos tristes’, entre otras, quien falleció a los 26 años de edad.

El martes 5 de abril de 1932 Guty estuvo bebiendo desde la tarde en el Salón Bach, y ya para las once de esa noche se encontraba cantando acompañado de su amiga Rosita Madrigal, el guitarrista Arturo Larios y el cantaor de flamenco “El Mallorquín”, en uno de los gabinetes del fondo. Al parecer Ángel Peláez, un español que se había acercado a escucharlo, se burló de que el compositor con varios coñaques entre pecho y espalda cantara tan desafinado. A punto estuvieron de llegar a las manos pero los separaron. Un momento después el propio Guty se dirigió a la barra a retar a Ángel Peláez quien le respondió con un botellazo. Guty sacó la pistola, pero el hermano del español, José Peláez, fue más rápido en sacar la suya y le metió siete balazos al malogrado ídolo.

Eso le platiqué a Mariel cuando se sentó a mi mesa. Tomó un trago con avidez de náufrago y me sonrió. Ya en confianza, mientras mi mano reposaba en su rodilla, reconociendo los confines de la hora feliz, le pregunté:

—¿Por qué no quisiste sentarte conmigo en la otra mesa?

Ella se bebió un trago grande sin hacer gestos. Y me dijo muy seria:

—Es que en ese gabinete nos agarran las piernas.

—Bueno —le contesté queriendo justificarme—, también te las hubiera agarrado, pero te habría pagado más de una copa.

—No digo tú, sino los difuntos —una ráfaga de aire frío me recorrió la nuca—; ya son varias las chicas a las que han espantado. Ninguna quiere sentarse allí.

Me dicen que ha reabierto el Salón Bach y que ahora, además del antiguo mobiliario restaurado, tiene pantallas de plasma que permanentemente proyectan videoclips, que se sirven toda clase de cocteles internacionales y tequilas aromáticos con un servicio muy profesional. Yo no he querido regresar, no vaya a ser que me vuelvan a mandar saludos desde otro siglo.

ELOGIO DE LAS CANTINAS: SALÓN BACH 0

POR JORGE
ARTURO BORJA @jaborjal50

Te recomendamos
Foto perfil de Playboy México
Playboy México El Placer de Vivir Somos una marca reconocida mundialmente, el conejo nos representa. Entretenimiento, contenido relevante y todo aquello que emociona a hombres y mujeres.
Descarga GRATIS Calendario Revive el Poder 2024
Calendario
Descarga AQUÍ nuestro especial CALENDARIO REVIVE EL PODER 2024.
Suscríbete al Newsletter
¡SUSCRÍBETE!
¿QUÉ TEMA TE INTERESA?