Compartir
Suscríbete al NEWSLETTER

Confieso que me he quemado (en fiestas de fin de año)

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Nuestra Crónica Godínez se pone navideña y esta semana explora esos momentos que cada diciembre vemos sucederse en las fiestas de […]
Confieso que me he quemado (en fiestas de fin de año)

Nuestra Crónica Godínez se pone navideña y esta semana explora esos momentos que cada diciembre vemos sucederse en las fiestas de fin de año de la empresa. 

Por Arturo J. Flores (@arthuralangore)

Cinco meses después de que me contrataran como reportero de espectáculos en un periódico deportivo, me encargaron escribir una nota sobre la fiesta de fin de año de la compañía.

Deambulaba yo por el estacionamiento del Restaurante Arroyo, donde se levantó una carpa para que los más de 300 empleados de la “empresa editorial más grande de América Latina” –como rezaba el conmutador– compartiéramos consomé, barbacoa y cervezas, recogiendo pormenores para la crónica, cuando me dieron un empujón que por poco me hace caer al suelo.

-¡Ponlo de lado, por si vomita! –gritó uno de los tres hombres que cargaban a un cuarto, que inconsciente se dejaba transportar como paca de ropa.

Este video te puede interesar

Corrí en dirección al incidente, mientras en el escenario un grupo tocaba cumbias a todo volumen para amenizar el movimiento de mandíbulas de la mayoría. Bien sabido era que a esas comidas había que llegar antes de que la barbacoa se enfriara y las cervezas se calentaran.

Llegué hasta la ambulancia estacionada al final de la carpa, donde el sujeto inconsciente fue recostado en el piso. Iba desfajado, con el rostro enrojecido y un hilo de espuma blanca escurriéndole por la boca semi abierta. Apestaba a alcohol y jugos gástricos.

Un paramédico se acercó a los curiosos, para decirnos en la línea de los policías de las películas, “aquí no hay nada que ver”.

-Váyanse para la fiesta. A su compañero se le pasaron las cucharadas, pero estará bien.

Sentí un toque en el hombro. Giré para encontrarme a mi Editor de sección, que me susurró con un tono paternal.

-No vayas a escribir eso, hijo.

Por fortuna, faltaban por lo menos cinco años para que todo mundo llevara un Smartphone encima y el borracho aquel que –después me enteré repetía el mismo numerito con la puntualidad del cambio de guardia en el Palacio de Buckingham– se salvó de ser inmortalizado en YouTube, porque a nadie todavía se le ocurría inventarlo.

Los amantes del círculo sanitario

Desde aquel lejano 1999, no de he dejado de trabajar un solo año. He asistido a 15 celebraciones de Navidad en las distintas empresas a las que he prestado servicios. He visto a decenas de colegas volarse la cabeza y he perdido yo mismo la compostura otras tantas. Nunca, por fortuna, como aquel muñeco de trapo a quien tuvieron que proporcionarle resucitación artificial en el Arroyo.

En fiestas de fin de año Godínez, he sacado a bailar a la compañera introvertida de lentes y chonguito, a quien mi propia timidez elevada al cubo me impide saludar a diario en los elevadores. He cantado rancherasfiestas de fin de año abrazado del tipo que más detesto en la oficina aun cuando yo también le resulto repulsivo. Al día siguiente, nos hemos saludado con la culpa atosigándonos en el alma, después de haber permitido que todo mundo nos viera desgañitarnos a dueto con “Maracas”. He neteado irresponsablemente, diciéndole a Lupita cuánto me gusta y lo bien que se le ven las medias; a Ernesto cuánto me caga que se corte las uñas en su lugar. Le he reclamado a distintos jefes disponer de nuestro tiempo como el nefasto Goebbels lo hacía con sus víctimas. He puesto apodos y hasta zapes he propinado y de milagro no me han corrido.

Quizá una de las bacanales más memorables fue en la que convencí a una bellísima colega rubia a que nos escondiéramos en una oficina vacía, para comernos a besos como diría Mecano, mientras en la sala de juntas el resto de los Godínez de la Información hacía gala de sus mejores pasos con la Sonora Dinamita. Lo malo fue que en medio del faje, nos dieron ganas de ir al baño. Intentamos salir de nuestro nidito de amor adúltero, pero descubrimos que la puerta no abría por dentro.

Después de casi tirar la puerta a golpes, resolví llamarle por teléfono a un amigo para que fuera a abrirnos. Se tardó en contestar, porque Dinamita opacaba con su potencia la voz del celular. Cuando por fin llegó a nosotros, tampoco podía abrir. Uno por uno, los que iban camino al sanitario se fueron arremolinando alrededor de la oficina vacía, en la que Romeo y Julieta se habían quedado encerrados. Por fin consiguieron rescatarnos. Mi musa y yo salimos con la cola entre las patas, sonrojados como tomates, ella con la falda medio levantada y yo con el pantalón medio bajado. Volví a pensar en el borracho del Arroyo al que todos miraban hacer el ridículo.

-No mames, ¿a poco cogieron? –me preguntó mi cuate –te la mamaste, todo mundo se enteró.

Lo peor es que no. No había sucedido. Y me sentía cucaracha porque había avergonzado públicamente a la rubia.

-Necesito hablar contigo de lo que pasó– me dijo más tarde. Ambos sosteníamos un vaso rojo lleno de tequila, en la mano. La grabadora escupía una letanía familiar: “yo no olvido el año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas…”.

Nunca volvimos a tocar el tema, pero sí nos vimos mucho tiempo más adelante en un hotel. Coincidentemente, a fin de año.

Te recomendamos
Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
Descarga GRATIS Calendario Revive el Poder 2024
Calendario
Descarga AQUÍ nuestro especial CALENDARIO REVIVE EL PODER 2024.
Suscríbete al Newsletter
¡SUSCRÍBETE!
¿QUÉ TEMA TE INTERESA?