Desde la terraza de Templo Mezcalería se pueden ver otros templos. Porque su ubicación en el Centro Histórico de la Ciudad de México, le brinda a sus comensales una vista privilegiada de lo que en otros tiempos se conoció como “La Ciudad de los Palacios”. Para llegar a este spot gastronómico hay que adentrarse en el mercado de artesanías del número 88 de la calle de Donceles y subir una escalera que simbólicamente, te permitirá ascender igual que una bebida espirituosa que se evapora.
Carrillero, el mezcal oaxaqueño del ambiente swinger
Su decoración te transporta a otro universo. Uno en el que estamos en contacto con la naturaleza y la cocina nos permite apreciar cada uno de los ingredientes de sus platillos.
El spot se encuentra muy cerca de Zócalo y Catedral.
Resulta curioso que se diga que los insectos son los alimentos del futuro, cuando estas criaturas ya eran consumidas por los primeros pobladores de esta tierra, Aquellos que construyeron ese Templo, el Mayor, que desde aquí nos recuerda su grandeza. En el menú del lugar se sirven delicias con un toque ancestral como chapulines, chicatanas, escamoles y gusanos de maguey, entre otras. Acompañados además de una veladora de mezcal, la experiencia sencillamente no tiene comparación.
Un espirituoso para el alma.
Templo Mezcalería no es únicamente un centro de reunión en que se puede disfrutar de una reunión entre amigos o una escapada para viajeros citadinos, sino un lugar que ofrece experiencia especializadas para quienes no únicamente se quieren llevar un bocado de historia, sino conocer la historia que existe detrás de cada bocado. Para ellos, se ofrecen catas y maridajes en las que un experto va explicando cada platillo junto con la forma adecuada de mezclarlo con el trago, de manera que las texturas, aromas y sabores se potencien.
Además de lo último, la música no se podía quedar aparte. Templo Mezcalería cuenta con noches de DJ y —hay que subrayarlo— el volumen adecuado que te permite disfrutar de una conversación, pero también permitir que las pulsaciones de los ritmos te calienten la sangre. En resumen, por su locación, su decoración, su ambiente, su comida y su bebidas, se trata de uno de sus contados reductos que nos hacen sentir que el Centro Histórico, pese a su bullicio y movimiento, puede ser también un sinónimo de paz.
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