Nómada: aventuras en latitud cero

Un vistazo a las hermosas reservas naturales, la verdadera cuna del Panama Hat y la misteriosa historia de las quesadillas que se preparan a la mitad del planeta.

Fotos y texto de Liliana Estrada

Cuando surgió la primera oportunidad de ir a Ecuador mi cabeza ni siquiera dudó, pero la gente más cercana a mí decía: “Ten cuidado, te pueden poner drogas en la maleta” o “En Ecuador ni hay nada ¿a qué vas?”. Podrían tener razón, o no. Los prejuicios han llevado a muchos extranjeros a pensar que en México aún vestimos con calzón de manta o que vivimos en un eterno capítulo de El Señor de los Cielos y bien sabemos que no es así.

Sin importar nada emprendí el viaje y las aventuras no faltaron. Pasé por un escáner en el aeropuerto después de que un soldado revisara detenidamente mi pasaporte “mexicano” (como en Alerta Aeropuerto); me hice la muy valiente comiendo picante (aquí ni a la Valentina le entro, pero soy mexicana, no podía rajar), en fin, podría decirlo todo en un párrafo pero, sin duda alguna, hay grandes experiencias que vivir en un país como Ecuador.

El agua del W.C. efectivamente gira en sentido contrario cruzando la línea meridional, el monumento a la mitad de la tierra no está en el lugar correcto, esos y otros misterios me fueron revelados durante el viaje. Este relato incluye a tres de las ciudades más bellas que están en Ecuador y no, ninguna es Galápagos.

Para llegar desde México hay dos opciones, directo a Quito o con escala en Panamá y posteriormente a Guayaquil. Esta última es una de las ciudades más pobladas de Ecuador, pasó por muy malos momentos de seguridad y pobreza; sin embargo, se ha ido reponiendo y se ha convertido en un sitio clave en cuestiones de negocios.

Como el de Messi

La vida nocturna es entretenida, el clima es agradable, hay playas cercanas y la gente es extremadamente cálida. Además, la gastronomía es tan basta que no podrás parar de comer.

Para los futboleros hay dos museos bastante atractivos. Cada uno está dedicado a uno de los equipos que radican en Guayaquil, uno, el Club Sport Emelec y el Barcelona Sporting Club; exacto como en el que juega Messi, fue fundado en Ecuador por españoles y catalanes que quisieron agradecer el apoyo que dicha ciudad dio a Guayaquil. Actualmente, es el equipo con mayores logros en la liga local, algo así como el América, pero cerca de la mitad del mundo.

De Guayaquil puedes ir por tierra a uno de los lugares más bellos, si la naturaleza y los paisajes llaman tu atención, el Parque Nacional Cajas. Está a sólo tres horas en carretera y a más de 4 mil metros de altura; sentirás un poco la diferencia en tu respiración, pero al descender del auto no querrás regresar.

Este sitio es completamente mágico. Forma parte de los Andes, así que tiene diversos cuerpos de agua que forman lagunas, hay vegetación y se te puede cruzar una o dos llamas en el camino; la temperatura varía, pero dada la altura deberás ir bien abrigado y listo para caminar.

Aguardiente y mote

Cuando llegas a un hotel o restaurante después de haber recorrido “El Cajas”, lo primero que te dan es una bebida caliente llamada “canelazo” elaborada a base de agua, canela, azúcar y aguardiente, con eso te puedes regresar a caminar un par de horas más, pero vale la pena sentarse a comer.

La comida típica de Ecuador tiene su base en ciertos alimentos como la papa, yuca, maíz y plátano, por mencionar algunos ingredientes. Comen picante y en específico un chile llamado ají, que le da el toque perfecto a cada preparación.

Algo que llama mucho la atención es la manera en la que cocinan el mote (nosotros lo conocemos como maíz pozolero). Lo preparan con huevos revueltos —Mote pillo—, o guisado con manteca de cerdo —Mote sucio —  y sí, obviamente, pensarás en ponerle caldito, rábanos o lechuga, pero es interesante degustar otras variantes. 

Bien dice Juan Villoro que un buen mexicano siempre describe el extranjero en función a lo que ha visto en México. Después de salir de Guayaquil y pasar por “El cajas” llegas a un lugar tranquilo que podría ser lo más parecido a San Miguel de Allende en Ecuador. Un pueblo mágico de mucha tradición perfecto para descansar llamado Cuenca.

El Panama Hat es de Cuenca

Cabe destacar que es el sitio que le dio origen al famoso Panama Hat que ni es panameño, ni tiene origen norteamericano. El mejor lugar para encontrar sombreros de ala blanca con un cinto negro en la base es en Ecuador y Cuenca es la piedra angular. Sólo que en tiempos de la construcción del Canal de Panamá, el presidente Roosevelt utilizó uno en la inauguración y no hubo marcha atrás. 

El sombrero de paja toquilla —que es elaborado a mano y a base de fibras naturales por artesanas cuencanas— lo ha usado Luis Miguel, Sinatra, Julia Roberts y un sinfín de celebridades, Hermes ha hecho pedidos e incluso se han pagado cerca de 30 mil euros por algunos de ellos. Una de las marcas más importantes de sombreros de paja toquilla, llamada Homero Ortega, afirma que un sombrero puede llevar un proceso de tres semanas hasta seis meses, dependiendo la finura de las fibras, que son cortadas y tejidas a mano.

Las quesadillas ecuatorianas

Cuenca tiene una arquitectura que refleja la mezcolanza española e incluso francesa y, a pesar de ello, las raíces andinas prevalecen y emergen en las esquinas.

Ojo, si escuchas la palabra quesadilla y te emocionas por pedir una de chicharrón con queso, quizá resultes decepcionado, así le llaman a un estilo de pan, que es más parecido a una galleta.

Entre otras cosas que podríamos diferenciar de Ecuador y  México, es que aunque tienen una amplia gama de frutas y verduras, del nopal sólo consumen la tuna, el resto del cactus se queda ahí, igual que la flor de calabaza o el huitlacoche.

En Cuenca hay un restaurante bastante particular llamado Tiestos, donde el chef Juan Carlos Solano te dice cómo probar de manera correcta cada uno de sus platos, con sus diferentes tipos de salsas o “ajís”. Aquí llegó el reto México vs Ecuador, y la que decían más picante sí me hizo más que cosquillas, pero lo disimulé, no podía fallarle a mi país. El chef pasa de mesa en mesa y se asegura que su receta se deguste como él la planeó; no conforme con eso, dibuja sobre el plato con mermeladas y chocolates paisajes o aves, y después coloca un suculento postre encima. Ha sido considerado como uno de los mejores restaurantes de América Latina, así que vale la pena.

A la mitad del mundo

Como lo comentaba al inicio, una de las cosas más atractivas al llegar a Quito es visitar la mitad del mundo o cruzar la línea para saber si efectivamente el agua del retrete gira en sentido contrario. Pues bien, me detuve a analizarlo algunos minutos y es completamente cierto. Hasta lo grabé para demostrarlo en cualquier ocasión especial.

La capital ecuatoriana tiene mucho que recorrer, volcanes activos, la mitad del mundo. Como toda ciudad conquistada por europeos, tiene una vasta cantidad de iglesias, catedrales y vírgenes monumentales, requerirías un poco más de tiempo para verlas.

Por su posición geográfica el clima es indescifrable, pero agradable. Ahora, seguramente querrás visitar el monumento de la mitad del mundo y saltar de un hemisferio a otro, pero el lugar donde colocaron dicho museo está equivocado por algunos metros.

La foto en uno de los sitios más visitados de Quito es obligatoria, pero valdrá la pena avanzar un poco más y llegar al museo donde te darás cuenta que el agua sí gira en sentido contrario, que es más fácil colocar un huevo arriba de la cabeza de un clavo y que tu pasaporte puede tener el sello del sitio con latitud y longitud 0 de todo el mundo.

La fauna y flora es enorme en todo el país, ya que tiene diversos ecosistemas que favorecen la producción de uno de los mejores cacaos del mundo, de ahí surgió Pacari. Las orquídeas se dan por montones y el cóndor es el ave nacional. Ecuador, sin duda, tiene mucho más que mostrarle al mundo, más allá de Galápagos.

Vivimos rodeados de prejuicios y de ilusiones turísticas que lucen más “atractivas” que otras. Ecuador tiene diversidad. Obviamente la isla más popular es un punto clave a recorrer, pero el resto del país está ávido de visitantes que gusten de la buena comida o gratas atenciones. Si los mexicanos tenemos fama de hospitalarios, los ciudadanos de la mitad del mundo no se quedan atrás.