X.O Bussiness es un restaurante para cerrar un negocio. ¿Se han fijado que en el cine, los grandes tratos siempre se concretan en la mesa? Visitar este sitio me convenció de que he visto demasiadas películas.
De entrada porque el lugar, aunque ubicado sobre una calle concurrida como lo es Avenida de la Paz, mantiene cierto aire de speakeasy. Apenas entregamos las llaves al valet parking, se acercó una hostess que nos preguntó si teníamos reservación.
Su uniforme, sumado al cubrebocas que la Nueva Normalidad exige, me transportó a una escena de “Eyes wide shut”, la última película de Stanley Kubrick. Particularmente en la que Tom Cruise evoca a “Fidelio”, la ópera de Beethoven, para entrar a una celebración clandestina en la que misteriosos enmascarados se relacionan con auténticas musas salidas de un Laberinto como el del Fauno.
Pero en vez de contraseña, bastó con que apuntaran nuestra mesa a nombre de alguno de los invitados para entrar.
Los espacios son amplios y los techos, altos. Eso nos llenó de tranquilidad, sobre todo en tiempos en los que la buena ventilación se valora mucho más. Los decorados en madera acentúan el carácter masculino y refinado del restaurante.
En mi fantasía, me vi siendo parte del elenco de los Goodfellas.
Las hostess nos ofrecieron una bebida. El X.O Bussiness no sería un templo si no contara con una amplia carta de vinos para acompañar sus cortes prémium (de los que hablaremos más adelante), pero también un desfile de destilados entre los cuales cuesta trabajo elegir para abrir garganta.
¿Un whisky como le gustaba a Sinatra? ¿Un tequila al estilo del cine mexicano de la Edad de Oro? ¿Un mezcal para entrar en personaje hipster de película contemporánea?
De todo hay.
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La música podría mejorar. No soy tanto de lounge y dado que el target es mucho más cercano a quienes crecimos con “Karate Kid” y no con “Cobra Kai”, se agradece que el DJ de repente recete los hits de Depeche Mode y Guns n’ Roses.
Pero está claro a lo que la mayoría de los asistentes hemos venido. X.O Bussiness, ya lo dije, es un restaurante para cerrar un negocio.
Pero no se puede hablar de ello con el estómago vacío. Pedimos unas entradas que, como en los banquetes romanos, se comparten.
¿Qué tal algo fresco como un Carpaccio de salmón? ¿O una tabla de quesos que se sirve con compota de higo? En lo personal, me sedujo el Tiradito de abulón.
¿Dónde compro buenos cortes en la CDMX?
Pero los banquetes a la usanza de “Delicatessen”, esa joya apocalíptica francesa, hasta que la carne se pone sobre la mesa. Nos advirtieron que tuviéramos las stories de Instagram listas, porque aquello sería un verdadero espectáculo.
¡Y cómo no! Si nos trajeron un jugoso y descomunal Tomahawk de más de un kilo al que se colocó en una parrilla delante de nosotros y después se flameó con mezcal.
He visto demasiadas películas, insisto. Por eso medio miedo ir al baño. Imaginé que podría no regresar, como en una de los momentos más sangrientos de “El Padrino”. Pero no fue así. Regresé a tiempo para disfrutar del postre, un pastel de chocolate con frutos rojos y salsa de menta con un final más dulce que el de “Amélie”.
X.O Bussiness nos dejó en claro que es un restaurante para cerrar un negocio. Así lo hicimos. Lo único es que si venimos muy a menudo, lo que no cerrarán serán los pantalones.